Reticencias de la Iglesia ante la petici¨®n de Borrell para que coopere en la lucha contra el fraude fiscal
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El llamamiento a la Iglesia del secretario de Estado de Hacienda, Jos¨¦ Borrell, a la que pidi¨® hace unas semanas su colaboraci¨®n en la lucha contra el fraude fiscal, ha sido acogido con cierto escepticismo por la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, que razona que el c¨¦sar que ahora te pide ayuda es el mismo que legisla contra sus criterios morales.
Desde la c¨²pula del episcopado se asegura que el Estado propicia una situaci¨®n de acoso hacia la Iglesia. En esta direcci¨®n se encaminan, a juicio de algunos sectores eclesi¨¢sticos, las declaraciones del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, a la cadena SER el 11 de marzo, en las que atacaba las cr¨ªticas realizadas por el cardenal Suqu¨ªa al culto al dinero y afirmaba que la Iglesia tambi¨¦n, pod¨ªa renunciar a percibir la dotaci¨®n presupuestaria que recibe de la Administraci¨®n.Seg¨²n un intelectual cat¨®lico pr¨®ximo a la c¨²pula del episcopado, el "PSOE tan pronto pide ayuda a la Iglesia como quiere que desaparezca". "Me hace sonreir un poco que los pol¨ªticos, despu¨¦s de atacar a la Iglesia, quieran que ¨¦sta se convierta ahora en cancerbero de su pol¨ªtica social".
Aun compartiendo los criterios de que la Iglesia debe combatir el fraude fiscal, siempre que los fines presupuestarios sean claros -a?ade la misma fuente- la Iglesia arrastra la conciencia antiestatalista de los a?os del tardofranquismo, y junto a los sindicatos -el otro estamento al que Jos¨¦ Borrell hizo el llamamiento- ha sido la ¨²nica fuerza que no ha sido integrada, porque los socialistas "han conseguido influir a los militares y a la banca".
Obligaciones y devociones
Muchos te¨®logos coinciden en afirmar que la tradici¨®n de la doctrina social de la Iglesia tiende mayoritariamente a asignar al Estado un importante papel en la redistribuci¨®n de los ingresos, pero desde que los socialistas llegaron al poder en 1982 se han alzado voces que critican su omnipresencia.El propio presidente del episcopado, cardenal ?ngel Suqu¨ªa, manifestaba hace unas se manas, en el Club Siglo XXI, que el Estado deb¨ªa ser subsidiario de la sociedad civil. Y un a?o antes, en el mismo club, el entonces secretario de la Conferencia Episcopal y actual arzobispo coadjutor de Granada, Fernando Sebasti¨¢n, criticaba lo que denomin¨® "gran voracidad fiscal del Estado", que no deja a los ciudadanos capacidad de cumplir "con muchas de sus obligaciones y devociones sociales".
Para el secretario de la Asociaci¨®n de Te¨®logos Juan XXIII, Juan Jos¨¦ Tamayo, resulta preocupante que se hable de esta voracidad y "no se diga una palabra sobre el fraude fiscal". Tarnayo cree que muchos de los problemas se reducen a una especie de guerra de competencias y hegemon¨ªa. "La Iglesia", asegura "a¨²n no ha encontrado su puesto en la democracia, no porque no lo tenga, sino porque quiere ocupar espacios que no le corresponden. Deber¨ªa manifestarse en este sentido, renunciar a los privilegios fiscales de los que goza y ponerse en la cola de los contribuyentes, s¨®lo as¨ª su palabra ser¨ªa cre¨ªble y no c¨ªnica sobre este tema".
Por su parte, Jos¨¦ Ignacio Gonz¨¢lez Faus, profesor de la facultad de Teolog¨ªa de Catalu?a, cree que "hoy los impuestos pueden ser una forma de hacer tangible una vieja doctrina medieval. ["Cuando dais a los pobres no est¨¢is dando de lo vuestro, simplemente les est¨¢is devolviendo lo suyo; pues todo aquello que se retiene m¨¢s all¨¢ de lo necesario para vivir es de los pobres y vosotros se lo hab¨¦is robado'.] De acuerdo con ella, la Iglesia deber¨¢ decir que el que defrauda al fisco est¨¢ robando".
Sin embargo, a juicio de Gonz¨¢lez Faus, el ciudadano debe poder controlar el gasto p¨²blico y tiene derecho a la objeci¨®n fiscal en diversos casos, como por ejemplo, en el de los gastos militares.
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