Conductores a la fuerza
El deficiente transporte p¨²blico empuja a los vecinos de la periferia a venir a Madrid en su propio veh¨ªculo
Vienen solos, se van solos. Envejecen en las largas colas de la autov¨ªa de Extremadura o de la carretera de La Coru?a. Se pasan las horas muertas al volante y parecen dispuestos a llegar en coche hasta la sepultura. Son los sufridos automovilistas -m¨¢s de 200.000que se resisten a entrar a Madrid en tren, autob¨²s o metro y prefieren llegar en su propio coche y sin compa?¨ªa. Razones tienen. Retrasos, incomodidad, dificultades para hacer transbordo... Demasiados factores para un virus extendido en la periferia: la aversi¨®n al transporte p¨²blico.
Un ladrillo y una esponja pueden ser muy ¨²tiles. ?Para qu¨¦? Entre otras cosas para tapar las peque?as deficiencias de las camionetas que enlazan M¨®stoles con Madrid."Los conductores que no tienen la talla suficiente, y debido a la falta de adaptabilidad de sus asientos, tienen que poner un ladrillo sobre los pedales para llegar con los pies", explica ?ngel Vergara, del comit¨¦ de la empresa de transportes De Blas. "La esponja, introducida en el hueco del dep¨®sito, sirve para absorber la gasolina que se derrama".
La camioneta de siempre, la Blasa, el pariente pobre del confortable autob¨²s, sigue devolviendo todas las ma?anas a la cruel realidad a miles de trabajadores que viven en la periferia.
El trayecto hasta Madrid, como reconoce el mism¨ªsimo portavoz del Grupo Socialista en M¨®stoles, Jos¨¦ Luis Gallego, es "toda una aventura". La lectura es una placer prohibido para los viajeros por culpa de las vibraciones del motor y de la mala amortiguaci¨®n. Y eso si la camioneta no se queda tirada "por problemas mec¨¢nicos".
Pese a las ventajas del ferrocarril hasta Aluche, miles de vecinos de M¨®stoles siguen quemando su paciencia entre la Blasa y las interminables colas en la carretera de Extremadura.
Ataque de nervios
Pelayo Molinero se debat¨ªa entre la congelaci¨®n y el ataque de nervios. Llevaba m¨¢s de media hora como una estaca en el desangelado apeadero de Coslada, y cuando vino el tren no pudo resistir la tentaci¨®n: se lanz¨® valientemente a la v¨ªa y se plant¨® en medio de los ra¨ªles junto con otra viajera."Aunque el tren no par¨®, creo que la acci¨®n simb¨®lica sirvi¨® de algo". Aquella ma?ana de enero dej¨® huella en Molinero, concejal comunista de Coslada y funcionarlo del Instituto de Bachillerato a Distancia en Madrid.
Desde entonces se muestra muy comprensivo con los conductores que se lanzan a tumba abierta sobre Madrid: "Casi es mejor esperar 10 minutos caliente dentro del coche que cinco menos aterido de fr¨ªo en el apeadero de Renfe aguardando un tren que no acaba de llegar".
Eulogio Hern¨¢ndez, de 45 a?os y empleado de banca, parece haber seguido ese consejo. A Hern¨¢ndez, que viene tambi¨¦n hasta Madrid desde ese rinc¨®n de 80.000 habitantes llamado Coslada, le da por ¨¦pocas. A veces coge el tren, y otras se atreve con la carretera de Barcelona.
?ltimamente aparca como puede en Moratalaz y coge la l¨ªnea 9 hasta el barrio de Salamanca. No es el ¨²nico. Decenas de automovilistas han descubierto las maravillas de la estaci¨®n de metro de Pavones e invaden con sus coches un descampado que hace las veces del aparcamiento que no acaban de construir.
"Eso s¨ª", dice Eulogio, "lo dejo ah¨ª porque salgo pronto del trabajo. Si saliera m¨¢s tarde no se me ocurrir¨ªa. Ya sabes, los chorizos... Yo estar¨ªa dispuesto a pagar 20 duros todos los d¨ªas si me garantizan que al volver me encuentro las cuatro ruedas".
Los amigos de lo ajeno tambi¨¦n menudean por la estaci¨®n de ferrocarril del Soto de M¨®stoles. Andr¨¦s Cort¨¦s, automovilista y vecino de esa ciudad dormitorio, afirma haber sido v¨ªctima de "los gamberros que hacen y deshacen a su antojo" en el aparcamiento disuasorio de El Soto.
Casi todos los automovilistas est¨¢n a favor de los aparcamientos a pie de estaci¨®n, pero no dejan de ponerles pegas. Muchos encuentran la excusa perfecta para no utilizarlos: se quedan cortos, no est¨¢n vigilados y a veces es una odisea llegar a ellos.
Los contrastes saltan a la vista: el aspecto desolador que ofrece muchas d¨ªas el aparcamiento de la estaci¨®n de metro de Canillejas frente al no quedan plazas del intercambiador de Aluche.
Coche propio
El Consorcio de Transportes estudia implantar un servicio de vigilancia en aparcamientos a pie de estaci¨®n para animar a los automovilistas reticentes. En un futuro es muy posible que se exija la presentaci¨®n del abono de transportes para acceder a ellos.Sorprende, sin embargo, que a estas alturas no exista un plan de aparcamientos disuasorios que ponga fin de una vez al divorcio secular entre el coche, el tren, el metro y los autobuses.
Los m¨¢s de 125.000 vecinos de Alcobendas y San Sebasti¨¢n de los Reyes esperan con resignaci¨®n el d¨ªa en que se digne a pasar por all¨ª el tren. Aqu¨ª, m¨¢s que en ning¨²n sitio, los trabajadores se ven empujados al coche.
"Tengo que salir de casa a las 5.45 para llegar a la Moncloa hacia las siete de la ma?ana o a las 7.15. Antes iba en mi propio coche, luego cambi¨¦ por aquello de irme en el coche grande de todos y dejar el peque?o en casa. Todo es in¨²til", As¨ª cuenta su tortura diaria en la carretera de La Coru?a Jaime Roa, estudiante de 21 a?os. "A las seis y media de la ma?ana ya empieza a estar cargada la carretera y lo del cuarto carril no sirve para descongestionarla. Adem¨¢s, inexplicablemente, a las nueve lo quitan, cuando el atasco sigue siendo absoluto".
Joaquin Mora, asiduo "masoquista" de la carretera de La Coru?a, aconseja a los que lean estas l¨ªneas que utilicen las nuevas v¨ªas de Pozuelo a Aravaca y la carretera de Castilla.
Otro consejo: que no se dejen la paciencia en casa, porque el conflictivo acceso desde las ciudades de los yuppies s¨®lo lo arregla un milagro.
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