Mosc¨²
La lectura del peri¨®dico le produjo un vago malestar que s¨®lo recordar¨ªa m¨¢s tarde, cuando ya se hab¨ªa transformado en inequ¨ªvoca acidez de est¨®mago y le hac¨ªa prometerse no volver a desayunar en la cafeter¨ªa del ministerio. Ahora reconoc¨ªa como inocente al bocadillo. Hab¨ªan sido las noticias las causantes, las noticias de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.Levant¨® la vista del borrador de reglamento de aparcamientos persuasivos y mir¨® hacia las estanter¨ªas. All¨ª donde pac¨ªa el Alcubilla le pareci¨® ver los tres tomos de la biografia de Trotsky, obra meritoria de Isaac Deutscher, editada por Era, de M¨¦xico, comprada en Ruedo Ib¨¦rico y pasada bajo los foulards que les tra¨ªa a su madre y a su hermana. Crey¨® ver tambi¨¦n La revoluci¨®n inconclusa, ?era ¨¦se el t¨ªtulo?, aquella obrita en que Deutscher confiaba en que la elevaci¨®n del nivel cultural de las masas sovi¨¦ticas entrar¨ªa en contradicci¨®n con la dictadura de partido. Record¨® confusamente las prolijas disquisiciones de Bettelheim sobre la naturaleza de clase de la URSS. Quiz¨¢ conservar¨ªa en casa alguno de los viejos libros. O no; debi¨® qued¨¢rselos Mari cuando la separaci¨®n.
Le llamaba el subsecretario. Una vez hubieron despachado, sinti¨® deseos de preguntarle si ¨¦l tambi¨¦n recordaba los seminarios clandestinos de otros tiernpos, pero desisti¨®. El subsecretario proven¨ªa del FRAP y no era cosa de tener -ahora que se hablaba de remodelaci¨®n- una disputa doctrina? retrospectiva. In¨²til hablar con la secretaria, demasiado joven, o con el jefe de negociado, salido de una escuela empresarial del Opus. Con la acidez le vino alg¨²n retazo de sus disciplinados m¨ªtines a favor de la entrada en la OTAN.
De nuevo ante el borrador del reglamento, record¨® aquella frase del jefe: "Prefiero morir apu?alado en el metro de Nueva York a vivir en Mosc¨²". Ser¨ªa interesante vivir en Mosc¨² ahora. Claro que a Silvia no le gustar¨ªa. Pas¨® la hoja del documento y se encontr¨® pregunt¨¢ndose si Eitsin permitir¨ªa a los altos funcionarios tener un chal¨¦ adosado en la sierra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.