"?Es usted el rey de Espa?a?"
Peripecias en Namibia del contingente espa?ol de Naciones Unidas que colabora al proceso descolonizador
ENVIADO ESPECIAL
La base a¨¦rea espa?ola m¨¢s meridional consiste en un par de habitaciones que huelen a pintura fresca, unas pocas mesas, una o dos sillas y una tienda de camuflaje en el exterior, bajo un ¨¢rbol espinoso. El espacio es un tema de importancia capital en la base a¨¦rea Eros.
F¨ªsicamente, Windhoek no estaba preparada para la carrera hacia la independencia. La capital de este pa¨ªs semides¨¦rtico reventaba por las costuras cuando la resoluci¨®n 435 de las Naciones Unidas entr¨® en vigor, el pasado 1 de abril, y el reloj comenz¨® a avanzar hacia unas elecciones supervisadas por Naciones Unidas que se celebrar¨¢n en noviembre.
El personal de Naciones Unidas dorm¨ªa de cuatro en cuatro en las habitaciones de un pu?ado de hoteles, y las viviendas residenciales subieron de precio cuando gente con boinas azules y con las siglas NU pintadas en sus coches empezaron a buscarlas. Los hoteles consideraron necesario ajustar sus tarifas precisamente entonces, los coches de alquiler se volvieron tan escasos como las habitaciones, y junto con el olor mareante de la independencia lleg¨® el aroma del lucro.
"Cuando llegamos aqu¨ª lo hicimos en dos Aviocar CASA-212 y en un H¨¦rcules 130", dice el oficial de log¨ªstica espa?ol, capit¨¢n Lorenzo Mulero, "pero no hab¨ªa nada en tierra para nosotros; aterrizamos y tuvimos que empezar a buscar de todo: alojamiento, transporte, pluma y papel, muebles...".
Primera oficina
Las primeras tripulaciones espa?oles recorrieron las calles de Windhoek llevando sus maletas y buscando alojamiento y un lugar donde empezar. "Pero con la ayuda de mis amigos", a?ade se?alando al comandante Eduardo Vara del Rey y al capit¨¢n m¨¦dico Jos¨¦: Peralba, "conseguirnos finalmente iniciar la operaci¨®n".
Antonio Ortiz, el observador diplom¨¢tico espa?ol en Namibia, estaba en la misma situaci¨®n. Lleg¨® el 1 de marzo y fue el primer diplom¨¢tico extranjero en abrir una oficina permanente. En menos de seis semanas se ha convertido en el decano del novato cuerpo diplom¨¢tico extranjero de Namibia, muy en contra de su voluntad. "En mis destinos anteriores, ser el decano significaba que un embajador espec¨ªfico era anciano y estaba a punto de jubilarse. No estoy preparado para eso. Pero estar aqu¨ª, en Windhoek, en este momento, es muy gratificante profesionalmente".
A. excepci¨®n del contingente oficial, no hay ciudadanos espa?oles viviendo en Namibia. La bah¨ªa de Walvis, donde recalan con regularidad las flotas pesqueras espa?olas, es territorio surafricano.
Ahora la oficina de Ortiz es parte de la suite que ocupa en el hotel Safari, que est¨¢ cerca de la base Eros. Y su personal lo constituye una persona, Colleen Ruiz, esposa de Jos¨¦ Ruiz, el director de operaciones de la flota pesquera espa?ola en las costas de Namibia- "Es una broma constante del Gobierno de Madrid que Asuntos Exteriores y Defensa no consigan nunca nada conjuntamente. Pero aqu¨ª los hombres de las Fuerzas A¨¦reas Espa?olas y yo trabajamos juntos muy bien", a?ade el diplom¨¢tico.
Al principio, la mayor parte de los hombres de las fuerzas a¨¦reas fueron api?ados en el centro pastoral, pero pronto hubo alguien que persuadi¨® a las enfermeras para que desalojaran el bloque F del hospital local. Los pilotos y tripulaciones espa?oles, as¨ª como otros miembros de los Grupos de Asistencia Temporal de las Naciones Unidas (UNTAG) de diversas nacionalidades, lo ocuparon. El comandante Vara del Rey tiene una categor¨ªa bastante especial. "?Es usted el rey de Espa?a?", le pregunt¨® una de las enfermeras negras. "Por supuesto", le contest¨®, "pero mantenga el secreto".
"No es lujoso, pero es funcional e higi¨¦nico", opina el docto Peralba. "No estamos aqu¨ª por que alguno est¨¦ enfermo; las tripulaciones est¨¢n todas en muy buena forma. Cuando tenemos tiempo nos las arreglamos para jugar un poco al tenis". Se han adaptado a los guisos del cocine ro del Ej¨¦rcito australiano -que no es un grupo precisamente reconocido por la categor¨ªa de sus chefs-, "pero no est¨¢ mal", dice diplom¨¢ticamente el teniente coronel Luis Ferr¨²s, jefe del contingente espa?ol.
Si los espa?oles tienen alguna queja, es la que com¨²n a la mayor¨ªa de los otros soldados profesionales de las Naciones Unidas que est¨¢n en Namibia.
Hace como dos semanas, el jefe de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, teniente general Prem Chand, impuso el toque de queda a sus tropas: todos los hombres y mujeres, independientemente de su rango, ten¨ªan que estar en sus alojamientos a las ocho de la noche. Eso significa, entre otras cosas, que no hay pel¨ªculas ni cenas en restaurantes. No hay vida social.
Los razonamientos que apoyan el toque de queda no parecen muy convincentes. Un grupo de soldados, brit¨¢nicos y australianos, se vieron implicados en algunas peleas nocturnas con los nativos. "No es que hubiera un estallido serio de ri?as de taberna cada noche", recalca el capit¨¢n Peralba; "he conocido incidentes mucho peores de ese tipo en otros lugares".
Alerta permanente
Los hombres est¨¢n alerta durante 24 horas al d¨ªa, siete d¨ªas a la semana, y les resultar¨ªa agradable poder relajarse en un restaurante o ante una cerveza despu¨¦s de efectuar sus misiones. Pero el teniente coronel Ferr¨²s tiene la ¨²ltima palabra: "Podemos estar de acuerdo o no, pero ¨®rdenes son ¨®rdenes". Entre el 35%. y el 40% del contingente a¨¦reo espa?ol -el total lo componen 85 hombres- son voluntarios. El teniente coronel Ferr¨²s es uno de ellos.
Windhoek es una ciudad de 100.000 habitantes y sus medios son muy limitados. El grueso de sus productos de consumo se importa de Sur¨¢frica. Y Johanesburgo y Ciudad del Cabo se encuentran a 1.500 kil¨®metros de distancia.
Los pilotos espa?oles transportan carga, personal de las Naciones Unidas y el correo. Realizan tambi¨¦n si es preciso evacuaciones m¨¦dicas en todo el territorio. Sus aviones son adecuados para las pistas de aterrizaje de Namibia, en su mayor¨ªa remotas y de tierra. "Todos nuestros pilotos son profesionales experimentados, y contamos con la experiencia de volar en Guinea Ecuatorial y en el S¨¢hara", asegura Ferr¨²s.
Cuando recientemente estallaron los combates entre el SWAPO y la polic¨ªa namibia y las fuerzas respaldadas por los surafricanos se suspendieron todos los vuelos dc la frontera norte de la zona de guerra. Los guerrilleros estaban muy bien armados. Muchos llevaban misiles sovi¨¦ticos tierra-aire SAM-7. "Tuvimos que hacer dos vuelos en ese momento muy al norte", dice Ferr¨²s. "Llevamos al general Prem Chand y al representante especial de las Naciones Unidas en Namibia, Martti Ahtisaari, hasta Oshakati, para evaluar la situaci¨®n. Volamos a una altitud de unos 15 metros -concluye-, que es la mejor manera de evitar los SAM-7".
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