Listas cerradas
Apoyo incondicionalmente la carta de Enrique Llano (EL PA?S, 17 de enero de 1989) denunciando la falsa representatividad de nuestra clase pol¨ªtica y reclamando una reestructuraci¨®n de nuestra democracia y de nuestras leyes electorales. Mas quisiera ahondar un poco m¨¢s en la necesidad de acabar de alguna forma con las listas cerradas y bloqueadas que caracterizan nuestro sistema electoral. No es s¨®lo que los se?ores y se?oras (pocas) que aparecen en las listas no representen a casi nadie, s¨®lo a su propio partido, sino que para salir en esas listas cerradas e intocables hace falta cumplir con unos requisitos muy particulares: saber empujar para llegar a los primeros puestos; hacer votos de fidelidad, obediencia ciega y disciplina a la l¨ªnea del partido, es decir, al cargo que ha conseguido meterte en la lista; pasar de representatividad popular, ser arribista, y un largo etc¨¦tera, haciendo caso omiso del hecho de que en Espa?a el porcentaje de militancia en partidos sea superm¨ªnima. Y ¨¦sas y no otras son las caracter¨ªsticas que definen a gran parte de la mal llamada clase pol¨ªtica. De ah¨ª que proliferen cargos, subcargos, contracargos, jefes, subjefes, directores, pero escaseen t¨¦cnicos, currantes de verdad y representantes genuinos que puedan erigirse en verdaderos portavoces de la opini¨®n popular. Y de ah¨ª la falta de credibilidad y de representatividad de nuestro sistema pol¨ªtico y de nuestro Parlamento.?Se imagina usted, se?or Llano, las consecuencias de la eventualidad de que los partidos abrieran y desbloquearan sus listas electorales? ?De que los concejales o diputados o senadores tuvieran que responder no frente a sus todopoderosos comit¨¦s centrales, sino frente a sus votantes?.-
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