El adi¨®s del 'terco' Duarte
Napole¨®n Duarte tuvo que secarse: varias veces con un pa?uelo el hilo de saliva que le corr¨ªa por la comisura de los labios durante el discurso de 40 minutos con el que se despidi¨® el mi¨¦rcoles de su pa¨ªs y del mundo. Se acaba as¨ª, entre expresiones dram¨¢ticas, una era que no ha resuelto ninguno de los grandes problemas de El Salvador pero que ha permitido consolidar, aunque precariamente, el sistema democr¨¢tico.Su terquedad, su "voluntad (le vivir y fe en Dios", como dijo en el discurso radiotelevisado, le han servido para robarle tiempo al c¨¢ncer de h¨ªgado que le devora y, contra los pron¨®sticos de todos los m¨¦dicos, llegar a la sucesi¨®n presidencial. Esa misma cualidad le ha impedido, sin embargo, avanzar en otras cuestiones claves para la estabilidad del pa¨ªs, como es la negociaci¨®n con la guerrilla.
A los 63 a?os de edad Duarte espera la muerte con la plena sensaci¨®n del deber cumplido. "La democracia ha dejado de ser una posibilidad te¨®rica para convertirse en una realidad diaria", dijo en su despedida. Pasa a la historia, es cierto, como el primer presidente civil de El Salvador que entrega el poder a otro civil, pero deja un pa¨ªs en la peor crisis econ¨®mica que se recuerda y atenazado por la agudizaci¨®n de la guerra civil.
Duarte mencion¨® la tolerancia, la flexibilidad y el respeto" como las principales virtudes de su gesti¨®n, pero los observadores recuerdan como sus principales defectos el exceso de protagonismo, la falta de energ¨ªa frente a las fuerzas armadas y el desinter¨¦s por la corrupci¨®n dentro de su propio Partido Dem¨®crata Cristiano. Su imagen se deterior¨® hasta tal punto que ni siquiera el patetismo de su enfermedad despert¨® algo m¨¢s que compasi¨®n en un pa¨ªs que vot¨® masivamente en su contra el 19 de marzo.
Su ¨²nica patria fue en los ¨²ltimos a?os su propia familia. A ella se dedic¨® hasta el rid¨ªculo pol¨ªtico. No por casualidad Duarte inici¨® su discurso de despedida con un recuerdo a las ense?anzas de su madre.
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