La ¨²ltima obra de Tom¨¢s Marco
ENVIADO ESPECIAL
La presencia de Tom¨¢s Marco (Madrid, 1942) en el festival murciano ha sido doble, significativa y unida al piano en las manos de Humberto Quagliata (Montevideo, 1955), un int¨¦rprete que ha penetrado en todos los secretos ideol¨®gicos y estil¨ªsticos del m¨²sico madrile?o. Por una parte se estren¨®, en el concierto de clausura, la obra encargo del festival, Settecento, e inscrita en la serie de obras concertantes que con las sinfon¨ªas representan l¨ªneas fundamentales en la evoluci¨®n de Marco. Por otra se revis¨® casi ¨ªntegra su obra pian¨ªstica desde Fetiches (1967) hasta Cuatro cartas (1988), pasando por Temporalia y Sonata de Vesperia, quiz¨¢ las dos p¨¢ginas pian¨ªsticas m¨¢s importantes entre las de su autor.
Settecento, para piano y orquesta de c¨¢mara, retorna en parte a la manera de otras partituras anteriores de Marco en cuanto la novedad de su repet¨ªtivismo personal supone tambi¨¦n el planeamiento de una situaci¨®n l¨ªmite desde la cual el autor retoi na a sus experiencias psicoac¨²sticas. Junto a ello est¨¢ la voluntad de aislar algunos elementos del barroco al despojar la movilidad de un discurso vivo, trazado nota a nota, de la funci¨®n tonal, de lo que Ansermet denomina "el camino hacia la dominante".
Sin perder su papel protagonista, el piano se imposta plenamente er la orquesta y ¨¦sta funciona como incitaci¨®n del solista. La versi¨®n por parte de Quagliata y la Orquesta Internacional, dirigida por Ren¨¦ Clement, tuvo claridad y contraste, aunque no llegase a alcanzar la minuciosidad de relojer¨ªa que, a mi parecer, la obra requiere. Settecento, junto a Recuerdo, de Garc¨ªa Demestres; la Oraci¨®n del torero, de Turina, o la sutilidad mel¨®dico- arm¨®nica de Faur¨¦, constituy¨® un gran contraste dentro de un programa que hizo realidad la afirmaci¨®n del director del festival en su comentario de programa: el futuro no se ha perdido.
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