En defensa de la rep¨²blica
Se cuenta como an¨¦cdota -y "si non ¨¦ vero, ¨¦ ben trovato"- que en los a?os m¨¢s duros del r¨¦gimen de Franco un celoso aduanero espa?ol requis¨® en la frontera un ejemplar de La rep¨²blica, de Plat¨®n, a un viajero que pretend¨ªa entrar en Espa?a libro tan "subversivo".Aquel buen hombre ignoraba que antes, y por encima de un determinado sistema de gobierno pol¨ªtico, la rep¨²blica ha significado y todav¨ªa puede significar correctamente el bien com¨²n. As¨ª, seg¨²n el diccionario de la Academia, puede entenderse por rep¨²blica, adem¨¢s del conocido sistema de gobierno, la clase pol¨ªtica de una naci¨®n, el conjunto de habitantes de un t¨¦rmino municipal, el ayuntamiento, la causa p¨²blica ("res publica"), etc¨¦tera.
En general, los espa?oles no hemos tenido buena fama, y con cierta raz¨®n, en cuanto a nuestro esp¨ªritu comunitario. Nos preocupamos m¨¢s del bien individual, familiar o grupal que del bien com¨²n en general. Cuidamos m¨¢s del hogar que de la ciudad y nos preocupa m¨¢s el barrio que el Estado. Ya dice un antiguo refr¨¢n que "bienes del com¨²n, bienes de deng¨²n".
Algo vamos ganando, desde luego, y me parece que el sistema democr¨¢tico a ello contribuye, aunque sea a trancas y barrancas, con aciertos y torpezas, dando dos pasos adelante y uno atr¨¢s, cosa explicable teniendo en cuenta nuestra poca expenencia, ya que ni el pueblo ni la clase pol¨ªtica tenemos en este aspecto el rodaje que tiene el resto de pa¨ªses de Europa occidental.
Si bien lo que hoy llamar¨ªamos sistema parlamentario tuvo su primera experiencia en tierras de Castilla, nosotros llevamos ahora poco m¨¢s de 10 a?os de vida democr¨¢tica, cosa que hay que tener en cuenta para andar con paciencia hist¨®rica y no desanimarnos en el camino, aunque se presenten dificultades y problemas, unas veces por nuestra inexperiencia y otras porque la misma vida comunitaria los conlleva.
No har¨¢ falta insistir en que hablo ahora como un ciudadano m¨¢s, aunque para un cristiano todos los valores humanos no solamente son integrables en su fe, sino que inclusive reciben con ella una nueva dimensi¨®n, una nueva exigencia y hasta un nuevo aliento para la esperanza. Bien es verdad que cuando el cristiano es, adem¨¢s, pastor -m¨¢s en concreto, obispo, como es mi caso, aunque ahora no ejerza por motivos de salud-, parece que debemos aceptar ciertas limitaciones en atenci¨®n al bien com¨²n.
Pondr¨¦ un ejemplo, que yo veo muy claramente y vivo consecuentemente desde hace varios a?os: me refiero al derecho al voto. Como ciudadano espa?ol, me parece no solamente un derecho, sino hasta un deber, por lo cual siempre me he sentido obligado a votar, aunque respete a aquellos que optan por la abstenci¨®n, sobre todo si obedece a una elecci¨®n bien meditada y no se debe a simple comodidad, rabie ta o pasotismo. De todos modos, creo personalmente m¨¢s c¨ªvico colaborar con el bien com¨²n por medio de nuestro voto, en el sen tido que uno crea m¨¢s conve niente para la sociedad.
En cambio, nunca he descubierto a nadie, ni a mis m¨¢s ¨ªntimos amigos, sin excepci¨®n alguna, cu¨¢l ha sido en cada caso la orientaci¨®n de mi voto. No sola mente no lo he manifestado an tes de votar, sino ni siquiera despu¨¦s. Y no solamente no lo he dicho de manera manifiesta, sino que ni siquiera lo he dejado traslucir, de modo que nadie ra zonablemente pudiera tomar pie para decir que hab¨ªa votado a tal o cual partido, como se dijo en un mitin electoral res pecto a uno o como se escribi¨® en un libro respecto a otro.
?Por qu¨¦ este pudor? Porque mi funci¨®n eclesial me da inevi tablemente cierta notoriedad en la sociedad y podr¨ªa haber per sonas que se dejaran influir por m¨ª en su opci¨®n electoral, lo que estar¨ªa fuera de mi servicio pas toral, que no puede ni debe in miscuirse en estrategias de par tidos. Si bien los pastores debe mos animar a los cristianos a que trabajen y luchen por el bien com¨²n de acuerdo con nuestros principios de fe, no po demos, en cambio, se?alarles los caminos y las estrategias concretas a seguir. Esto perte nece a su libre elecci¨®n y ejerci cio, para lo cual tambi¨¦n tienen, como bautizados y como laicos, una misi¨®n especial y una gracia del Esp¨ªritu Santo.
Pero tampoco basta con votar de cuando en cuando para colaborar al bien com¨²n, a la rep¨²blica, ya sea en comicios de nivel local, nacional o suprana cional, como ocurre ahora en las elecciones al Parlamento Europeo. Hay otras muchas ocasiones y otros medios para aportar nuestro granito de are na a la construcci¨®n de una so ciedad y de un mundo cada vez m¨¢s fraternal, m¨¢s solidario, m¨¢s justo, m¨¢s humano, m¨¢s culto, m¨¢s amable. Es cierto que ante la complejidad y enormidad de los problemas actuales, que requieren esfuerzos gigantescos y gastos incalculables, el individuo puede sentirse realmente impotente e insignificante, lo cual le llevar¨ªa al des¨¢nimo y a la inhibici¨®n. Pero, como dice el refr¨¢n, "valen m¨¢s muchos pocos que pocos muchos", y no es ocioso recordar el viejo y t¨®pico ejemplo de las hormigas o los termites, que siendo tan peque?os hacen obras tan grandes, por ser tan numerosos, trabajadores, pacientes y solidarios.
No podemos dejar todo el trabajo a los pol¨ªticos profesionales, que tienen un papel importante y fundamental en la gesti¨®n del bien com¨²n, pero que no pueden ni deben suplir ni suplantar la iniciativa, la creatividad y la responsabilidad de la sociedad en todos los campos. Un pueblo adulto y democr¨¢tico parece que debe caracterizarse por la variedad y riqueza de sus instituciones y asociaciones no gubemamentales, que promuevan, canalicen, desarrollen y coordinen toda clase de iniciativas en los diferentes campos de la vida social.
En este sentido, un examen de conciencia colectivo descubrir¨ªa que el nivel del asociacionismo en Espa?a es sumamente bajo, lo cual es un ¨ªndice m¨¢s de nuestro individualismo. Es de esperar y desear que las nuevas generaciones, que parecen bastante sensibilizadas hacia el compa?erismo espont¨¢neo, se vayan educando tambi¨¦n en una solidaridad m¨¢s estable y asociada y, por lo mismo, m¨¢s comprometida. Por otra parte, nuestra incorporaci¨®n a la Comunidad Europea puede ser para nosotros un est¨ªmulo y un aprendizaje para adquirir h¨¢bitos m¨¢s comunitarios y corresponsables.
Y quedan, adem¨¢s, otros muchos aspectos y ocasiones en los que cada uno puede hacer mucho por el bien de todos, desde cosas de modesta apariencia hasta decisiones de alguna importancia. Por poner dos ejemplos en ambos planos:
Muchas veces se oyen quejas entre la gente y en los medios de comunicaci¨®n social, con m¨¢s o
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cigarrillos, los envoltorios de caramelos, los chicles masticados, etc¨¦tera. ?Peque?eces? La vida en general est¨¢ hecha de peque?eces, empezando por el ¨¢tomo...En el otro ejemplo, de repercusiones todav¨ªa m¨¢s graves, quiero recordar nuestra responsabilidad en el d¨¦ficit de la balanza de pagos. Como no entiendo de econom¨ªa, corro el peligro de que mi amigo Jos¨¦ Luis Leal y sus colegas se r¨ªan de m¨ª, pero pienso que si fu¨¦ramos m¨¢s sobrios, m¨¢s selectivos y m¨¢s solidarios a la hora de comprar art¨ªculos de importaci¨®n, no se habr¨ªa producido el alarmante d¨¦ficit que se viene registrando ¨²ltimamente.
Supongo que la competencia y la apertura de mercados son elementos b¨¢sicos de la Comunidad Europea, pero eso tampoco nos obliga a nadie a desproteger nuestros propios productos y primar caprichosamente los ajenos. Puede haber casos en los que est¨¦ justificada la importaci¨®n, por tratarse de productos mucho m¨¢s perfectos y mucho m¨¢s baratos, pero frecuentemente se hace por esnobismo, por moda o por ostentaci¨®n.
Esto representa a mi juicio una grave falta de solidaridad con nuestra agricultura, nuestra ganader¨ªa y nuestra industria, tanto m¨¢s a tener en cuenta en cuanto nuestra econom¨ªa debe afrontar durante los pr¨®ximos a?os un reto muy dif¨ªcil en la competencia con los dem¨¢s pa¨ªses de la Comunidad, casi todos mucho m¨¢s fuertes que nosotros.
?C¨®mo ignorar los esc¨¢ndalos recientes de corrupci¨®n pol¨ªtica, no solamente en Espa?a, sino tambi¨¦n en Francia y la Rep¨²blica Federal de Alemania, Jap¨®n o Grecia, entre otros? Los pol¨ªticos no suelen ser ni santos ni demonios. Pero aunque algunos se aprovechen de su mandato para medrar, eso tampoco nos autoriza a pensar que todos, ni siquiera la mayor¨ªa, est¨¦n corrompidos y que la pol¨ªtica es un trabajo sucio que solamente deben hacer los que est¨¦n dispuestos a mancharse las manos.
En este campo, como enotros muchos, no deben ofuscamos los casos escandalosos que acaparan de manera sensacionalista los medios de comunicaci¨®n social, olvidando que la gran mayor¨ªa de los pol¨ªticos, tanto en el plano local como en el auton¨®mico o estatal, trabajan honestamente y con todas sus fuerzas por el bien com¨²n, lo cual merece todo nuestro respeto, nuestra colaboraci¨®n y nuestro reconocimiento.
Por otra parte, nada ni nadie puede dispensarnos de cumplir cada uno con su propio deber, de acuerdo con su propia conciencia, colaborando en todo lo posible con tantos millones y millones de espa?oles y de europeos de buena voluntad en la b¨²squeda del bien com¨²n de Espa?a y de Europa. Defendamos tenazmente la "rep¨²blica".
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