Aires nuevos
UN PLAN por el que la guerrilla ofrece deponer las armas en El Salvador, prioridad de la reconstrucci¨®n nacional sobre el desarrollo del socialismo en Nicaragua, llamamientos a la paz y la democracia desde Costa Rica, mayor pragmatismo desde Washington, conversaciones sobre el futuro en Caracas: aunque ninguno de estos acontecimientos resulte original todo ha sido probado antes-, repentinamente soplan aires nuevos en Centroam¨¦rica. La conjunci¨®n de estos elementos, unida a la aparici¨®n de un nuevo presidente en EE UU, hace concebir una vez m¨¢s la esperanza de mejora en aquella torturada regi¨®n.Como sucede en muchos de los conflictos del planeta, gran parte de la clave de la situaci¨®n est¨¢ en EE UU. Mientras gobernaba en Washington Ronald Reagan, empe?ado en ver amenazas revolucionarias marxistas debajo de cada piedra del istmo, poco pod¨ªa hacerse. El nuevo entendimiento entre las dos superpotencias est¨¢ permitiendo que antiguas posiciones de intransigencia se vayan haciendo m¨¢s flexibles, de forma que la llegada del presidente Bush a la Casa Blanca debe permitir que una nueva visi¨®n de la realidad centroamericana se abra paso, dejando de lado definitivamente la paranoica presunci¨®n en virtud de la cual Nicaragua y los movimientos guerrilleros centroamericanos constitu¨ªan el mayor peligro para la seguridad del gigante norteamericano. Sin embargo, el propuesto nombramiento de Bernard Aronson como responsable de asuntos interamericanos (un funcionario que no habla espa?ol y que est¨¢ gravemente marcado por un historial de ferviente apoyo a la contra y por su ignorancia de los problemas al sur del canal de Panam¨¢) no es la mejor se?al para quienes esperaban que en Washington la histeria centroamericana cediera el paso a una preocupaci¨®n de nivel continental.
Entre tanto, las expectativas de paz impulsadas por el acuerdo de Esquipulas parecen condenadas al olvido, empujadas all¨ª por la situaci¨®n interna de los pa¨ªses de la zona y por la hostilidad mostrada hasta ahora por Washington. Desprovistas de toda ayuda, parecen haber perdido el impulso que les dio el presidente Arias, de Costa Rica, aquel al que otorgaron el Nobel de la Paz y el Pr¨ªncipe de Asturias por intentarlo. Llegados hasta este punto, habr¨ªa que recordar, sin embargo, que, si es evidente que Estados Unidos es un elemento imprescindible en la pacificaci¨®n centroamericana, no es el ¨²nico. Europa tiene una responsabilidad en la zona que no deber¨ªa ser minimizada por nadie, empezando por los propios europeos.
Espa?a ha pretendido actuar siempre de motor de la CE en este tema. El Gobierno espa?ol ha sido valedor de todo esfuerzo centroamericano por la paz, no indiscriminadamente, sino poniendo a cada uno de los actores del drama frente a sus responsabilidades y exigiendo de ellos sinceridad a la hora de buscar soluciones democr¨¢ticas a sus problemas. Ahora, una vez m¨¢s, Felipe Gonz¨¢lez busca en Caracas salidas razonables para la deuda imposible y para los graves problemas estructurales de todo el continente latinoamericano. El presidente espa?ol debe convencer a sus socios europeos de que se sumen al esfuerzo, porque, como acaba de reconocer en Costa Rica el ministro espa?ol de Asuntos Exteriores, si el apoyo pol¨ªtico europeo al proceso centroamericano es total, ello no se traduce en el terreno econ¨®mico. Y es mezquino que as¨ª sea.
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