La ceremonia de la esperanza
En Euskadi, las cosas han cambiado. A la ceremonia de la confusi¨®n ha seguido la ceremonia de la esperanza, aunque de momento sea una esperanza confusa. En Euskadi, los datos se han sobresaltado, rompiendo la monoton¨ªa de las muertes y las declaraciones rutinarias vengan de donde vengan, como dec¨ªan sobre la violencia quienes ten¨ªan necesidad de desmarcarse de los excesos del Estado antes de atreverse a condenar una acci¨®n etarra. Tambi¨¦n para quienes observan el juego vasco desde fuera de nuestra geograf¨ªa, las cosas han cambiado, pero no es le) mismo. Por mucho que a alguien le duela algo a Unamuno le dol¨ªa Espa?a; a otros les duele Euskadi; a terceros, simplemente el est¨®mago, y las patrias las pol¨ªticas solamente les preocupan-, siempre es diferente verlo desde proximidades -que tienen el riesgo de las salpicaduras- que desde las informaciones de los medios de comunicaci¨®n. As¨ª, se conoce la violencia armada porque esos medios dan puntualmente cuenta de ellos, pero se ignora la violencia civil, a veces asfixiante. La violencia de la ocupaci¨®n de las calles, de los asaltos a las sedes de otros partidos, de la barricada cotidiana, de lo dif¨ªcil y duro que es para los vascos ser socialistas, algo que ellos no pregonan habitualmente, pero que es claro. Sobre la intolerancia callejera, las escuadras que imponen su ley en ciertas zonas de las ciudades y en algunos pueblos, a¨²n no se sabe qu¨¦ va, a pasar en el futuro; si las tramas civiles aceptar¨¢n su integraci¨®n en la democracia una vez terminada la violencia armada o continuar¨¢n con sus comportamientos totalitarios.Pero en cuanto a la violencia principal, los datos nuevos se nos han echado encima. Primero, la oferta de tregua; despu¨¦s, la detenci¨®n de Josu Ternera; por fin, la tregua indefinida. Entre tanto, las voces de quienes ven en cada cambio una victoria insisten en que la negociaci¨®n tratar¨¢ de los plazos de aplicaci¨®n de la alternativa KAS y pretenden la intoxicaci¨®n; aseguran que caminamos hacia la victoria etarra yendo m¨¢s all¨¢ de lo que los nueve puntos contienen o bien cumpliendo su funci¨®n de preparar a sus bases para un final bien lejos de los sue?os iniciales.
Durante muchos a?os, la confusi¨®n ha rodeado las acciones de ETA en cuanto a los fines a conseguir, pues sab¨ªa muy bien que no ten¨ªa posibilidades de victoria. Al parecer, se quer¨ªa situar en una posici¨®n de fuerza para obtener paulatinamente beneficios de sus acciones, pero ¨¦ste no es precisamente ese momento. El fin ¨²ltimo de ETA y de muchos, no todos, de sus seguidores es una sociedad no democr¨¢tica, como demuestran todos los d¨ªas en sus intervenciones, aunque traten de aprovechar la sociedad democr¨¢tica existente. La importancia de la democracia, su capacidad para organizar la vida pol¨ªtica ordenadamente, la reconocen en cuanto que la utilizan. Exigen al Estado lo que saben que jam¨¢s una fuerza pol¨ªtica de oposici¨®n podr¨ªa exigir en el hipot¨¦tico caso -m¨¢s que hipot¨¦tico, orientalmente imaginativo- de que ETA gobernase Euskadi; de que el comandante Antxon, el comandante Txelis o el comandante Ternera gobernaran Euskadi. Pero el reconocimiento de sus ventajas es continuo. Dos ejemplos. Un llamado Comit¨¦ para la Defensa de los Derechos Humanos en el Pa¨ªs Vasco, que no tiene nada que ver con la Asociaci¨®n Pro Derechos Humanos del Pa¨ªs Vasco, y que jam¨¢s habla cuando alg¨²n ciudadano recibe un tiro en la nuca, se ha quejado de la dejaci¨®n de la polic¨ªa francesa con los hijos del matrimonio Larz¨¢bal, detenido el mismo d¨ªa que Ternera. "En plena noche, a las nueve, los polic¨ªas dejaron solas a dos menores de 12 y 16 a?os en el apartamento de sus padres; 0 d¨ªas despu¨¦s, no suscitan, ninguna preocupaci¨®n de parte le las autoridades competente, "Despu¨¦s, ese comit¨¦, cuyo 3flencioante los problemas e los hijos de las v¨ªctimas de El A no se sabe que se haya roto iunca, habla de la violac¨ª¨®n de varios principios de los derec los del ni?o. Si eso es as¨ª, la protesta est¨¢ justificada: la democracia tiene sus obligaciones. Pero no estar¨ªa de m¨¢s que los hijos de los polic¨ªas asesinados fueran tambi¨¦n objeto de derechos y reclamaciones ante la direcci¨®n de ETA.
Otro ejemplo es a¨²n m¨¢s significativo. La familia del etarra Jos¨¦ kntonio L¨®pez Ruiz, conocido como Kubati, ha presentado una denuncia contra dos directores de c¨¢rceles espa?olas, por haber efectuado un traslado del recluso cuando se enconti aba enfermo. Si ha sido as¨ª a?ade mi protesta. La denuncia se ha presentado por los presuntos delitos de "imprudencia temeraria, privaci¨®n de derecbos c¨ªvicos reconocidos por las leyes y empleo de rigor innecesario". Completemos la historia. Kubati es el presunto autor del asesinato de Dolores Gonz¨¢lez Catar¨¢in, Yoyes, con la que videntemente se emple¨® un rigor innecesario que ning¨²n etarr, ni pr¨®ximo a ETA denunci¨® a ite la direcci¨®n de la banda terrc rista. Y qu¨¦ decir de los derechos c¨ªvicos reconocidos por las leyes. Si bien esto puede ser re spondido con el argumento de que esos derechos c¨ªvicos pertenece a las sociedades democr¨¢ticas, pero no a las concepcion, es pol¨ªticas de ETA. Lo que una vez m¨¢s lo explica todo.
Seg¨²n algunas fuentes, bastantes presos y refugiados desean la reinserci¨®n, pero temen que se les aplique un rigor innecesario si la deciden por su cuenta. Han comprendido que las democracias, incluso la seg¨²n ellos inexistente democracia espa?ola, ofrecen m¨¢s garantias para el disidente, para el disconforme y para quien en un momento dado se aparta del camino) marcado por la disciplina de si grupo pol¨ªtico, social o religiso que la liberaci¨®n vasca. Ciento que tambi¨¦n en las democracias funcionan mecanismos de marginaci¨®n de los inc¨®modos, pero desde ella se puede luchar para eliminarlos. La democracia es una construcci¨®n pol¨ªtica que no se termina nunca; siempre hay que defenderla, vigilarla y ampliarla, pero parte de la tolerancia y no asesina a, los antidem¨®cratas.
Por eso, la negociaci¨®n es posible que en este momento la queramos todos, incluso ETA. Salvo para algunas minor¨ªas extremas por la derecha y por la izquierda, la negociaci¨®n es la esperanza de que termine un per¨ªodo brutal de nuestra historia, que abunda demasiado en ellos. La confusi¨®n proviene de que cada uno entiende de manera diferente lo que hay que negociar. Lo que queda claro es que hay un marco constitucional y de voluntad pol¨ªtica de los partidos democr¨¢ticos firmantes del pacto de Ajuria Enea, que el Gobierno central tiene la obligaci¨®n de respetar y de no desvalorizar aceptando el objetivo de ETA, que pretende que la opini¨®n de los partidos democr¨¢ticos sea ignorada. La negociaci¨®n es, adem¨¢s de unfrente de lucha habitual para ETA y sus tramas civiles, un deseo general, pero mucho m¨¢s complejo para los vascos que para quienes s¨®lo observan el terrorismo en el telediario. Es un deseo general, pero todav¨ªa se enc¨¹entra en el reino de la ambig¨¹edad. Hay esperanzas, pero confusas.
ETA desear¨ªa oficialmente una negociaci¨®n pol¨ªtica equivalente a unas conversaciones de Gobierno a Gobierno, o de Gobierno a ej¨¦rcito guerrillero del m¨¢s cl¨¢sico estilo tercermundista; pero probablemente lo que quiere de hecho, en este momento, es que se resuelva una situaci¨®n de otro modo interminable y cada d¨ªa m¨¢s dificil para ella si se suma Argelia a la presi¨®n francesa y ante el ascenso en contra de sus acciones, de la opini¨®n p¨²blica vasca. Lo que de ninguna manera puede ser es el pago de un rescate pol¨ªtico de la democracia a unos terroristas que mantienen secuestrada la paz. Por su parte, el entorno pol¨ªtico de ETA quiere que el fin de la violencia sea no s¨®lo un adi¨®s a las armas, sino que, para mantener la cohesi¨®n de sus bases, esa retirada parezca una victoria. Los dem¨¢s, la mayor¨ªa, queremos paz y democracia. Es precisamente desde ETA y su entorno desde donde se ha negado siempre todo di¨¢logo democr¨¢tico. Ya es hora de que escuchen.
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