Cr¨ªtica de la izquierda intelectual
En un art¨ªculo aparecido en EL PA?S (9 de febrero de 1989), Mario Vargas Llosa elogia ampliamente una obra de Jean-Fran?ois Revel, La connaissance inutile (B. Grasset; Par¨ªs, 1988). Como admirador de las novelas y de los comentarios pol¨ªticos de Vargas Llosa, le¨ª el libro de Revel, que encontr¨¦ sumamente interesante, pero no tan admirable como el distinguido novelista peruano. Ser¨ªa necesario un extenso ensayo para hacer justicia a las muchas virtudes y para responder a las muchas distorsiones existentes en el texto de Revel. Sin embargo, tiene un gran valor como desaf¨ªo perfectamente documentado a los muchos razonamientos convencionales y a las actitudes irreflexivas de la izquierda democr¨¢tica desde 1930.Para Revel, la izquierda europea y norteamericana ha criticado duramente las dictaduras de derecha, neg¨¢ndose a reconocer, deliberadamente, las virtudes del capitalismo democr¨¢tico. Al mismo tiempo, ha racionalizado o rehusado reconocer, intencionadamente, tanto los desastres econ¨®micos como las violaciones masivas de los derechos humanos que se producen en zonas en las que predomina el asesoramiento sovi¨¦tico, cubano, germano oriental y norcoreano. Como corolario parcial, la izquierda europeo-norteamericana no ha denunciado las matanzas de africanos por africanos con el mismo vigor con que lo ha hecho del apartheid surafricano.
Como explicaci¨®n parcial del fen¨®meno arriba mencionado, Revel establece que durante los a?os treinta el Occidente democr¨¢tico se enfrentaba a dos amenazas igualmente peligrosas: el nazismo y el estalinismo, y que en la guerra mundial de 1939-1945, el nazismo fue destruido, mientras el comunismo sovi¨¦tico fue acrecentando su poder durante las pasadas cuatro d¨¦cadas. Seg¨²n Revel, desde 1945, gran parte de la izquierda no ha querido reconocer el peligro sovi¨¦tico, mientras condena simult¨¢neamente toda influencia norteamericana como imperialista y tacha de fascista cualquier actitud autoritaria o racista en Occidente.
Una de las principales distorsiones de matiz surge de su reiterada insistencia en que el Estado nazi fue destruido, como si este hecho espec¨ªfico significara que las dictaduras de derecha no son ahora tan peligrosas para la democracia como las dictaduras de izquierda. Hace que esta (en mi opini¨®n) distorsi¨®n sea aceptable, catalogando y cuantificando las muertes por hambre y las ejecuciones pol¨ªticas en Etiop¨ªa, Angola y Mozambique, mientras apenas menciona el triunvirato argentino de los setenta, los escuadrones de la muerte brasile?os, las pol¨ªticas end¨¦mica! de matanzas llevadas a cabo durante d¨¦cadas por los Gobiernos y sus aliados militares y paramilitares en Guatemala, El Salvador, Honduras y la Nicaragua de los Somoza, la matanza de la izquierda a manos de los militares en Indonesia, las ejecuciones pol¨ªticas de Ferdinand Marcos en Filipinas y las del desaparecido general Zia en Pakist¨¢n.
La parte m¨¢s convincente del libro est¨¢ relacionada con ?frica. Desde 1959 hasta su muerte, en 1984, Seku Tur¨¦ gobern¨® en Guinea bajo el terror y ejecut¨® a miles de sus oponentes. En la guerra de Biafra, a finales de los sesenta, Nigeria mat¨® a cientos de miles de ibos en lo que s¨®lo puede denominarse un genocidio tribal. En Burundi, los tutsi, m¨¢s del 80%. de la poblaci¨®n, han sido met¨®dicamente aterrorizados por los hutus, la tribu minoritaria, que monopoliza tanto el Gobierno como el Ej¨¦rcito. En Etiop¨ªa bajo Mengistu, en Mozambique y Angola desde el final de la colonizaci¨®n portuguesa, los Gobiernos apoyados por los sovi¨¦ticos han evidenciado una total incompetencia y corrupci¨®n en sus normativas econ¨®micas, y durante los per¨ªodos de hambre, consecuencia casi absoluta de su incapacidad, han utilizado los alimentos como arma pol¨ªtica contra sus propios pueblos.
En Uganda, el sanguinario dictador Idi Am¨ªn Dad¨¢ arruin¨® la pr¨®spera agricultura del pa¨ªs, asesin¨® a miles de sus oponentes (a veces imaginarios, como en los casos de Stalin o de Pol Pot), expuls¨® a los hind¨²es (que constitu¨ªan la clase comerciante) y en 1975 fue elegido presidente de la Organizaoi¨®n para la Unidad Africana (OUA). En Guinea Ecuatorial, el dictador Mac¨ªas Nguema, con apoyo sovi¨¦tico, mat¨® a miles de sus compatriotas, e incluso a un indeterminado n¨²mero de trabajadores nigerianos inmigrantes. Y en su imperio centroafricano, el tirano asesino Jean Bedel Bocassa, consider¨¢ndose la reencarnaci¨®n de Napole¨®n I, gobern¨® con la ayuda pol¨ªtica y econ¨®mica de Francia hasta que sus cr¨ªmenes fueron tan numerosos y ostensibles como para no pasar inadvertidos.
Revel se pregunta: ?por qu¨¦ no se han denunciado estos cr¨ªmenes con tanta fuerza y frecuencia como se ha hecho con los del apartheid en ?frica del Sur? En lo que respecta a Bokassa y a las ex colonias francesas, tanto los Gobiernos de Giscard d'Estaing como los de Mitterrand han querido conservar o ganar a los sovi¨¦ticos antiguas zonas de influencia francesa. Para los Gobiernos, ya sean conservadores o socialistas, las consideraciones geopol¨ªticas resultan m¨¢s importantes que los derechos humanos.
Con respecto a la izquierda y los fracasos econ¨®micos y la dominaci¨®n pol¨ªtica en regiones de influencia sovi¨¦tica, la explicaci¨®n de Revel es doble. La izquierda se niega a reconocer la realidad del fracaso econ¨®mico all¨ª donde se ha colectivizado la agricultura y donde tanto comercio como industria se ven obstaculizados por la incompetente planificaci¨®n del Estado y una corrupci¨®n 'desenfrenada. La izquierda tampoco se atreve a condenar a los Gobiernos negros de ?frica por temor a ser tildada de racista, aun cuando la cantidad de torturas y muertes sea mucho mayor que en la blanca y capitalista ?frica del Sur.
Las denuncias del autor a la ceguera de la izquierda fr¨¦nte a la realidad y al temor de criticar a cualquier Gobierno marxista o no blanco es s¨®lo parte de una problem¨¢tica intelectual-moral m¨¢s amplia. El presente y futuro de la civilizaci¨®n dependen del uso de informaci¨®n, que se acumula cada a?o con mayor rapidez. Una gran parte de esta informaci¨®n y pr¨¢cticamente cualquier uso de ella que haya mejorado las condiciones de vida y las oportunidades culturales de la raza humana se ha creado en los pa¨ªses en los que prosperaron tanto la democracia como el capitalismo. Sin embargo, las elites culturales del mundo capitalista y democr¨¢tico pretenden menospreciar el capitalismo y dan vueltas en busca de superioridades no existentes en el ¨¢mbito sovi¨¦tico y el Tercer Mundo.
La sinceridad de Gorbachov con respecto a la realidad sovi¨¦tica probablemente haya socavado las tendencias de la izquierda occidental entre 1917 y 1985 a idealizar los logros del socialismo sovi¨¦tico. No obstante, como lo ilustra Revel, la gente tiene una gran necesidad de defender y racionalizar sus creencias pasadas, precisamente cuando ya no puede sostener con firmeza esas creencias. Entonces condena a Stalin, la burocracia y los cultos a la personalidad. Pero compensa su p¨¦rdida psicol¨®gica sinti¨¦ndose al m¨¢ximo antiimperialista y prosocialista, de manera tal que se ciega ante el desastre econ¨®mico o el racismo asesino cuando se manifiesta fuera del ¨¢mbito europeo.
Lamentablemente, debo concluir con una objeci¨®n muy importante a la obra de J. F. Revel. Hace una desapasionada s¨²plica para que se separe la realidad de la opini¨®n, aunque se trate de un principio que ¨¦l mismo viola con frecuencia. Podr¨ªa dar una docena de ejemplos, pero s¨®lo tengo espacio para uno. En la p¨¢gina 187 cita con admiraci¨®n a un general franc¨¦s que dijo ir¨®nicamente: "Desde su fundaci¨®n (inmediatamente despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial), The Bulletin of Atomic Scientists (Bolet¨ªn de los Cient¨ªficos At¨®micos) anuncia todos los meses la inminencia de una cat¨¢strofe nuclear". "La raz¨®n de este error", palabras de Revel, "repetido indefinidamente", radica en que los f¨ªsicos pueden comprender la estructura at¨®mica sin saber nada de estrategia at¨®mica.
Lo que en realidad surge del Bulletin no es una declaraci¨®n verbal, ni tampoco cualquier clase de error. Es la imagen, en lo m¨¢s alto, de un reloj que marca cinco minutos para la medianoche. Debe entenderse como una advertencia simb¨®lica, que tal vez no agrade ni al general Gallois ni a J. F. Revel, de que la humanidad, capitalista o socialista y del color de piel que sea, tiene poco tiempo para aprender a controlar de manera pac¨ªfica los usos del ¨¢tomo.
Traducci¨®n de C. Scavino.
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