La muerte del m¨²sico
La muerte de Thomas Bernhard deja en el aire preguntas fundamentales sobre el porvenir de una literatura espec¨ªficamente centroeuropea -quiz¨¢ fuera mejor decir europea- y que llega desde el proyecto del Grupo 47 alem¨¢n. Toda muerte es un s¨ªmbolo, resume o anuncia algo de lo que sucede, y la de Bernhard tiene ese componente en el grado m¨¢s alto. Su literatura fue siempre de choque, contra s¨ª mismo, contra los dem¨¢s, contra el vac¨ªo que se hab¨ªa instalado en la identidad de este continente dividido que es Europa.El resultado fue el acoso a que se le someti¨® en su propia casa durante los ¨²ltimos a?os, adonde se organizaban excursiones para romperle los cristales a pedradas. El no pact¨®, a diferencia de tantos otros escritores, con la nueva sociedad que se hab¨ªa encumbrado tras el desastre de la segunda gran guerra. A esa sociedad le dijo sencillamente "no". Y se qued¨® solo. Su muerte no es, pues, otra cosa que esa soledad llevada a un extremo sin retorno.A una desaparici¨®n que hab¨ªa calculado con la precisi¨®n (le un golpe de mano.
Una expresi¨®n musical
Sus libros no estaban escritos para nadie, ni siquiera para su autor. No eran espejos de nada ni conten¨ªan materia comunicable. Lo que dec¨ªan, lo dec¨ªan en el tono de las sombras que se proyectaban en la caverna de Plat¨®n. Con el convencimiento de que nuestra relaci¨®n con la verdad es una apariencia m¨¢s de las cosas. De ah¨ª que la expresi¨®n de sus novelas no fuera realista o naturalista o hist¨®rica, sino musical.
La obra del austriaco actu¨® sobre la cultura europea como una mirada exterior. No s¨®lo desnud¨® los asuntos que sus libros tocaban -casi siempre lindantes con una locura introspectiva, autoanal¨ªtica-, sino que desnud¨® a la literatura de su falso papel de mediadora ante el mundo.
S¨®lo tuvo seguidores en lo est¨¦tico, pero se han echado en falta a lo largo de los ¨²ltimos a?os autores que participaran de una postura tan radical, tan poco compasiva ante lo que estaba sucediendo, y que para Bernhard no era otra cosa que el fin de la cultura que se nos hab¨ªa legado. La sociedad del pensamiento estaba compuesta por una galer¨ªa de mercaderes disfrazados, de profetas oportunistas y de maniqu¨ªes intelectuales. El sue?o de la raz¨®n no era m¨¢s que la pesadilla del sinsentido. Esa mirada exterior produjo quiz¨¢ la literatura m¨¢s intensa, m¨¢s potente, del ¨²ltimo cuarto de siglo. Y desde su distancia mostr¨® una manera poderosa de entender el papel del escritor en el mundo al que se dirig¨ªa. ?sta es una de las razones que hac¨ªan del autor de Tala una figura imprescindible, un punto de referencia al que siempre se volv¨ªa la vista, cuando todos dudaban del suelo que pisaban sus pies. Por parad¨®jico que resulte, Bernhard era el depositario de una tradici¨®n que hab¨ªa hecho del escritor una figura al margen de todo y que s¨®lo pod¨ªa crecer en ese aislamiento. Lo dif¨ªcil ahora es encontrar alguien que nos devuelva esa mirada.
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