Buenas tardes, tormenta
JOAQUIN VIDAL, La est¨¢bamos esperando y lleg¨® puntual. En el tercer toro, como es costumbre, irrumpi¨® la tormenta. Le dimos las buenas tardes. Buenas tardes, tormentita, compa?era inseparable de la ?sidrada. Y no s¨®lo de la isidrada, sino de todas las ferias importantes que han sido en lo que va de a?o. Estuvo en Valencia, estuvo en Sevilla. Le gustan tanto los toros que se precipita alocadamente al verlos, y lo pone todo perdido. En Valencia oblig¨® a suspender cuatro festejos; en Sevilla, dos; en Madrid lleva tres, m¨¢s medio el domingo y un tercio ayer. Y lo que te rondar¨¦.
La afici¨®n va preparada para recibir a la tormenta: paraguas de todos los calibres y colores, gabardinas, chubasqueros, capotes, pl¨¢sticos de quita y pon, pl¨¢sticos de envolver. Aquellas im¨¢genes del aficionado con veguero y de la aficionada elegantona en tardes de sol y moscas, constituyen ya antiguallas, agua pasada -con perd¨®n-. Ahora esas im¨¢genes pertenecen al f¨²tbol que, como tiene la temporada en invierno, se da con cielo despejado y clima primaveral.
Torrestrella / Manzanares, Manili, Joselito
Cuatro toros de Torrestrella, con gran trap¨ªo, excepto el 3?, anovillado; mansos, de juego desigual. Jos¨¦ Mar¨ª Manzanares: pinchazo y media estocada baja (protestas); pinchazo y estocada corta baja (silencio). Manili: dos pinchazos, media delantera tendida y seis descabellos (silencio). Joselito: bajonazo descarado (silencio). La corrida se suspendi¨® por lluvia despu¨¦s del cuarto toro. Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 17? corrida de la Feria de San Isidro.
Son los tiempos, que cambian. Si levantaran la cabeza nuestros antepasados, que Regaron a ver a Jos¨¦ y Juan -y hasta al Chiclanero-, no se lo acabar¨ªan de creer. El clima y la fiesta de entonces ni se parecen a los de hoy mismito. Aunque seg¨²n y c¨®mo. Toros de impresionante estampa propios de la ¨¦poca que llamaron edad de oro del toreo, saltaron ayer a la arena, sin ir m¨¢s lejos. Y, sin ir m¨¢s lejos, dos de ellos le correspondieron a Manzanares. Que a Manzanares le correspondan toros de impresionante estampa, no cuadra en las monol¨ªticas estructuras del mundo taurino contempor¨¢neo y rompe los esquemas de la afici¨®n. Algo est¨¢ sucediendo aqu¨ª. El primer toro de Manzanares que pesaba menos de 500 kilos, ten¨ªa un trap¨ªo irreprochable y una seriedad avasalladora. Su segundo toro rebasaba la mediatonel¨¢, hecha de larga caja, alta aguja, morrillo soberano, papada bamboleante, cabezota cornalona de vuelto y astifino pit¨®n.
Si se sobresalt¨® Manzanares, disimularlo supo. Cuando menos se puso delante de los toros-torazos, intent¨® pases, y si a?adi¨® cuidado exquisito en que los toros-torazos no le rozaran ni un alamar, estaba en su derecho. Diestro precavido vale por dos, dir¨¢ ¨¦l, y si la afici¨®n disiente, ese es problema de la afici¨®n. El primero de sus toros tardeaba, aunque al embestir lo hac¨ªa fijo al enga?o, o tal impresi¨®n produc¨ªa, desde la barrera para ac¨¢. De la barrera para all¨¢ quiz¨¢ produjera impresi¨®n distinta, a juzgar por los pasos atr¨¢s que daba Manzanares cada vez que lo ve¨ªa venir. El torazo cuarto derrib¨® estrepitosamente la acorazada de picar, y despu¨¦s derrot¨® la muleta que le presentaba Manzanares. Estaba entonces la tormenta en el apogeo de su visita puntual, y no se limitaba a soltar agua a ca?os; soltaba tambi¨¦n rayos y centellas, que toro y torero soportaban imperturbables, metidos en el barrizal. Tiene m¨¦rito, francamente.
Tras el bajonazo acostumbrado, suspendieron la funci¨®n, y mejor as¨ª, por mucho que Manili y Joselito quisieran sacarse la espina de sus anteriores actuaciones. La tarde estaba para cualquier cosa menos para lidiar toros. Manili hab¨ªa porfiado, consentido, obligado, en su valiente faena al torazo incierto que sali¨® en segundo lugar. El torito anovillado reserv¨®n que sali¨® en tercer lugar se colaba con peligro y Joselito cort¨® pronto su esbozo de faena. El torito anovillado reserv¨®n que sali¨® en tercer lugar parec¨ªa el nieto de los otros. Si fue porque Joselito ya est¨¢ en plan figura, ese es un s¨ªntoma que alarm¨® a la afici¨®n madrile?a. Pues la afici¨®n madrile?a quiere a Joselito -se hizo a sus pechos-, pero no precisamente con amor ciego. La afici¨®n madrile?a no siente amor ciego por nadie. Acaso por la tormenta s¨ª, que de la compa?¨ªa nace el cari?o. Pero ese ser¨ªa distinto querer.
Babelia
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