La caza del novillero
JOAQUIN VIDAL, Alguien tiene convertida la plaza de Madrid en coto donde se da caza a los novilleros con aspiraciones, y no es la afici¨®n. Alguien tiene la habilidad -y la hiel- de montar encerronas donde caen toreros a racimos, unos sin posibilidad alguna de hacer realidad sus sue?os de triunfo, otros malheridos, como David Luguillano ayer, que en cuanto se abri¨® de capa supo de lo que es verse venir encima un torazo pregonao. El torazo pregonao le amag¨® la embestida a derecha y a izquierdas, tir¨® por la calle de en medio, meti¨® a cuchara por debajo del enga?o el derrote y se llev¨® en lo alto el cuerpo del torero, convirti¨¦ndole en un pelele que giraba dram¨¢ticamente sobre la pica del pit¨®n.
Barcial / Luguillano, Gal¨¢n, Mart¨ªn
Novillos de Barcial, preciosos de l¨¢mina y capa, la mayor¨ªa con trap¨ªo de toros cuajados, amoruchados y pregonaos. David Luguillano: cogido grave en un muslo al recibir de capa a su primer novillo. Juan Pedro Gal¨¢n: estocada corta muy atravesada ca¨ªda y descabello (ovaci¨®n y saludos); tres pinchazos, media perpendicular atravesada y descabello (aplausos y salida al tercio); seis pinchazos y descabello (silencio). Pepe Luis Mart¨ªn: pinchazo muy delantero, pinchazo, pinchazo bajo y media atravesada (silencio); estocada corta trasera tendida y cuatro descabellos (silencio); estocada trasera perdiendo la muleta y descabello (silencio).Plaza de Las Ventas, 30 de mayo. 18? corrida de la Feria de San Isidro.
Nada m¨¢s abrirse de capa, ya llevaba encima David Luguillano la cornada (el muslo partido, borbotones de sangre, Manolillo de Valencia haciendo un torniquete de urgencia mientras las asistencias se apresuraban camino de la enfermer¨ªa con el torero en brazos, y ese era el primer quite de la tarde). Nada m¨¢s abrise de capa Juan Pedro Gal¨¢n en el siguiente torazo, otra vez la embestida amag¨® ac¨¢ y. all¨¢ y sali¨® tambi¨¦n ¨¦l por los aires, encampanado entre las astas, que esta vez no hicieron carne y, acaso por milagro, s¨®lo consiguieron romper trozos de taleguilla (el torero haci¨¦ndose un ovillo entre las pezu?as rasgu?antes, agitar de peones, revoloteo de capotes, m¨¢s eficaz el de Santipone, que corre asimismo serio peligro y ha de trastabillar a un lado, pues topa el torazo descompuesto, y ese era el segundo quite de la tarde).
Y el resto de la corrida, en cualquier tercio, parigual a los sucesos mencionados. Aparec¨ªan por chiqueros torazos de impresionante cuajo, luminosa estampa -variedad de c¨¢rdenos o entrepelaos, calceteros, luceros, caretos-, y los ovacionaba el p¨²blico.
No s¨®lo por complacerse de la belleza del toro de lidia los ovacionaba el p¨²blico, con mayor fuerza la exigente afici¨®n torista, sino tambi¨¦n -y principalmente- por subrayar el m¨¦rito que hab¨ªa de tener lidiar aquello, desproporcionado en novilladas, inimaginable el d¨ªa aquel que debutaron en este mismo coso las rutilantes figuras de la noviller¨ªa, hijas de rutilantes padres con fama en el mundo de la tauromaquia.
Lo que de ninguna manera sab¨ªa el p¨²blico, ni los toreros, era que esos torazos de luminosa estampa, aunque los carteles los anunciaban novillos, ten¨ªan el sentido propio de cinque?os corraleados. Los dos primeros, hasta parec¨ªan toreados. Aqu¨¦l parar, medir, buscar antes de que entraran en contacto con el enga?o, recelar del cite escondiendo la carota entre los brazuelos, arrancarse de s¨²bito y frenar corneando al bulto, pose¨ªa todas las caracter¨ªsticas del toro resabiado, experto en similares peripecias.
Y los dem¨¢s, de parecido c¨®rte, aunque ya salieron m¨¢s blandorros, claudicantes, deprimidos, para fortuna de los toreros; porque si llegan a comportarse enterizos y temperamentales, diezman las cuadrillas y abarrotan la enfermer¨ªa. Habr¨ªa sido, entonces, la gran cacer¨ªa; un hito en la historia tr¨¢gica de la fiesta.
Juan Pedro Gal¨¢n y Pepe Luis Mart¨ªn no pudieron dar ni una vuelta al ruedo (en realidad, porque no pudieron dar ni un pase). Ellos creer¨¢n que la tarde se les fue injustamente de vac¨ªo, despu¨¦s de tanto sobresalto. Pero pudiera ser que el tiro le saliera por la culata al cazador, pues la afici¨®n madrile?a entendi¨® el problem¨®n insoluble que era la lidia, agradeci¨® su pundonor y qued¨® convencida de que son toreros de una pieza.
Era realmente emocionante observar c¨®mo porfiaban las nulas embestidas, aguantaban arreones, libraban con serenidad los regates, y nada les asustaba. Juan Pedro Gal¨¢n, que es torero pundonoroso de buena t¨¦cnica, domin¨® siempre la situaci¨®n. Pepe Luis Mart¨ªn, m¨¢s inexperto, cometi¨® el error de alargar obstinadamente las faenas, empeorando la catadura de los toros e impacientando al p¨²blico.
Colaboraron en la brega
Se lidi¨® mal, se pic¨® peor. Las cuadrillas de a pie colaboraron heroicamente en la brega. Ya se ha dicho de Santiponce, que adem¨¢s estuvo toda la tarde ejerciendo en pureza su profesi¨®n de torero, lo mismo con los palos que con el capote, y hubo dos pares de banderillas soberanos, ejecutados por Jos¨¦ Ortiz en el ¨²ltimo pregonao.
En cambio los picadores dieron una sesi¨®n completa de impericia en su oficio y de desprecio al p¨²blico, que les abronc¨® cuanto merec¨ªan. La mano se les iba a los picadores y met¨ªan ferozmente la vara all¨¢ donde les ven¨ªa en gana, normalmente por los espinazos atr¨¢s, o en los blandos. Lo que desde la acorazada de picar le hicieron al quinto toro-torazo lleg¨® a ser repugnante, y conclu¨ªdo el tercio aparec¨ªa sanguinolento desde la tabla del cuello hasta casi la penca del rabo, agujereado por cualquier parte. La bronquedad de los toros torazos no era para tanto. O, por lo menos, no se correg¨ªa as¨ª, de tan brutal manera. O a¨²n resultaba peor, pues agotaba sus embestidas, que ya las daba muy escasas su amoruchada naturaleza.
He aqu¨ª el resultado de la encerrona en el coto: un novillero corneado de gravedad, dos que no podr¨¢n exigir nada cuando soliciten volver a Las Ventas, en busca de una oportunidad que les permita levantar cabeza. Una encerrona en el coto desde la m¨¢s absoluta impunidad, porque el cazador se lava las manos, mientras entrebastidores orquesta la especie de que son los aficionados exigentes quienes tienen las culpas de los fracasos: estos de ayer o cualesquiera otros.
Para ello dispone de muchos frentes -se sabe manejar, y la Comunidad de Madrid, cogestora de este asunto, no le para-. Muchos frentes, inclu¨ªdo el propio programa oficial de la corrida, que tiene convertido en panfleto. En el programa oficial de la corrida aparec¨ªa escrito ayer, con la mayor desverg¨¹enza, un ataque arbitrario contra importantes sectores de afici¨®n, y en la misma pieza, sin el menor pudor, que el empresario actual "es sin duda alguna el mejor de cuantos han regido los destinos de la plaza".
Ser¨¢ porque usted lo diga, oiga. Y ser¨¢ seg¨²n se mire. Porque es cierto que nunca, como ahora, se sintieron peor tratados los toreros y el p¨²blico en la plaza de Madrid. Ahora bien, si tratar mal a los toreros y al p¨²blico son virtudes que debe atesorar un buen empresario, entonces s¨ª. Entonces tiene Las Ventas el mejor del mundo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.