La transici¨®n en los partidos
Casi 12 a?os despu¨¦s de las primeras elecciones democr¨¢ticas el sistema espa?ol de partidos sigue en transici¨®n. Hoy todav¨ªa estamos asistiendo a los intentos de alumbrar alg¨²n partido en el ¨¢rea socialista, a los estertores de otro de expiraci¨®n cristiana, as¨ª como a no pocas recombinaciones, procesos de unidad, refundiciones y refundaciones.Durante bastantes a?os los partidos pol¨ªticos han vacilado en la determinaci¨®n de sus se?as de identidad. Despu¨¦s de una fase de exaltaci¨®n ideol¨®gica, muchos de ellos se han reblandecido en sus convicciones y han llegado a poner sordina a sus principios inspiradores. El abandono en un cierto momento del leninismo por parte del PCE, del marxismo por el PSOE o de los principios del Movimiento por parte de la derecha planteaba cada vez en forma m¨¢s acuciante la b¨²squeda de nuevos referentes distintivos.
La mera personalidad de un l¨ªder parece revelarse, por otra parte, insuficiente en la medida en que hasta los muy identificados con unas siglas (por ejemplo, Santiago Carrillo, Adolfo Su¨¢rez o Manuel Fraga respecto del PCE, UCD y AP) se han podido apartar de ellas por razones diversas.
Durante mucho tiempo la dificultad de orientaci¨®n de los electores no ha sido peque?a, debido, entre otras cosas, a la discordancia entre el discurso pol¨ªtico y la realidad. Muchas fuerzas pol¨ªticas procedieron, en alg¨²n momento de la transici¨®n, como el cuco, poniendo en un nido los huevos y dando en otro sus gritos. Si a esto unimos la cantidad de partidos fugaces, con nombres ef¨ªmeros, de miniaturistas de partido, bonsais pol¨ªticos, tinglados ad hoc, partidos transbordador (justo para pasarse al adversario), de operaciones varias de suma o resta y sobre todo de divisi¨®n y diversi¨®n, f¨¢cilmente se comprende la perplejidad del p¨²blico en general a lo largo del espect¨¢culo.
Hoy, sin embargo, parece que vamos llegando a una t¨ªmida clarificaci¨®n con ciertos visos de normalizaci¨®n. En estos momentos puede decirse que la era de las fundaciones ha fenecido: el sistema de listas cerradas y bloqueadas, el modelo vigente de financiaci¨®n p¨²blica de los partidos y las reglas de acceso a la televisi¨®n constituyen obst¨¢culos pr¨¢cticamente insalvables para la creaci¨®n de nuevas fuerzas pol¨ªticas.
Se tiene la impresi¨®n de que ya no hay m¨¢s cera que la que arde y que s¨®lo cabe la mutaci¨®n, la transformaci¨®n o la escisi¨®n de los partidos existentes.
Este proceso de adaptaci¨®n fue recorrido antes que nadie por el PSOE en un camino que le llev¨® desde Suresnes a la Moncloa, de la edad de la pana a los fastos del poder y del discurso ¨¦tico al pragmatismo gradualista. El PSOE actual se parece poco al de 1976, pero tiene bastante similitud con otros partidos socialdem¨®cratas y socialistas europeos que pasaron a su Bad Godesberg varios lustros atr¨¢s. La relativa disminuci¨®n de su electorado, que ya empieza a apuntarse, guarda tambi¨¦n cierto paralelismo con la implantaci¨®n electoral de un partido de esta naturaleza en una sociedad como la nuestra.
En el centro, despu¨¦s de la voladura de UCD y del poco edificante ejemplo en conductas y trayectorias, la realidad va mostrando que es el CDS de Adolfo Su¨¢rez el que va a aglutinar este espacio pol¨ªtico, clave para inclinar la balanza en las contiendas electorales. Su integraci¨®n en la Internacional Liberal, por sorprendente que a primera vista parezca, tampoco resulta especialmente chocante en comparaci¨®n con otros partidos europeos que vienen cumpliendo una funci¨®n pol¨ªtica semejante.
Por su parte, en el ¨¢rea de la derecha, una cierta adaptaci¨®n parece que ha comenzado. Alianza Popular, su principal exponente, hab¨ªa cambiado poco a lo largo de todos estos a?os. Se parec¨ªa al ente parmen¨ªdeo, perpetuamente id¨¦ntico a s¨ª mismo. Pero ahora, en los ¨²ltimos d¨ªas, AP se ha refundado. Ha sido refundada, para mayor paradoja, por su propio fundador.
Todo ello podr¨ªa ser un acontecimiento de primera magnitud, aunque hasta el momento no se sabe demasiado bien en qu¨¦ consiste. Conviene decir que la palabra refundaci¨®n. no figura en el Diccionario de la Real Academia, aunque s¨ª la de refundici¨®n. Hay quien cree que puede tratarse justamente de eso: de refundir a conservadores, liberales y democristianos en un solo partido, volviendo a una forma unificada de la deshecha Coalici¨®n Popular. Otros pueden pensar que refundar es como colocar una funda nueva. Otros, en fin, que es el cambio mismo del nombre la esencia de la refundaci¨®n. Antes hab¨ªa Alianza Popular, ahora Partido Popular; quiz¨¢ como antes hab¨ªa enfermeras, hoy ATS; antes porteros, hoy empleados de fincas urbanas; antes peritos, hoy ingenieros t¨¦cnicos, as¨ª cuantos se quiera.
Ser¨ªa lastimoso que la refundaci¨®n se quedara en eso, en la ¨®rbita de un mundo permanentemente lampedusiano, con su espectros del pasado, o el "Plus ?a change, ?a reste la m¨ºme chose", que dicen nuestros vecinos.
La transici¨®n en el sistema de partidos no creo que pase el cabo de las tormentas mientras no llegue plenamente a la derecha espa?ola, lo que probablemente supone una articulaci¨®n distinta a la actual, integradora de las fuerzas regionalistas hoy dispersas y coordinada en una otra forma con los partidos nacionalistas existentes. Esa articulaci¨®n bien hecha y bajo un, orientaci¨®n clara encontrar¨ªa, f¨¢cilmente homologaciones naturales en otros pa¨ªses europeos y liberar¨ªa, por cierto, m¨¢s a si derecha un espacio electoral sin duda limitado, pero bien distinto al de los partidos populares europeos.
El sistema europeo de partidos, con las modulaciones propias de cada pa¨ªs (y que en Espa?a viene dado por la singularidad de los nacionalismos hist¨®ricos), presenta entre el comunismo a la izquierda y las posiciones de extrema derecha al otro lado del espectro una gama fundamental de tres opciones, socialista democr¨¢tica, centrista liberal y popular, que bien podr¨ªan constituir la meta de esta particular transici¨®n de los partidos.
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