La respuesta
LA EXPULSI?N de Argelia de seis destacados miembros de ETA d¨ªas despu¨¦s de que los terroristas volvieran a ejercer su oficio significa decir claramente a los violentos que se acab¨® la impunidad de que se beneficiaron durante a?os. Con ello se da respuesta, a la vez, a la justificada inquietud de una opini¨®n p¨²blica cuya esperanza en un final no traum¨¢tico hab¨ªa sido abruptamente quebrada por los se?ores de la metralleta y el amonal.El Gobierno, con el apoyo de los partidos democr¨¢ticos y la comprensi¨®n de la mayor¨ªa de los ciudadanos, estuvo dispuesto a extremar la generosidad para con los terroristas si ¨¦stos dejaban de matar y se aven¨ªan a un acuerdo razonable. Pero hubiera sido irresponsable jugar toda la partida a esa ¨²nica baza, ignorando los riesgos asociados a una eventual ruptura unilateral del di¨¢logo por parte de ETA. Las importantes detenciones registradas en Francia y Espa?a, as¨ª como la expulsi¨®n de varios activistas del territorio argelino, ponen de manifiesto que s¨ª exist¨ªa una estrategia alternativa, tanto en el terreno policial como en el diplom¨¢tico.
Ello resultaba tanto m¨¢s necesario a la vista de la l¨ªnea adoptada por ETA estos ¨²ltimos d¨ªas, y en la que se combinan atentados directos a personas singulares -pol¨ªticos, polic¨ªas- con la b¨²squeda deliberada del amedrentamiento del conjunto de la poblaci¨®n mediante acciones de terrorismo difuso: amenazas de bomba en las v¨ªas f¨¦rreas, explosivos por correo, etc¨¦tera. Siendo as¨ª que el objetivo buscado es crear una situaci¨®n de alarma generalizada, de p¨¦rdida de confianza de los ciudadanos en la eficacia de las instituciones, era urgente contrarrestar esa estrategia mediante iniciativas que acreditasen la fortaleza del Estado democr¨¢tico y su capacidad para responder, desde la legalidad, al desaf¨ªo. De ah¨ª que la medida ahora adoptada por las autoridades argelinas -resultado, obviamente, de acuerdos previos con el Gobierno espa?ol- haya sido bien recibida por todos los partidos democr¨¢ticos. En cuanto a Herri Batasuna, su despectivo comentario de que "as¨ª se deshace el Gobierno espa?ol de sus interlocutores" resulta especialmente sarc¨¢stico a la vista de la forma como ETA trat¨® de deshacerse de los suyos: enviando una carta bomba a Julen Elgorriaga, interlocutor en la anterior fase de las conversaciones.
La respuesta al desaf¨ªo de ETA ha tenido tambi¨¦n su expresi¨®n en el reforzamiento de la solidaridad de los partidos vascos. Reunidos nuevamente en torno a la autoridad moral del lehendakari, esos partidos han reafirmado los principios que comparten, y en particular su rechazo expl¨ªcito a cualquier objetivo pol¨ªtico cuya consecuci¨®n derivase de la pr¨¢ctica de la violencia. La pretensi¨®n de ETA de actuar en nombre de la comunidad nacionalista, en su conjunto se ve as¨ª nuevamente desautorizada. No es extra?o que, tal como revelan sus ¨²ltimos comunicados, la ruptura de ese pacto se haya convertido en la obsesi¨®n principal de los violentos.
Es posible que el n¨²mero de personas dispuestas a apoyar a ETA siga siendo en Euskadi el que era. Pero es seguro, en cambio, que ha aumentado enormemente el n¨²mero de vascos que rechazan a ETA. Ese rechazo se mantuvo durante a?os, en amplios sectores de la sociedad vasca, en estado latente, reservado al ¨¢mbito de lo privado. Ahora ese rechazo ha tenido ocasi¨®n de manifestarse de manera expl¨ªcita y p¨²blica. Ello no puede dejar de influir en los comportamientos futuros, incluso si la escalada de los terroristas favoreciera actitudes de miedo o repliegue de la opini¨®n. El hecho de que hayan sido los dirigentes nacionalistas quienes se han puesto a la cabeza de la resistencia contra las pretensiones de los violentos constituye un cambio radical en el escenario pol¨ªtico de Euskadi. ?se es el principal fruto pol¨ªtico del pacto de Ajuria Enea.
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