El quiebro de los ritos
P. S., Las celebraciones del premio Cervantes -por la ma?ana en el paraninfo de la universidad de Alcal¨¢, y al caer de la tarde en el Palacio Real, donde los Reyes ofrecen una recepci¨®n a los intelectuales-, tienen la peculiaridad de reunir a artistas y artesanos de la palabra de las m¨¢s diversas procedencias: por ejemplo, en un acto en el que la premiada era Mar¨ªa Zambrano, ex?liada de Espa?a medio siglo, y el ministro de Cultura, Jorge Sempr¨²n, disidente varias veces, el segundo banco de la platea era compartido, en ese orden, por Rafael Alberti, Francisco Ayala, Antonio Buero Vallejo y Pedro La¨ªn Entralgo, todos intelectuales con la vida marcada por el drama de Espa?a -la expresi¨®n es de Mar¨ªa Zambrano- Todos acad¨¦micos, tambi¨¦n, menos Alberti (por voluntad propia), que luego departi¨® unos instantes con la Reina bajo los porches del ¨²ltimo patio de la vieja universidad, donde tradicionalmente los invitados toman un aperitivo de la tierra -jamones, lomos, quesos y vinos-, mientras la tuna canta el viejo repertorio: Clavelitos, Triste y sola, etc¨¦tera.
Cielos y mariachis
Las doce ceremonias anteriores de entrega de los premios -un acto sencillo y digno, en un espacio de capilla m¨¢s que de catedral- llegaron a crear unos ritos ceremoniales min¨²sculos que se quebraron ayer, a causa de la ausencia de Mar¨ªa Zambrano pero tambi¨¦n por el malhumor del cielo.
As¨ª, cuando el premiado sale al patio y los envuelve la tuna le obliga a cantar Clavelitos, lo que no deja de ser un golpe pues a¨²n resuena en el aire el Gaudeamus Igitur, y m¨¢s golpe todav¨ªa cuando quien tiene que cantarlo es Antonio Buero Vallejo, por ejemplo, cuya amabilidad s¨®lo llega con esfuerzo al entusiasmo necesario. El mexicano Carlos Fuentes, en cambio, se plant¨® en medio del corro de los estudiantes y enton¨® el 23 de abril del a?o pasado con voz de mariachi, de antiguo serenatero.
Fue de agradecer sin embargo que el cielo, progresivamente fr¨ªo y gris, tuviera a bien ayer permitir que los invitados alternaran una buena hora antes de soltar un chaparr¨®n de los que doblan paraguas.
Babelia
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