La falda de c¨¦firo
Las banderas rojas y estrelladas de la Comunidad se confund¨ªan en la Puerta del Sol con el otro rojer¨ªo ornamental que ven¨ªa desde Atocha. Mientras la oleada de manifestantes unitarios iba a dar al punto 0 de Espa?a, un sintetizador lanzaba lentamente al aire las notas de una Internacional algo cansada, algo frustrada, pero que estaba ah¨ª. Cansados, frustrados y quemados estaban la mayor parte de quienes hac¨ªan acto de presencia en el primer 12 de Mayo de cocos y ugetistas, pero ha de saberse que estamos aqu¨ª, dispuestos a la lucha".Una pareja vestida de domingo sal¨ªa de comprarse un brazo de gitano en La Mallorquina: "A nosotros, ni nos va ni nos viene". Las mujeres que venden loter¨ªa a la puerta mismo estaban exultantes: "Escribe que somos de izquierdas, y bien contentas de que haya unidad". Pilar, Mar¨ªa y Concha vendieron ayer poco: "No importa, en cuanto su disuelvan vendr¨¢n a comprar".
De Atocha a Puerta del Sol, todos los magullados por la pol¨ªtica de este Gobierno, m¨¢s los palestinos, los chilenos, los nicarag¨¹enses -"no a la ley de extranjer¨ªa, a las discriminaciones"- cantaban sus esl¨®ganes. Los m¨¢s sobrios glosaban la unidad sindical y la lucha obrera. Los m¨¢s osados trataban a Felipe, Solchaga y Boyer de hijos de la misma madre. Hab¨ªa poca charanga, ning¨²n mu?eco quemado, escasa broma. Era una manifestaci¨®n de ira contenida. Cuando habl¨® Nicol¨¢s Redondo, un muchacho llamado Miguel Sola empez¨® a gritar: "?Pres¨¦ntate t¨², candidatura sindical contra los tecn¨®cratas!".
Juana y Araceli Do?a, militantes del PCE de toda su vida, corr¨ªan hacia el otro lado de la plaza para encontrarse con su otra hermana, Valia, que como vive en Barcelona est¨¢ en el PSUC, "pero he venido a vivir esto como madrile?a". Un cartel del Movimiento Comunista sacaba la lengua al Gobierno desde las cabinas.
Y el organillero de Sol tocaba sin parar un fragmento de La Revoltosa -"la de la falda de c¨¦firo y el pa?uelo de cresp¨®n"-, mientras, desde lo alto del edificio de la Comunidad Aut¨®noma de Madrid, un desconocido -"un madero", dec¨ªan- fotografiaba a la multitud armado con un potente teleobjetivo. El oso del madro?o estaba lleno de pegatinas.
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