Los dos espa?oles de La Tablada
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Cierto d¨ªa de 1984, los hermanos Pablo y Joaqu¨ªn Ramos agarraron los b¨¢rtulos y se largaron a su Argentina natal. Contaban entonces con 16 y 14 a?os, la nacionalidad espa?ola y la esperanza de que su padre, un peronista exiliado en Espa?a, pudiera un d¨ªa regresar a Buenos Aires. As¨ª, se enrolaron en sus estudios, en un apartamento con su abuela y, m¨¢s adelante, en el Movimiento Todos por la Patria (MTP). El pasado 23 de enero, domingo, participaron en el asalto al cuartel de La Tablada. Pablo est¨¢ muerto. Joaqu¨ªn, detenido.La madre de los hermanos Ramos, Marta Mora, acaba de regresar de Buenos Aires, donde ha visitado durante diez d¨ªas a su hijo Joaqu¨ªn, acribillado por cuatro tiros benignos. Seg¨²n la versi¨®n transmitida por su hijo, aquel domingo de enero, al mediod¨ªa, recibieron una llamada: "Nos reunimos en el cuartel de La Tablada. All¨ª est¨¢ Seineld¨ªn", dijo un dirigente del MTP a los hermanos. As¨ª comenz¨® para ellos el asalto.
"No sab¨ªamos en realidad lo que ¨ªbamos a hacer. Cre¨ªamos que all¨ª se estaba tejiendo un golpe de estado, del que se ven¨ªa hablando en los ¨²ltimos d¨ªas, y que ¨ªbamos a intentar contrarrestarlo, apoyados por m¨¢s gente", declar¨® Joaqu¨ªn a su madre en la c¨¢rcel bonaerense.
Seg¨²n su versi¨®n, que confirma los informes de los abogados defensores (ver EL PA?S del 26 de febrero), los militares que acudieron a reprimir el asalto al cuartel practicaron fusilamientos despu¨¦s de la rendici¨®n. "A m¨ª me salv¨® la vida la llegada de Alfons¨ªn, 30 horas despu¨¦s de que empezara todo", cont¨® Joaqu¨ªn Ramos. Durante esas 30 horas de confusi¨®n, los asaltantes intentaron reunirse varias veces. "Pero no aceptaban nuestra rendici¨®n, nos quer¨ªan matar a todos. No quer¨ªan sacar de all¨ª a nadie vivo. Cuando Reg¨® Alfons¨ªn en su helic¨®ptero presidencial, s¨®lo entonces pararon los milicos", contin¨²a Joaqu¨ªn.
Cuando los militares entraron en el cuartel, les desnudaron, les encapucharon, y empez¨® la tortura. "Volvemos a los 70, volvemos a los 70", gritaban algunos. "Cuando entro yo, entra Dios", dec¨ªa otro. Cuenta Joaqu¨ªn que uno de los militares se dirigi¨® hacia ellos con la pregunta: "A vos, ?te gust¨¢ el tango?" Los diez primeros no contestaron. El interlocutor les peg¨® con la culata. El siguiente respondi¨® que s¨ª. El interlocutor a?adi¨®: "Te acord¨¢s de aquel que dice 'Sur, pared¨®n y despu¨¦s...'. Pues eso les va a pasar a ustedes".
Y as¨ª, tango a tango, cayeron Provenzano, Carlos Samojedni y Berta Calvo, entregados vivos y nunca m¨¢s vistos con vida. A¨²n hay varios cad¨¢veres sin identificar. Los supervivientes de la represi¨®n han contado las torturas pasadas. Marta Mora no termina de ennumerar las vejaciones que ha pasado Joaqu¨ªn. Golpes, quemaduras, culatazos, traslados desnudo y con capucha de un lugar a otro, sin previa mediaci¨®n de juez o m¨¦dico, o la supervivencia en una celda m¨ªnima, ba?ada en su propia sangre y excrementos.
Del piso de los Ramos ha quedado una puerta destrozada a hachazos y un guardia apostado en el umbral, que su abuela no ha querido traspasar. De Pablo Ramos, una tumba en Buenos Aires y la sospecha de un fusilamiento en pared¨®n y con tiro de gracia: ocho balas en el pecho y una en la cabeza.
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