Convivir en democracia
Considera el autor del art¨ªculo que una vez superadas las tentaciones aislacionistas, el PSOE sabe, o debe saber, que no puede aplicar un aut¨¦ntico proyecto socialdem¨®crata sin el apoyo de una amplia base social sindicalmente organizada. De igual forma, la UGT no puede haber olvidado que no es posible defender los intereses obreros sin integrarse en una pol¨ªtica de cambio social que rebase el ¨¢mbito estrictamente sindical.
Deja un resquicio a la esperanza el hecho de que por iniciativa de Izquierda Socialista se vuelva a reunir el comit¨¦ federal para tratar la misma cuesti¨®n que la anterior del 13 de enero, las relaciones partido-sindicato.Al menos esta vez cabe descartar que descalificaciones personales y juicios de intenci¨®n sustituyan al an¨¢lisis sereno. No creo que me ofusquen mis deseos al detectar que la grav¨ªsima crisis que abri¨® la convocatoria del paro general ha tocado ya fondo y pronto empezar¨¢ anotarse alg¨²n s¨ªntoma de mejor¨ªa. La reuni¨®n de hoy no puede tener otro sentido que tomar las medidas imprescindibles para que los socialistas podamos avanzar por un camino de mayor concordia.
M¨¢s vale tender un tupido velo sobre los exabruptos, por no decir simples estupideces, que han salido de la boca de algunos dirigentes del partido respecto a los sindicatos -lamentablemente tampoco han faltado las descalificaciones globales por la parte sindical- una vez que hemos llegado al convencimiento de que proseguir la guerra encubierta entre las dos organizaciones socialistas no conduce m¨¢s que al debilitamiento de ambas con la sola perspectiva de su mutua destrucci¨®n.
Superadas las tentaciones aislacionistas, nacidas en el ardor de la pelea, el partido sabe que no puede llevar adelante un verdadero proyecto socialdem¨®crata sin una amplia base social organizada sindicalmente, as¨ª como el sindicato no puede haber olvidado que una defensa cabal de los intereses obreros precisa integrarse en una pol¨ªtica de cambio social que rebase el ¨¢mbito meramente sindical.
La labor de los sindicatos, si no quieren perecer en el gueto corporativista, roza cada vez m¨¢s cuestiones pol¨ªticas de toda ¨ªndole, de modo que cada vez menos pueden prescindir de un partido pol¨ªtico que haya establecido el cambio social como objetivo prioritario.
Doy por sentado que partido y sindicato, por desagradables que hayan sido las experiencias de estos ¨²ltimo! a?os, sobre todo en estos ¨²ltimos meses, son conscientes de que se necesitan mutuamente, de modo que no cabe ni siquiera especular con la posibilidad de subsistir por separado. Sin embargo, no las tengo todas conmigo.
Pudiera ser que, no obstante los cacharros rotos, todav¨ªa algunos pensasen que pueden aguantar mejor o m¨¢s largo si mantienen una distancia hostil, a la espera de que el cad¨¢ver del enemigo pase por delante de la puerta. Es una actitud poco razonable, pero quiz¨¢ profundamente imbuida en el alma ¨¢rabe del espa?ol.
Discurso de derechas
Hemos dado un gran paso adelante al poner sordina al discurso, en s¨ª profundamente de derechas, de que los sindicatos, corporativistas y con vocaci¨®n "retardataria", ser¨ªan unas piezas del pasado ya por completo inservibles en la sociedad posindustrial, o aquel que reza que desde el Gobierno cabr¨ªa hacer una pol¨ªtica social que vaciara de contenido a las reivindicaciones sindicales. Hay que dejar constancia de que el discurso oficial del partido en este ¨²ltimo tiempo ha vuelto, al menos idealmente, al buen camino, ya que proclama la necesidad de contar con una fuerza sindical propia para poder llevar a cabo un proyecto socialdem¨®crata.
Pero en este punto se inscriben las dificultades. Los sindicatos necesitan, no de cualquier partido como referente pol¨ªtico, sino de uno de izquierda que luche de verdad por el cambio social con una pol¨ªtica que, a la vez que sirve al desarrollo econ¨®mico, acorte paso a paso las desigualdades sociales. ?Acaso la pol¨ªtica que realiza el Gobierno, medida con este criterio, sale bien parada? Un sindicato socialista tiene que anteponer los intereses de los trabajadores a cualquier falsa solidaridad con un partido que se llama socialista, pero no cumple como tal.
Por su parte, el Gobierno contrapone la pol¨ªtica econ¨®mica "correcta", que habr¨ªa puesto en pr¨¢ctica desde 1982, a las peticiones "descabelladas e irresponsables" de los sindicatos.
Un Gobierno responsable con el conjunto del pa¨ªs, y sobre todo con su futuro, tiene que decir no a unas reivindicaciones sociales desmesuradas, aun al precio de perder una parte importante de su electorado. Una pol¨ªtica de cambio social s¨®lo ser¨ªa posible si se mantiene una alta tasa de crecimiento. La meta es la libertad y la justicia, pero el camino es un crecimiento autosostenido por un largo plazo: los cambios sociales profundos ser¨¢n entonces no s¨®lo factibles, sino tambi¨¦n irreversibles. En las actuales condiciones pedir un mejor reparto de la renta implica cuestionar esta posibilidad en un futuro no demasiado lejano.
El gran error que se ha cometido, y me temo que siga cometi¨¦ndose, consiste en querer dilucidar qui¨¦n lleva la raz¨®n, el Gobierno o el sindicato. Posiblemente ambos, cada uno desde su particular punto de vista, y por tanto, ninguno con toda la raz¨®n, o tal vez ninguno de los dos.
En el momento actual a nada conducir¨ªa el que nos lancemos a la cara la ristra de argumentos que cabr¨ªa aducir a favor o en contra de cada una de estas posiciones. Ello no quiere decir que no sea ¨²til un debate libre -suele tener la virtud de disolver no pocas falsas cuestiones- pero nunca con la perspectiva de que culmine con un vencedor. Si se pretende terminar la pol¨¦mica con una victoria clara de una de las partes, no se hace otra cosa que echar le?a al fuego.
Dogm¨¢ticos
En un pa¨ªs, sin apenas tradici¨®n democr¨¢tica, abundan los dogm¨¢ticos que se sienten carga dos de raz¨®n, dispuestos a los mayores sacrificios, incluso a perder vida y hacienda con tal de mantenerse fieles a los principios sacrosantos. En pol¨ªtica, no se trata de fundamentar cu¨¢l es la posici¨®n verdadera -la pol¨ªtica "correcta" dec¨ªa Lenin, el m¨¢s destructor de los dogm¨¢ticos- sino la manera que puedan marchar conjuntados posiciones y an¨¢lisis distintos que, sin embargo, aspiran a los mismos fines.
No han de declararse la guerra porque la posici¨®n del Gobierno no coincida con la del sindicato. Exigir unidad de criterio y de pensamiento para caminar juntos, supone convertir en enemigo a destruir al que disiente. Marchar juntos manteniendo las diferencias, es la forma espec¨ªficamente democr¨¢tica de convivencia. El que proponga su pol¨ªtica como la ¨²nica correcta dispuesto a combatir a todo el que no comulgue con ella, le falta el talante propio del dem¨®crata, que si por algo se distingue, es por su afici¨®n a dudar, negociar y compartir.
La cuesti¨®n que tiene planteada el comit¨¦ federal no es quien lleva la raz¨®n el Gobierno o el sindicato, sino c¨®mo podemos conllevarnos personas, grupos y organizaciones que pensamos de diferentes formas, pero que nos sentimos todos comprometidos con una sociedad m¨¢s libre, y por ende, m¨¢s igualitaria. El conflicto vivido con el sindicato pone de manifiesto que la organizaci¨®n partidaria necesita de un mejor acomodo a la diferencia, con una mayor capacidad de discusi¨®n interna que supere el actual dilema de seguidismo total o conflicto y ruptura.
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