Madrid quieto y recogido
La dulcedumbre de vivir puede alcanzarse por el sosiego y el recogimiento. Ya nuestros m¨ªsticos castellanos sab¨ªan que la oraci¨®n de quietud precede siempre a su viaje al infinito. Quietud e inquietud desgarran y atormentan la vida pat¨¦tica del hombre. As¨ª, Goethe descubri¨® en la Etica del sefard¨ª Benito Spinoza el aquietamiento de sus turbulencias: "La serenidad de Spinoza todo lo armonizaba, contrastaba con mi inquietud, que lo trastocaba todo". El joven, para llegar a ser, necesita paz ¨ªntima, descubrir en s¨ª mismo un remansado lago del esp¨ªritu, pero no para amodorrarse en la suavidad del reposo, sino para lanzarse a la inquietud del vivir proceloso y enigm¨¢tico., . Suele creerse que en nuestras grandes ciudades modernas no hay zonas de verdadera calma donde pasear para meditar y apaciguar el coraz¨®n atormentado. En Nov¨ªsimo glosario dice Eugenio d'Ors: "?Cu¨¢nto debe padecer, viviendo como vive desde hace a?os en estos Madriles, el escritor ante el alboroto desalmado y el inconexo estridir con que ah¨ª pululan el d¨ªa y la noche de las gentes!". Injusta afirmaci¨®n del gran pensador catal¨¢n. Madrid tiene oasis de paz y de silencioso equilibrio. Ah¨ª est¨¢n los jardines del Buen Retiro como testimonio de holganza serena. Comenzaban donde hoy est¨¢ la Casa de Correos, antes llamada Hueste del Rey. En la calle del P¨®sito (trozo de Alcal¨¢ entre las plazas de Cibeles e Independencia) estaba la entrada llamada de la Glorieta, y poco m¨¢s all¨¢, el palacio de San Juan y la ermita del mismo nombre. Toda la extensi¨®n desde este lugar hasta San Jer¨®nimo era ocupada por el palacio que deb¨ªa, su nombre de Buen Retiro al aposento que los reyes ten¨ªan en San Jer¨®nimo el Real para recogerse y hacer ejercicios espirituales. Parecida agradable misi¨®n sigue prestando el Retiro a los madrile?os que buscan en sus jardines unos ratos de meditaci¨®n serena. El estanque grande es la obra m¨¢s antigua que all¨ª se conoce. Construido en 1631, sirvi¨® para representaciones teatrales, y en cada ¨¢ngulo del estanque se hizo una noria cubierta, cuyos templetes tom¨® por capillas la imaginaci¨®n de Alejandro Dumas. Hoy este lago es el s¨ªmbolo de la quietud para los que desesperan y se atormentan. Un paseo por los jardines que lo rodean puede ayudar a despejar muchos enigmas y dulcificar las congojas.
Panteras grises
Una parte del Retiro est¨¢ bordeada de un tranquilo barrio que se extiende por Alfonso XII, Antonio Maura y la amplia avenida de Men¨¦ndez Pelayo. Por esta ¨²ltima, las ma?anas de los s¨¢bados deambula el grupo los panteras grises, as¨ª llamado porque sus miembros lucen ya encanecido cabello, y se aglutinan alrededor del abogado Fabi¨¢n O?ate, el qu¨ªmico Jes¨²s D¨ªaz, el sonriente humorista Pedro Pin¨¦s. Pese a las discrepancias ideol¨®gicas de sus integrantes, mantienen una gran serenidad en sus di¨¢logos pol¨¦micos para no turbar la calmosa paz del barrio, o quiz¨¢ influidos por ella. En franco contraste se re¨²nen tambi¨¦n all¨ª las panteras rojas, que algunos denominan rosas, y deben su nombre al fervor juvenil de la sangre. Lo integran el periodista Jer¨®nimo Gonzalo, el dibujante Enrique Resel, los actores Antonio Gamero, Juan Echanove, Nicol¨¢s Due?as, que derraman entusiasmo en una activa comunicaci¨®n jovial, mostrando as¨ª que la quietud del barrio no es mortecina ni taciturna, por el contrario, est¨¢ imantada de alegr¨ªa.
Ahora bien, si queremos encontrar la paz verdadera, hay que llegarse al paseo del Prado, que G¨®mez de la Serna defini¨® ' curativo y reposante". Con sus fuentes y frondosos ¨¢rboles invita al devaneo y el pl¨¢cido holgar entre las gentes que huyen del bullicio y el tumulto callejero. Y los que, m¨¢s ambiciosos, quieren descubrir las esencias de la quietud pueden asomarse al Jard¨ªn Bot¨¢nico, refugio amable donde la ni?ez y la juventud encuentran cobijo, y el poeta y el fil¨®sofo, la placidez necesaria para sus creaciones en la serenidad de sus rom¨¢nticas sombras. Ya dijo Cervantes: "?Adi¨®s, Madrid; adi¨®s tu Prado y fuentes, que manan n¨¦ctar, llueven ambros¨ªa?".
?Podemos soportar durante mucho tiempo la quietud? A la larga, su monoton¨ªa crea una desaz¨®n oscura. Amamos el caro sosiego, la dulzura de la paz, pero, por encima de todo, lo que m¨¢s deseamos es vivir. Nuestro ¨ªmpetu m¨¢s hondo se dirige hacia el mundo. La inquietud es la angustia que nace de la quietud.
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