El mito del doble
El mito del doble es una de las cristalizaciones m¨¢s enigm¨¢ticas de la imaginaci¨®n rom¨¢ntica y tiene muchas derivaciones posteriores a las incursione que dentro de ¨¦l hicieron Edgar A. Poe en William Wilson, Dostoievski en El doble (tambi¨¦n late impl¨ªcito en tensos instantes de Los hermanos Karamazov), Stevenson en El doctor Jekyll y Mr. Hyde y muchas otras, entre las que no faltan las teatrales (aquel abismal "?t¨² eres mi mal olor!" que Jean Genet puso en labios de Solange frente a su hermana Claire en Las criadas) y las cinematogr¨¢ficas, que son abundantes.
Prestidigitaci¨®n
Inesparables
Direcci¨®n: David Cronenberg. Gui¨®n: David Cronenberg y Norman Snider, basado en la obra de Bar? Wood y Jack Geasland. Fotografia: P. Suschitzky. M¨²sica: H. Shore. Canad¨¢, 1988. Int¨¦rpretes: Jererny Irons, Genevieve Bujold. Estreno: Azul y (en V.O.) Alpliaville.
David Cronenberg tiene por lo dicho las espaldas guardadas en su aventura, ciertamente arriesgada, de Inseparables, filme que no se limita a jugar con duplicaci¨®n f¨ªsica de dos hermanos (juego repetid¨ªsimo en el cine, pero que casi nunca sobrepasa la prestidigitaci¨®n visual: dos tomas sucesivas luego unificadas en un solo fotograma por la m¨¢quina trucadora, lo que crea la ilusi¨®n de que un solo int¨¦rprete representa en un mismo plano a dos gemelos), sino que pretende ir m¨¢s all¨¢ del viejo truco y extraer de ¨¦l alguna de las negruras rom¨¢nticas de ese aludido mito del doble: el misterio del otro considerado como yo.Inseparables es ambicioso, y en algunos aspectos, no en todos, est¨¢ a la altura de lo que busca, sobre todo en la progresi¨®n inicial, realmente inquietante, en busca de los signos del misterio: dos gemelos, dos personas bajo las que, paso a paso -esa magistral graduaci¨®n decide que Cronenberg no es un cineasta vulgar-, descubrimos primero una sola identidad y finalmente un solo destino. En esta parte del filme Cronenberg no nos dice esto: nos hace verlo y vivirlo. Plantea bien el dificultoso asunto. La triangulaci¨®n de la exposici¨®n, gracias a una excelente Genevieve Bujold en funciones de mediadora inconsciente entre las dos caras del no menos excelente Jeremy Irons, facilita el ascenso y la racionalidad impera en el desarrollo inicial del filme, que tensa, inquieta, promete e incluso cautiva.
Luego, cuando Bujold desaparece y en cada hermano comienza a asomar una identidad propia, hay una fase de estancamiento en el relato. Cronenberg lo describe sin hacer crecer el enigma. Esta fase se sostiene gracias a que Jererny Irons da una buena lecci¨®n de desdoblamiento del gesto, de tal manera que reconocemos cu¨¢ndo es Beverly y cu¨¢ndo Elliot por decreto de ese gesto, sin necesidad de otra apoyatura distintiva ni otro signo o reclamo externo: le basta mirar para que nuestra mirada discierna autom¨¢ticamente cu¨¢ndo es un hermano o cu¨¢ndo es el otro. En esta zona del filme, la autor¨ªa y el mando del mismo pasan a Irons. Cronenberg -que impuso su personalidad en los ritmos iniciales de la intriga- se hace aqu¨ª simple traductor.
En la tercera y ¨²ltima fase del filme, cuando Bujold reaparece y Elliot se da cuenta de que ha de compartir el destino de su hermano Beverly, porque ¨¦ste es su propio destino, ya no vemos realmente el suceso. ?ste se nos dice, o se nos subraya, que es distinto de verlo. Elliot ha de explicar verbalmente lo que pasa para que lo entendamos. El desorden y la arritmia se apoderan del filme, que ha de acudir a un desenlace aparatoso y efectista -por mucho pudor que Cronenberg ponga en la imagen, acudiendo a tomas lejanas o indirectas- -y, por consiguiente, superficial.
Menos de lo prometido
Y lo que promet¨ªa mucho se queda en mucho menos de lo prometido. El filme mantiene el valor de su riesgo y la plenitud de su magn¨ªfico ascenso inicial en busca de los signos del enigma. Pero su estancamiento final nos frustra, al dejarnos, sin intentar penetrar por allas, ante las puertas de lo impenetrable.
Babelia
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