Las vacaciones del lenguaje
En los an¨¢lisis de la filosof¨ªa moral y pol¨ªtica se utiliza con frecuencia una forma de aproximaci¨®n propia de las ciencias experimentales, aislando el fen¨®meno que se quiere estudiar del contexto hist¨®rico en que se produce. La vieja idea del contrato social como principio l¨®gico regulador del origen del poder y de la sociedad es un ejemplo anticipado de tales formas de proceder. Quiz¨¢s hoy en Espa?a un intento de esas caracter¨ªsticas podr¨ªa tener inter¨¦s para analizar la situaci¨®n y el futuro de la izquierda, prescindiendo de la falta de comunicaci¨®n entre los varios grupos protagonistas de la izquierda, de las acusaciones mutuas y de los sentimientos a veces irreversibles que se han suscitado entre unos y otros y que llevan a manifestaciones, a an¨¢lisis y a decisiones poco objetivos, apresurados, cuando no sectarios y destructivos.Se pueden detectar algunos modelos fijos de comportamiento que emergen de esas situaciones y que dificultan, si no impiden, una comunicaci¨®n intersubjetiva, capaz de generar conclusiones serias sobre la izquierda y su futuro. Se tiene la impresi¨®n de que la desorientaci¨®n predomina y que las ideas sobre las que se ha fundado en los ¨²ltimos 150 a?os la identificaci¨®n de la izquierda giran sin sentido. Como dice Wingenstein en sus Investigaciones filos¨®ficas, estamos ante un caso en el que el lenguaje "se va de vacaciones y empieza a operar locamente, como una turbina que girase en el aire fuera de sus engranajes". Probablemente, los grupos sociales y pol¨ªticos ajenos a la izquierda y los medios de comunicaci¨®n que les apoyan tampoco contribuyen demasiado -porque no es evidentemente su inter¨¦s- a aclarar el panorama. Entre esos comportamientos cristalizados que encontramos en la vida espa?ola en relaci¨®n con la izquierda pol¨ªtica y social, a veces aut¨¦nticas falacias construidas y a veces s¨ªndromes dados, podemos se?alar algunos que ciegan o distorsionan la realidad y que invalidan cualquier estudio que cuente con ellas o que se haga simplemente aceptando su existencia. Las indico sin ninguna prelaci¨®n y sin considerar que son un n¨²merus clausus que se agota con mi enumeraci¨®n.
1. La falacia del partido h¨¦rcules. Existe cuando se piensa, y se ha pensado, que un solo partido puede llevar adelante, prescindiendo de los dem¨¢s, el programa de la izquierda, y que las restantes deben desaparecer, someterse a la hegemon¨ªa del partido h¨¦rcules, o no ser considerados como de izquierdas por no coincidir con el propio punto de vista. Este esp¨ªritu se ha encontrado principalmente en el partido socialista y en una ideologia prepotente y optimista sostenida hasta hace pocos meses, pero tambi¨¦n en el comunista, cuando se niega a aceptar que el PSOE sea un partido de izquierdas y lo considera irrecuperable para planteamientos progresistas.
Tambi¨¦n se puede hablar de partido h¨¦rcules cuando nos encontramos ante la formulaci¨®n de la autonom¨ªa del partido socialista frente a los sindicatos y, en concreto, frente a UGT, a partir del conflicto de planteamientos y de la huelga general del 14 de diciembre, rompiendo un modelo de colaboraci¨®n que arranca de la fundaci¨®n de UGT, en 1888, por militantes socialistas que hab¨ªan creado la Agrupaci¨®n Socialista Madrile?a, embri¨®n del PSOE en 1879. Si, a su vez, desde un sindicato socialista se dice que la referencia pol¨ªtica es el propio sindicato, como acaba de decir Nicol¨¢s Redondo, se puede estar incurriendo en la misma equivocaci¨®n, que llamar¨ªamos el s¨ªridrome del sindicato h¨¦rcules.
Democracia directa
2. La falacia de la democracia directa o de la sustituci¨®n de la soberan¨ªa. La encontramos en todas aquellas posiciones que atribuyen a acciones de protesta social un protagonismo sustitutorio del sufragio universal, y de la representaci¨®n de la soberan¨ªa en el Parlamento. Se vincula a la idea difusa del reitomo de la sociedad civil, de origen plural y de consecuencias equ¨ªvocas, propiciada tanto por la derecha del Estado m¨ªnimo como por reminiscencias anarquistas de la desaparici¨®n del Estado. La huelga general del 14 de diciembre ha recibido este tratamiento desde sectores sindicales de UGT y de Comisiones Obreras, m¨¢s especialmente de los segundos.
Me parece que residuos antiestatalistas y de desconfianza en los partidos y en general en la pol¨ªtica se desprenden de esa forma de entender la realidad.
3. La falacia del modelo alternativo. Se encuentra en propuestas de dirigentes del partido comunista, que sostienen que sus programas suponen un modelo alternativo de Estado y de sociedad. No se concretan y aparecen difuminadas, m¨¢s sugeridas como un amago, que especificadas y desarrolladas. Se puede entender que se vinculan a la idea, sostenida en otros tiempos por el marxismo leninismo, de la superaci¨®n del Estado parlamentario representativo como expresi¨®n de la burgues¨ªa. Produce cierta extra?eza esta resurrecci¨®n en momentos en que en Hungr¨ªa se ha decidido la vuelta al parlamentarismo pluripartidista y en que el dirigente comunista italiano Ochetto ha reconocido que hoy su partido se identifica m¨¢s con 1789 que con Lenin y con la revoluci¨®n rusa de 1917. Este planteamiento, especialmente en las intervenciones del secretario general del PCE, Julio Anguita, va acompa?ado por una descalificaci¨®n del PSOE por haberse dejado asimilar por la derecha econ¨®mica y por el capitalismo. Probablemente, tambi¨¦n esta idea del modelo alternativo se fundamente en una positiva identificaci¨®n entre sistema parlamentario representativo y sistema econ¨®mico capitalista.
4. El s¨ªndrome del resentimiento y de la venganza. La realidad de una mayor¨ªa hegem¨®nica y la sensaci¨®n de hombres de izquierdas de no haber sido tratados con consideraci¨®n por el partido h¨¦rcules, de haber sido descalificados, desaprovechados o excluidos de los puestos importantes, est¨¢ en el origen de este sentimiento muy difundido, y que tiene a veces razones justificadas, pero, que otras muchas veces es s¨®lo producto de las enso?aciones o de la alta opini¨®n que de s¨ª mismos tienen algunos. La satisfacci¨®n que encontramos en art¨ªculos o en entrevistas en los medios de comunicaci¨®n por las dificultades del partido socialista, la insistencia en sus errores, la generalizaci¨®n como una tacha de todos los socialistas, de esc¨¢ndalos o posibles tr¨¢ficos de influencias, es consecuencia en alguna medida de ese s¨ªndrome. No digo que no est¨¦ justificado denunciar los errores o los fracasos, ni que no sea importante sacar a la luz corrupciones o tr¨¢ficos de influencias, pero s¨ª creo que es excesivo, desde la izquierda, contribuir a una campa?a de desprestigio del conjunto del partido socialista y de sus militantes.
Buenos y malos
5. La falacia maniquea. Es la de los buenos y la de los malos en el seno de la propia izquierda, que niega cualquier acierto en los que considera malos y que no s¨®lo se alegra, sino que colabora a la destrucci¨®n del enemigo interno. En la aco taci¨®n de los l¨ªmites de la izquierda no tienen sitio, o los socialistas, tal como se configuran en el PSOE, o los comunistas, tal como se congregan en el PCE. Tiene reminiscencias hist¨®ricas que arrancan del origen del movimiento comunista a partir de la revoluci¨®n rusa, pero as¨ª como en el resto de Europa ha perdido virulencia e intensidad, en Espa?a se ha mantenido y hoy alcanza nuevas dimensiones preocupantes. Fue la satisfacci¨®n del PSOE, que nunca compart¨ª, ante la casi destrucci¨®n del PCE tras las elecciones de 1982, y fue la aceptaci¨®n de un largo ¨¦xodo de militantes comunistas hacia el partido socialista, y es la satisfacci¨®n del PCE, con los problemas del PSOE y del Gobierno, especialmente despu¨¦s del 14 de diciembre. Pero en ambos casos ha sido y es quiz¨¢ m¨¢s que un sentimiento, es tambi¨¦n una actitud y unos comportamientos, en el PSOE aceptando la integraci¨®n de comunistas, y en el PCE, a trav¨¦s de Izquierda Unida, con el apoyo a un grupo socialista disidente, legitim¨¢ndolo como el verdadero socialismo. En definitiva, se acusa al PSOE de posiciones anticomunistas, y se encuentran tambi¨¦n en el PCE tomas de posici¨®n antisocialistas, como en los a?os posteriores a la ruptura de la unidad de la izquierda. Una persistencia en esas actitudes emocionales y poco meditadas redundar¨¢ en perjuicio de ambos grupos, ante la complaciente mirada del centro y de la derecha.
6. La falacia del optimismo. En este contexto, resulta sorprendente el optimismo de los comunistas que piensan que una destrucci¨®n del PSOE, que algunos apuntan que puede ser de la dimensi¨®n de la que soport¨® UCD, puede redundar en su beneficio, y,que los votos perdidos por el socialismo ir¨ªan mayoritariamente a su instrumento electoral, Izquierda Unida. S¨®lo con esos antecedentes se explica que el se?or Anguita se pueda sentir an¨ªmicamente presidente del Gobierno. Igualmente choca a cualquier observador imparcial un optimismo impenitente en sectores del PSOE sobre la posibilidad de soportar, sin graves quebrantos, la ruptura con UGT, de mantener un proyecto socialista aut¨®nomo e incluso de ganar las pr¨®ximas elecciones con mayor¨ªa absoluta. Un optimismo infundado puede cegar los caminos para las soluciones racionales. A la izquierda real, y entre ella a todos los que queremos que siga gobernando el PSOE porque nos parece positivo para el pa¨ªs, nos puede ocurrir lo que cuenta Kant en su trabajo Si el g¨¦nero humano no se encuentra en progreso constante hacia mejor.
"...Un m¨¦dico no hac¨ªa sino consolar a su enfermo todos los d¨ªas, con el anuncio de su pr¨®xima curaci¨®n, hoy dici¨¦ndole que el pulso iba mejor, ma?ana que lo que hab¨ªa mejorado era la excreci¨®n, pasado que el sudor era m¨¢s fresco, etc¨¦tera. El enfermo recibi¨® la visita de un amigo: '?C¨®mo va esa enfermedad?', le pregunt¨® nada m¨¢s entrar. '?C¨®mo ha de ir! Me estoy muriendo de mejor¨ªa". Con la idea de unos y de otros de que no es concebible este pa¨ªs sin un gobierno de izquierdas, y que o el PSOE se va a mantener inexorablemente, o que el PCE, con Izquierda Unida, le va a sustituir, con la falacia del optimismo, podemos morir todos de mejor¨ªa.
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