'Coca, SA'
Los fajos de d¨®lares y la miseria total conviven en el Chapar¨¦, la 'f¨¢brica,' de coca¨ªna de Bolivia
ENVIADO ESPECIALUn ligero aroma a clorofila, entre dulz¨®n y farmac¨¦utico, emana de un extenso lecho de hojas verdes puestas a secar bajo el sofocante calor subtropical. Un grupo de quechuas de mirada huidiza mastica lentamente un amasijo de esas mismas hojas salidas de los arbustos que crecen hasta donde abarca la vista.
Es el coraz¨®n del Chapar¨¦, la principal zona de plantaci¨®n de coca de Bolivia y una de las mayores fuentes mundiales de abastecimiento para la elaboraci¨®n de la coca¨ªna. Para los campesinos, su cultivo se ha convertido en una cuesti¨®n de supervivencia. Pero la supervivencia de Bolivia pasa por su erradicaci¨®n.
"Mientras haya compradores, seguir¨¦ produciendo coca. No conozco otro producto m¨¢s rentable", asegura un campesino de Chimor¨¦, un peque?o poblado sin agua ni luz el¨¦ctrica a unos 300 kil¨®metros al este de La Paz, en el centro del Chapar¨¦. A su alrededor crecen miles de peque?os arbustos de coca, nutridos por la intensa humedad que se respira en la zona todo el a?o. La coca es un cultivo ideal en esta pobre e inaccesible regi¨®n: casi no conoce plagas, se cosecha cuatro veces al a?o, tiene mejor precio que cualquier otro producto alternativo y ni siquiera hay que llevarla al mercado.
El Chapar¨¦ produce el 80% de las 147.000 toneladas de hoja de coca que generan los suelos bolivianos, y casi toda su producci¨®n va a alimentar los cientos de laboratorios clandestinos situados en las zonas m¨¢s inaccesibles del oriente boliviano. De all¨ª, convertido en pasta base o en blanca coca¨ªna, inicia su tortuoso viaje hacia los mercados de Europa y Estados Unidos. Bolivia se ha convertido en los ¨²ltimos cinco a?os en el segundo proveedor mundial de hoja de coca despu¨¦s de Per¨², y su venta al exterior representa entre 3.000 y 4.000 millones de d¨®lares, una cifra al menos ocho veces superior al total de las exportaciones legales del pa¨ªs m¨¢s pobre de Suram¨¦rica.
Cultivo masivo
Los campesinos del Chapar¨¦, atra¨ªdos por los altos precios de la hoja de coca en 1983 y 1984 (lleg¨® a 800 d¨®lares la carga de 48 kilos; ahora est¨¢ a un d¨¦cimo de ese valor), enfrentados a una sequ¨ªa destructora e impulsados por los narcotraficantes colombianos, que buscaban ampliar sus fuentes, se lanzaron en masa a cultivar coca, pasando de 61.000 hect¨¢reas en 1984 a 141.000 en el a?o siguiente, seg¨²n el Gobierno.En los a?os posteriores, pese a los programas de control, represi¨®n y sustituci¨®n aplicados por el Gobierno con la ayuda activa de agentes de Estados Unidos, miles de mineros despedidos de las minas de esta?o y campesinos venidos de otras zonas deprimidas de Bolivia se incorporaron a la producci¨®n e incluso a la elaboraci¨®n de la coca.
La guardia policial, los famosos leopardos, ha establecido tres controles sucesivos en la carretera del Chapar¨¦, para impedir que entren las denominadas sustancias precursoras (cal, queroseno, ¨¢cidos) que se utilizan en la elaboraci¨®n de la coca¨ªna. Los campesinos denuncian que el sistema s¨®lo sirve para engrosar las arcas de los polic¨ªas mediante el volteo, una pr¨¢ctica que hasta los funcionarios del Gobierno destacados en la zona reconocen. El volteo es la reventa de la droga o precursores incautados en los operativos, y es s¨®lo una de las tres m¨¢s conocidas formas de corrupci¨®n aqu¨ª. Las otras son el lavado, por el que se cambia la identidad de las personas o se hacen desaparecer las evidencias, y la cobertura, o protecci¨®n oficial a los grandes traficantes.
La corrupci¨®n ha llegado hasta altos niveles del poder y la pol¨ªtica en Bolivia. Los implicados en el caso Huanchaca -donde tres cient¨ªficos perdieron la vida en septiembre de 1988 al descubrir accidentalmente una f¨¢brica de coca¨ªna en la selva boliviana- han sido liberados por los jueces en un fallo que escandaliz¨® a este pa¨ªs, habituado a cosas parecidas. El a?o pasado, un diputado del partido gobernante lleg¨® a pedir que se abrieran procesos nada menos que a los miembros de la Corte Suprema de Justicia por la "corrupci¨®n generalizada" de ese cuerpo.
Las vinculaciones de los narcotraficantes con altos dirigentes pol¨ªticos son obvias para cada boliviano. A mediados del a?o pasado, el Parlamento abri¨® una investigaci¨®n sobre este tema -obligado por la filtraci¨®n de unas grabaciones de v¨ªdeo que mostraban al capo Roberto Su¨¢rez G¨®mez, actualmente detenido, con varios conocidos pol¨ªticos, empresarios y generales bolivianos-, pero un par de meses despu¨¦s los parlamentarios acordaron cerrarla debido a que se trataba, seg¨²n dijeron en un comunicado, de una conspiraci¨®n contra la clase pol¨ªtica de este pa¨ªs con el objetivo de "desestabilizar la democracia".
Sustituci¨®n
Nadie en el Chapar¨¦ acepta tener tratos con los narcotraficantes. "Nosotros producimos y vendemos, nada m¨¢s. Somos agricultores, no traficantes", repiten uno a uno los campesinos de la zona. Habla un dirigente de la Federaci¨®n de Trabajadores del Tr¨®pico de Cochabamba, que re¨²ne a 30.000 de los casi 70.000 productores de hoja de coca de la regi¨®n: "Estamos de acuerdo con el plan del Gobierno de sustituci¨®n voluntaria de la producci¨®n de hoja de coca. Pero pedimos que a cambio de cada arbusto cortado nos entreguen otro de igual rendimiento econ¨®mico". ?Y cree que existe otro producto igual? "En verdad, no".
El Gobierno, pese -a todo, es consciente de las dificultades que plantear¨ªa una erradicaci¨®n forzosa de las plantaciones de coca, y se ha resistido a las presiones de Estados Unidos con el denominado Plan Integral de Desarrollo y Sustituci¨®n. "Existe coincidencia total de parte de todos los grupos pol¨ªticos para no introducir la violencia en el campo boliviano mediante la erradicaci¨®n forzosa, y por eso hemos decidido realizar un proceso de sustituci¨®n gradual de cultivos", dice el ministro de Agricultura, Jos¨¦ Guillermo Justiniano. "Esta v¨ªa no violenta, m¨¢s lenta y quiz¨¢ m¨¢s cara, es la ¨²nica que garantiza que Bolivia siga siendo un pa¨ªs pac¨ªfico y democr¨¢tico", asegura.
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