La 'caza' del extranjero
Las progresivas restricciones han convertido las expulsiones de emigrantes 'ilegales' o faltos de documentos en una rutina diaria
Los extranjeros, especialmente emigrantes y refugiados, que hasta ahora suscitaban una mezcla de solidaridad y xenofobia en la sociedad espa?ola, han adquirido en los ¨²ltimos meses biograf¨ªas sospechosas. Las nuevas restricciones econ¨®micas y la progresiva implantaci¨®n de la frontera ¨²nica europea convierten a todo emigrante no suficientemente documentado en un candidato a la expulsi¨®n, pr¨¢ctica que, a trav¨¦s del internamiento temporal en centros de extranjeros, se ha convertido en una rutina diaria.
Francisco Leonel Campos estaba leyendo tranquilamente el Asno de oro la ma?ana del jueves 16 de marzo como si nada ocurriera a su alrededor y nada pasara por su cerebro. Tan poderosa concentraci¨®n era fruto, probablemente, de su condici¨®n de actor, pero tambi¨¦n de su empe?o en olvidar el lugar en el que se encontraba esa ma?ana y el extremo papel que estaba representando. Rodeado de otros hombres y mujeres de diferentes nacionalidades -alrededor de sesenta-, que, vigilados por alg¨²n polic¨ªa, segu¨ªan con desgana la programaci¨®n matinal de un televisor encendido, el salvadore?o segu¨ªa leyendo impasible, como si en vez de estar en el centro de detenci¨®n de extranjeros de Madrid se encontrara junto al velador de su piso madrile?o de la calle de San Joaqu¨ªn, la vivienda que ha compartido con un espa?ol hasta el 1 de marzo, fecha en que el azar quiso que fuera interpelado por la polic¨ªa acerca de su documentaci¨®n cuando cruzaba la Puerta del Sol.Un azar que modific¨® de forma instant¨¢nea sus ¨²ltimos d¨ªas. Hasta el punto de que este salvadore?o, que lleg¨® a Espa?a en 1982 y que adem¨¢s de haber obtenido durante dos a?os becas de ayuda al refugiado ha actuado en el reparto de m¨¢s de una zarzuela, fue conducido a Barajas el pasado 6 de marzo, cinco d¨ªas despu¨¦s de su detenci¨®n, para ser expulsado del pa¨ªs. S¨®lo el recurso y la petici¨®n de tutela ante el juez de guardia suspendi¨® en el ¨²ltimo momento su subida al avi¨®n y cambi¨®, de momento, el desenlace previsto. No obstante, fue llevado de nuevo al centro de extranjeros de Madrid para agotar el plazo de detenci¨®n.
Por ser actor y ser tratado inicialmente como refugiado -aunque sin estatuto-, Campos no ha tenido problemas para trabajar sin necesidad de presentar permiso de residencia, pero no es la primera vez que tiene problemas burocr¨¢ticos. "En 1985 me contrataron en la Zarzuela para hacer de buf¨®n y me volv¨ª loco para obtener permiso de trabajo. Inicialmente me ped¨ªan permiso de residencia, y para obtener ¨¦sta, un visado especial de trabajo. Hasta que en Exteriores me dijeron que no requer¨ªa visado, sino tan s¨®lo presentar el contrato en el Ministerio de Trabajo. Lo hice as¨ª y me dieron permiso de trabaje, hasta 1987. Pero al querer renovarlo me pidieron otra vez la. residencia y lo dej¨¦".
Es una historia com¨²n. Campos forma parte de los 360.000 extranjeros indocumentados que viven en Espa?a, una tentaci¨®n para la polic¨ªa, que, con la ley de extranjer¨ªa en la mano, puede abordarlos. en la calle dej¨¢ndose guiar simplemente por su color o sus rasgos.
Expulsiones r¨¢pidas
"Expulsiones por no tener todos los papeles; o por no haber renovado alg¨²n documento ocurren todos los d¨ªas", afirma la abogada que asesora a Campos, Mar¨ªa ?ngeles L¨®pez. "Algunas de ellas pueden recurrirse y paralizarse incluso a pie de avi¨®n si se act¨²a con celeridad, pero otras no, porque empieza a ser frecuente que ejecuten la expulsi¨®n a las pocas horas de notificarla, lo que impide recurrir", agrega la letrada.
A pocos metros de Campos, Mustaf¨¢ Ajoau, sereno y grave, no dispon¨ªa el jueves 16 de marzo de un libro para leer, pero en su bolsillo guardaba una notificaci¨®n de expulsi¨®n que acababa de recibir y que el joven marroqu¨ª pensaba ense?ar a su abogado esa tarde. Mustaf¨¢ tiene un hijo de tres a?os con una espa?ola y lleg¨® a este pa¨ªs en 1984, tras quebrar la imprenta de Melilla en la que trabajaba con anterioridad. Ha trabajado como recepcionista en una residencia de ancianos y en una discoteca y hasta hace poco vend¨ªa cazadoras de cuero en el Rastro, pero le negaron el puesto en la ¨²ltima reestructuraci¨®n.
Unido a su compa?era por un certificado de convivencia notarial -"su familia dijo que s¨®lo la quer¨ªa por los papeles y mi orgullo no me permiti¨® contraer matrimonio"-, Ajoau obtuvo permiso de residencia por un a?o, que no le renovaron despu¨¦s por no tener permiso de trabajo. A pesar del aval de su mujer, que se dedica a la limpieza y que asegur¨® que estaba dispuesta a mantenerlo, no ha logrado un nuevo permiso de residencia.
"?Puede demostrar que es comerciante?", le preguntaron a Mustaf¨¢ cuando dijo que vend¨ªa cazadoras. El resultado es que, si no recurre antes, puede ser expulsado en el plazo que media entre escribir este reportaje y su publicaci¨®n. "No pueden separar a un padre de su hijo", argumentaba Mustaf¨¢ Ajo¨¢u el pasado jueves. "No entiendo por qu¨¦ me detienen y me quieren expulsar de esta extra?a manera. Podr¨ªan darme una carta y decirme que me fuera, pero no as¨ª", concluy¨®.
De esa extra?a manera fue obligada a marcharse la ecuatoguineana Dolores Barleycon, expulsada a primeros de marzo por no tener permiso de residencia ni "trabajo l¨ªcito". Barleycon traba jaba en un top less y conviv¨ªa con el tambi¨¦n ecuatoguineano Nemesio Erike, bailar¨ªn con contrato en regla y padre de su hija Sandra, de 19 meses y nacida en Madrid. A pesar de los esfuerzos del Defensor del Pueblo, obliga do a regatear durante la noche del 3 de marzo un infructuoso aplazamiento de la expulsi¨®n, Barleycon fue llevada a Barajas esa noche para viajar de madrugada a su pa¨ªs con una orden de expulsi¨®n con fecha de 4 de marzo.
"?se es el pan de cada d¨ªa", opina el ahogado de C¨¢ritas Jos¨¦ Valero. "Act¨²an con tal tremendismo que no da tiempo a aportar la documentaci¨®n que falta y que en muchos casos puede lograrse. Puedo entender, aunque no lo comparta, que haya que limitar la entrada en una Europa que necesita reestructurarse Pero es que est¨¢n cazando a la gente en la calle. Y est¨¢n expulsando a marroqu¨ªes que llevan aqu¨ª desde los a?os sesenta, gente que ha trabajado de agricultor en Catalu?a o que ha estado abriendo zanjas hasta ayer para los ayuntamientos de Boadilla o Majadahonda (Madrid)".
Como rosquillas
El d¨ªa anterior a la primera masclet¨¢ de las fallas, Khalid Dlbba, tambi¨¦n marroqu¨ª, decidi¨® sumarse a la algarab¨ªa de la ciudad armando su particular esc¨¢ndalo en el centro de detenci¨®n de extranjeros de Valencia. Dibba, casado con una espa?ola, pero ilegal, fue detenido el 8 de marzo y llevado al centro de detenci¨®n, mas precario en instalaciones que su hom¨®logo hotel madrile?o. Y el 15, sumido en la penumbra de una ciudad con clima de primavera y frustrado por no poder ver a su mujer m¨¢s que una hora a la semana, Dibba -junto a otrosrompi¨® alg¨²n que otro mobiliario y despu¨¦s se achin¨®, o sea, se autolesion¨® con cortes en diferentes partes del cuerpo, hecho difundido por su abogado, el letrado valenciano Manuel S¨¢ez.
"El problema de fondo no es la ley, sino que gran parte de los jueces de instrucci¨®n se desentienden de los autos de internamiento y los conceden como rosquillas, olvidando que los expedientes tambi¨¦n pueden hacerse en r¨¦gimen abierto, sobre todo cuando el sujeto tiene domicilio fijo", declara Manuel S¨¢ez. "La prueba es que raramente se dictan autos de internamiento contra blancos o europeos, a excepci¨®n de alg¨²n mendigo alem¨¢n absolutamente indocumentado. Por el contrario, han llegado a detener y expulsar a un africano que s¨®lo llevaba cinco d¨ªas en Valencia y que pod¨ªa estar perfectamente como turista". "Lo grave no es que los expulsen, puesto que es recurrible, sino que la polic¨ªa los tenga hasta 40 d¨ªas en su corral. Porque, efectivamente, no est¨¢n en la c¨¢rcel, pero al menos en Valencia est¨¢n peor: est¨¢n encerrados 22 horas, s¨®lo tienen dos horas de patio y encima no tienen derechos ni est¨¢n vigilados por funcionarios de justicia".
El endurecimiento progresivo de la legislaci¨®n tambi¨¦n empieza a afectar a M¨®nica G¨®mez, chilena y madre de cuatro hijos -dos de ellos, nacidos en Madrid-, que al Regar a Espa?a, en 1981, solicit¨® refugio y m¨¢s tarde, al deneg¨¢rselo, asilo. G¨®mez y su compa?ero obtuvieron el primer a?o de estancia en Espa?a la ayuda econ¨®mica preceptiva para los solicitantes de asilo -en la actualidad, 3 1.000 pesetas por persona, o 42.000 por matrimonio.
Despu¨¦s, pasado el a?o y denegado el estatuto, G¨®mez ha seguido solicit¨¢ndolo y ha logrado renovar cada tres meses un carn¨¦ provisional de solicitante de asilo. As¨ª han llegado hasta hoy, manteni¨¦ndose a base de confeccionar y vender ropa en el Rastro, aunque "ahora el Ayuntamiento me ha quitado el puesto por no tener permiso de trabajo". Viven en un pueblo de la comunidad madrile?a donde sus hijos van al colegio y su suerte se repite en aquellos suramericanos que al comienzo de la transici¨®n fueron recibidos como virtuales refugiados y que, al no haber conseguido consolidar su situaci¨®n con la holgura de otros compatriotas, padecen ahora el progresivo estrechamiento del cerco.
Garant¨ªas dudosas
"?sta es una ley para no tener extranjeros", opina un portavoz del Comit¨¦ de Defensa de Refugiados, Asilados e Inmigrantes de Espa?a (CONRADE). "Se est¨¢ aplicando a rajatabla y se achaca a las presiones de nuestros socios, pero se olvida que en Europa tambi¨¦n hay pa¨ªses, como Francia, que mantienen una actitud m¨¢s selectiva frente a otros m¨¢s duros, como Dinamarca y la RFA, a los que Espa?a parece querer imitar", contin¨²a el portavoz. "Con la diferencia de que la polic¨ªa espa?ola no est¨¢ tan concienciada en derechos humanos como la belga o la francesa.. La ley es parecida, pero aqu¨ª se aplica peor, con m¨¢s trabas burocr¨¢ticas y dudosas garant¨ªas", finaliza.
Trabas burocr¨¢ticas que dificultan tambi¨¦n la integraci¨®n de norteamericanos o europeos que no sean inversores o que no dispongan de un contrato previo. Como le ocurre al norteamericano David Pawlak, que, a pesar de ser "vecino e inquilino de Madrid desde 1977" y de tener trabajo estable en una escuela de idiomas, lleva desde finales de 1987 intentando regularizar su situaci¨®n de forma duradera.
C¨¢ustico y con cierto talante de viejo hidalgo, Pawlak, que dispone de tiempo y no le apremia el dinero, asegura que los meses que ha permanecido ilegal ha donado su sueldo a la escuela en la que trabaja. "S¨¦ que soy un privilegiado, porque he compartido colas con otros extranjeros en la comisar¨ªa de Los Madrazo y el trato es de ganado. Este carn¨¦ de trabajo, aunque caducado, es de oro", afirma Pawlak. Sigue, por tanto, renovando permisos acompa?ado de una fotocopia de la ley de extranjer¨ªa con un texto subrayado en el que se lee la pretensi¨®n de "favorecer la integraci¨®n de los extranjeros en la sociedad espa?ola".
Ver reportaje en el suplemento Domingo, p¨¢ginas 1 a 3.
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