La sentencia
LA SENTENCIA de la colza, levemente condenatoria en relaci¨®n con las duras penas solicitadas por el fiscal y los, acusadores particulares, ha sido vivamente protestada por los afectados del s¨ªndrome t¨®xico presentes en la sala del juicio donde se proced¨ªa a su lectura. La reacci¨®n es perfectamente comprensible en personas que han sufrido en sus propias carnes, o en la de sus familiares, los efectos de una acci¨®n tan criminal como la venta enga?osa de aceite envenenado; pero tambi¨¦n es una interpelaci¨®n fundada al tribunal sobre sus criterios de aplicaci¨®n de la ley a un hecho que ha generado tan funestos y dram¨¢ticos efectos. Es obvio que un tribunal de justicia no puede guiarse por ,motivos pasionales ni siquiera por consideraciones humanitarias, sino con estricta sujeci¨®n a la ley. Y es precisamente aqu¨ª donde surgen las dudas razonables. Los delitos de imprudencia temeraria y contra la salud p¨²blica no s¨®lo est¨¢n tipificados de manera imprecisa, sino que se castigan con una levedad impropia de las grav¨ªsimas consecuencias que a veces desenca denan. Sin embargo, el C¨®digo Penal deja al arbitrio del tribunal elevar en uno o dos grados la pena, "cuan do el mal causado fuera de extrema gravedad". Aun admitiendo como acertada la postura doctrinal del tribunal de que la acci¨®n que desencaden¨® el s¨ªndrome t¨®xico es un delito de imprudencia temeraria y no de homicidio, parecer¨ªa l¨®gico que la pena impuesta a todos sus autores fuera la m¨¢xima correspondiente a aquel delito, es decir, entre 12 a?os y un d¨ªa y 20 a?os. Hubiera sido una ilusi¨®n sin fundamento atribuir a la sentencia de la colza el car¨¢cter de b¨¢lsamo capaz de curar todo el da?o que se esconde tras el drama humano que ha sacudido el entramado social de este pa¨ªs en los ¨²ltimos a?os. Ni la ley ni la justicia se bastan por s¨ª mismas para resta?ar las profundas heridas -fisicas y ps¨ªquicas- producidas por aquel vil mercadeo, y ello explicar¨ªa, en alguna medida, los incidentes que se produjeron ayer durante la lectura de la sentencia.
La principal y m¨¢s ardua tarea que ten¨ªan los jueces era la de establecer la verdad judicial entre las distintas causas posibles del envenenamiento masivo. Frente a la teor¨ªa de los pesticidas organo fosforados como origen de la epidemia -escasamente fundamentada y ardientemente defendida por los abogados de los aceiteros y refinadores procesados- o a la fantasiosa de un accidente con armas qu¨ªmicas en la base de Torrej¨®n de Ardoz, el tribunal se ha inclinado por la que se?alaba al aceite de colza industrial, destinado fraudulentamente al consumo humano, como el veh¨ªculo que llev¨® la tragedia a miles de hogares modestos espa?oles. No s¨®lo razones de estad¨ªstica -coincidencia de las rutas de comercializaci¨®n de este aceite con las del envenenamiento-, sino razones cient¨ªficas avaladas por la mayor¨ªa de los estudiosos de la enfermedad han hecho que finalmente el tribunal haya considerado probada la relaci¨®n de causalidad entre el consumo de este producto y la tragedia desencadenada. El que siga sin conocerse el agente qu¨ªmico concreto causante de la epidemia es irrelevante a efectos penales una vez establecido el soporte que lo propag¨®, aunque para las rniles de personas afectadas sea cuesti¨®n de vida o muerte que la ciencia lo descubra cuanto antes.
Sin duda, para los afectados y para los fa ' miliares de los centenares de v¨ªctimas mortales del homicidio colectivo, la condena de los culpables no ser¨ªa suficiente, aunque hubiera sido m¨¢s dura. La insolvencia patrimonial de los condenados hace problem¨¢tica la cuesti¨®n de las justas indemnizaciones que les corres ponden por el mal que se les caus¨®. En este sentido, la aceptaci¨®n judicial de la tesis del consumo de aceite de colza desnaturalizado como causante del s¨ªndro me t¨®xico abre una v¨ªa para la exigencia de responsa bilidades a la Administraci¨®n. Si bien es cierto que los condenados -con su irresponsabilidad y con su des medido af¨¢n de lucro- son los ¨²nicos culpables di rectos de la tragedia, su acci¨®n crim¨ªnal s¨®lo es expli cable en un clima de omisiones y negligencias pol¨ªti cas y administrativas.
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