Entre la p¨®lvora y los fuegos
Toda fiesta marca, al margen de las licencias, estrictos rituales en horarios y costumbres, en actos y protocolos. Las Fallas de Valencia no escapan a esta norma general y las jornadas festivas tienen dos inevitables puntos de referencia. A las dos de la tarde, decenas de miles de personas se acercan a la plaza del Ayuntamiento para disfrutar, s¨ª disfrutar, del olor a p¨®lvora en esa suerte de pac¨ªfico bombardeo que es una masclet¨¤. Antes y despu¨¦s la gente se pasea en un remedo de zoco marroqu¨ª donde las miradas se cruzan, los encuentros se apalabran y las seducciones se intuyen.La otra cita ineludible utiliza como escenario el Jard¨ªn del Turia y se celebra al filo de la medianoche. En los castillos de fuegos artificiales de las Fallas se pueden ver las mejores demostraciones del a?o, ya que la fiesta valenciana sirve como escaparate privilegiados para los futuros contratos de los pirot¨¦cnicos. Tras el disparo de los fuegos, la mayor¨ªa se desparrama e inunda una ciudad que siente pasi¨®n por vivir en la calle, pero que desborda todav¨ªa m¨¢s esta locura en las Fallas.
Entre la masclet¨¤ y los fuegos artificiales, las m¨ªticas cinco de la tarde, la hora taurina, definen la tercera cita. El centro de la ciudad registra un bullicio especial al que no escapa la estaci¨®n, vecina de la plaza de toros de la calle de X¨¤tiva, y donde llegan aficionados de pueblos y ciudades cercanas.
La feria taurina de Fallas anticipa todos los a?os la fiesta en una Valencia que ya huele a p¨®lvora y donde el tr¨¢fico supera el caos habitual en medio del montaje de 350 monumentos de cart¨®n y madera. El clar¨ªn que son¨® ayer ha brindado la se?al de salida. Que empiece la fiesta.
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