La magia del viol¨ªn

El ¨²ltimo concierto de Iberm¨²sica presentaba un programa que inclu¨ªa una S¨¦ptima sinfon¨ªa de Bruckner que dificilmente podria hacernos olvidar la que dirigi¨® Maazel con la Filarm¨®nica de Berl¨ªn dentro del pasado Festival de Oto?o, y el Segundo concierto para viol¨ªn de Shostakovich, con la actuaci¨®n estelar, y sobre el papel interesant¨ªsima, de Guidon Kremer. Pues bien, todas las previsiones se cumplieron. Herbig es un director de mayor solidez e inspiraci¨®n y la Sinf¨®nica de Detroit una orquesta de homogeneidad y calidad muy apreciables, entre las mejores del continente americano, exceptuando las cuatro o cinco grandes. Pero, sin duda, la atracci¨®n de la tarde result¨® el violinista de Riga, a pesar del ¨¦xito obtenido tambi¨¦n con Bruckner.Para cualquier violinista de categor¨ªa siempre es m¨¢s f¨¢cil el triunfo con obras de repertorio habitual, como los conciertos de Chaikovski, Sibelius o Brahms. Por ello tiene m¨¦rito que Kremer trajese el menos frecuente Segundo de Shostakovich, obra estrenada por Oistrakh en 1967 y que es una de las muchas que integran su amplio repertorio, que va desde Morelli a Henze, pasando por todos los cl¨¢sicos.

Versi¨®n antol¨®gica

Su versi¨®n, de antolog¨ªa, pudo con las grandes dificultades virtuos¨ªsticas de la partitura y, sobre todo, con los problemas de asequibilidad que para el p¨²blico puede encerrar, hasta obtener un ¨¦xito clamoroso que le oblig¨® a conceder una propina en solitario.

En la propina, al igual que interpretando a Shostakovich, Kremer supo lucirse tanto con una mec¨¢nica envidiable como con la calidad de un fraseo que pocos violinistas de hoy pueden compartir. Hay que subrayar, y muy especialmente un sonido de una belleza, redondez y calidez que s¨®lo puede obtenerse utilizando un instrumento ¨²nico, como, sin duda, Kremer debe poseer. Una actuaci¨®n solista magistral.