Desobediencia decembrista
Hay muchas formas de mandar y pocas de obedecer. Los historiadores y los fil¨®sofos s¨®lo se han ocupado de las diversas modalidades del mando pol¨ªtico, de los numerosos tipos de dominaci¨®n, sin percatarse de que este enfoque de la relaci¨®n de poder, si bien es m¨¢s espectacular, por ocuparse de estrategias y estratagemas de los protagonistas sociales, es menos esclarecedor de la evoluci¨®n moral de la humanidad que el relato y an¨¢lisis de los tipos de obediencia pol¨ªtica. Tan escasas son las razones hist¨®ricas de la obediencia que, sin riesgo de simplificaci¨®n, se pueden reducir a dos categor¨ªas puras: creencia m¨ªtica en la inferioridad entre desiguales y creencia racional en el m¨¦rito entre iguales. El anarquismo es la filosof¨ªa rom¨¢ntica y ut¨®pica de la desobediencia pol¨ªtica concebida como instituci¨®n, como un tipo especial de autoobediencia. La desobediencia civil es un medio pac¨ªfico de liberaci¨®n o protesta popular y no un fundamento de gobierno. ?A qu¨¦ g¨¦nero pertenece el acto popular expresado con silencio de Viernes Santo el d¨ªa 14 de diciembre?La primera modalidad de la obediencia, propia del mundo antiguo, es de car¨¢cter racional y no necesita mayor explicaci¨®n. Lo misterioso, lo irracional, es la formaci¨®n social de la conciencia de inferioridad, pero no su di¨¢fana consecuencia, la subordinaci¨®n del inferior al superior. La segunda modalidad, propia del moderno mundo democr¨¢tico, traslada el misterio al hecho de la obediencia en s¨ª. Una vez adquirida como verdad incontestable la conciencia de la igualdad moral y civil de los seres humanos, no es f¨¢cil explicar el fundamento de la obediencia a leyes y decisiones adoptadas sin la participaci¨®n directa de quienes han de acatarlas.
En los albores de nuestra vida, millones y millones de peque?as agrupaciones de individuos debieron inmolarse por no descubrir, en la obediencia al m¨¢s fuerte o al m¨¢s listo para la competici¨®n alimentaria, el secreto de la supervivencia. La obediencia racional a los mejor dotados para la defensa (casta militar) y la obediencia emotiva a los poseedores del secreto m¨ªtico que cohesiona y diferencia al grupo (casta intelectual) proporcionaron los dos elementos b¨¢sicos de la desigualdad social sobre la que se edific¨® la organizaci¨®n pol¨ªtica de la humanidad desde sus ignotos or¨ªgenes hasta hace exactamente 200 a?os. El Estado de la monarqu¨ªa absoluta en la que se encarn¨® la naci¨®n organizada en dos Estados privilegiados y un tercer Estado llano, representa la ¨²ltima y m¨¢s sofisticada constituci¨®n pol¨ªtica de la desigualdad. La conciencia de inferioridad estaba metaf¨ªsica y m¨ªsticamente reproducida. A este tipo racional de obediencia corresponden los numerosos tipos de dominaci¨®n tradicional.
Sin embargo, durante ese dilatado y oscuro per¨ªodo, la humanidad experiment¨® en momentos estelares, pero fugac¨ªsimos, otras formas de convivencia basadas en la igualdad moral de los individuos. La democracia ateniense, manteniendo la esclavitud, extendi¨® la libertad pol¨ªtica y la igualdad de derechos s¨®lo a los ciudadanos, que de este modo pudieron justificar en su propia voluntad la obediencia a las leyes y a los jefes peri¨®dicamente elegidos. Mayor coherencia moral y prudencia pol¨ªtica tuvieron aquellas rep¨²blicas comunales del norte de Italia, a finales de la Edad Media, donde el sufragio electoral atribu¨ªa la potestad legislativa a la mayor¨ªa ganadora y la potestad ejecutiva del Gobierno a la minor¨ªa perdedora. Aparte de esta ef¨ªmera y original¨ªsima experiencia democr¨¢tica, s¨®lo el pensamiento ut¨®pico de unos pocos visionarios pudo imaginar que la igualdad cristiana de las almas pudiera ser utilizada, antes de la muerte de los cuerpos que las encerraban, para construir islas y ciudades terrenales a semejanza de las civitas Dei.
A pesar de la premonici¨®n de Voltaire, en su carta al marqu¨¦s de Chauvelin (1764), nada hac¨ªa presagiar hace 200 a?os que la concepci¨®n inmemorial de la obediencia del inferior estaba a punto de sucumbir. La frustraci¨®n de unas modestas aspiraciones a la igualdad fiscal de los contribuyentes provoc¨® a uno y otro lado del Atl¨¢ntico, y casi al mismo tiempo, la subversi¨®n total del orden establecido y la implantaci¨®n revolucionaria de un nuevo orden pol¨ªtico basado en la igualdad y libertad de los seres humanos. La Declaraci¨®n de Independencia de Filadelfia (1776) y la Declaraci¨®n de Derechos del Hombre de Par¨ªs (1789) constituyen los dos actos pol¨ªticos y las dos creaciones intelectuales de mayor trascendencia moral que la humanidad ha producido. Los mitos de la desigualdad y de la obediencia debida al superior tot¨¦mico son sustituidos por evidencias incontestables: igualdad moral de los individuos y obediencia libremente consentida a legisladores y gobernantes elegidos por los gobernados.
En los primeros Gobiernos democr¨¢ticos, el problema de la obediencia entre conciencias iguales no se plantea como dificultad, porque la aristocracia del m¨¦rito sustituye a la de la sangre en los propios textos constitucionales del Estado. Los cargos p¨²blicos, las tareas legislativas y de mando pol¨ªtico han de cubrirse por elecci¨®n entre personas que destaquen por su virtud, por su talento o por su capacidad. El m¨¦rito crea una desigualdad que hacen justa tanto el veredicto de las urnas como el buen juicio de sus acciones.
Pero en 1795 los termidorianos acabaron con este tipo moderno de obediencia. Mediante un golpe de Estado institucionalizaron la usurpaci¨®n del poder pol¨ªtico por la representaci¨®n de los electores convertida en verdadero sindicato de profesionales del poder. El instrumento de este golpe de Estado fue la promulgaci¨®n de una nueva Constituci¨®n, sin convocatoria previa de elecciones constituyentes, y de un Decreto, llamado de los dos tercios, que aseguraba la perpetuaci¨®n de los mismos diputados con un sistema electoral de listas cerradas. En este golpe de Estado de 1795 est¨¢ el origen de la bifurcaci¨®n hist¨®rica de los dos tipos occidentales de democracia que hoy conocemos: el tipo fuerte anglosaj¨®n y el tipo d¨¦bil latino. De este golpe de Estado arranca la necesidad de ideolog¨ªas que sustituyan la racional obediencia democr¨¢tica al m¨¦rito entre iguales por otras categor¨ªas impuras basadas en el carisma de un jefe absoluto, en el totalitarismo de una idea o en la creencia de la irremediabilidad olig¨¢rquica del sistema democr¨¢tico. La conciencia seducida, la conciencia ilusa y la conciencia resignada dan soporte a los nuevos tipos impuros de obediencia.
No es ning¨²n azar que el vocablo ide¨®logo surja por primera vez durante termidor para designar a los intelectuales del Instituto, disc¨ªpulos de Condillac, que explicaban la formaci¨®n do las ideas por sensaciones. Tampoco es un azar que Babeuf organice la conspiraci¨®n de los iguales y defina la primera ideolog¨ªa comunista, contra la Constituci¨®n del 95 y su decreto electoral, en defensa de la Constituci¨®n democr¨¢tica del 93. Y el bonapartismo, finalmente, no fue contingencia hist¨®rica que pudo evitarse, sino necesidad termidoriana que debi¨® propiciarse.
Desde entonces, y por muy acostumbrados que estemos, no deja de ser fen¨®meno extraordinario, y desde luego misterioso, que por medio de mecanismos electorales unos pocos individuos sin especiales m¨¦ritos logren hacerse obedecer por una muchedumbre de su misma especie.
Los creadores y difusores de la ideolog¨ªa de la representaci¨®n, es decir, los doctrinarios de la filosof¨ªa pol¨ªtica y del derecho constitucional, nos aclaran as¨ª el misterio: en los sistemas democr¨¢ticos, los ciudadanos no obedecen a personas de su misma especie ni, en rigor, a persona alguna. Se trata de una obediencia impersonal a quien encarna a todo el pueblo, en donde "reside la soberan¨ªa nacional". Las muchedumbres seguimos pues con facilidad a nuestros mediocres gobernantes porque sabemos que as¨ª estamos obedeciendo a la voluntad general del pueblo, expresada por los votos de la mayor¨ªa de representantes que, al no ser mandatarios de sus electores ni representar intereses particulares, expresan no una voluntad mayoritaria, sino la voluntad de toda la naci¨®n.
A 200 a?os de la Revoluci¨®n Francesa, y tras una historia cargada de tantas experiencias pol¨ªticas, ?c¨®mo explicar que personas adultas, supuestamente racionales, acepten como verdades incontestables nociones tan m¨¢gicas y m¨ªsticas, tan oscuras y tan irracionales como las de soberan¨ªa popular, residencia de la soberan¨ªa, encarnaci¨®n del pueblo, emanaci¨®n popular de los poderes estatales, representaci¨®n sin mandato, mayor¨ªa equivalente a totalidad, etc¨¦tera? Estas extra?as nociones responden al mismo concepto m¨ªstico de la soberan¨ªa de Bossuet y al mismo concepto m¨ªstico de la voluntad general de Rousseau. Nuestros imprudentes redactores de la Constituci¨®n han introducido este galimat¨ªas de conceptos incomprensibles por haber tomado al pie de la letra una utop¨ªa, cuyo autor consider¨® inaplicable a la vida pol¨ªtica en cartas dirigidas al marqu¨¦s de Mirabeau y al ginebrino Fran?ois -Henri d'lvernois.
Si se toman en serio, estos conceptos metaf¨ªsicos conducen necesariamente al terror inquisidor de la virtud nacional (Robespierre, Stalin, Hitler, Franco) encarnada en la soberan¨ªa del dictador, que hace del miedo y de la seducci¨®n el motor de la obediencia. Si se toman a broma lit¨²rgica, no tienen otra utilidad que la de ocultar el secuestro de la soberan¨ªa por la clase pol¨ªtica, organizada viciosamente como sindicato de poder por temor a que la participaci¨®n real del pueblo en el sistema pol¨ªtico la retire de una forma de vida excelente. La obediencia al sindicato del poder se obtiene con sucesivos enga?os ideol¨®gicos y con la permanente propaganda de todo el sistema informativo de que no hay otra alternativa pol¨ªtica. Los sistemas pol¨ªticos que se fundan sobre una gran mentira impl¨ªcita, como la de fingir poderes constituyentes en su nacimiento, se ven obligados para mantenerse a no cesar de mentir expl¨ªcitamente incluso en lo superfluo. A la obediencia por ilusi¨®n sucede la obediencia por resignaci¨®n.
El gobierno de las elites es un asunto menor de las democracias anglosajonas, muy distinto de la cuesti¨®n mayor que aqu¨ª tenemos planteada. En Estados Unidos, las elites producidas por la competencia en el sector privado son captadas por el sistema pol¨ªtico. En Espa?a, la mediocridad organizada en el sindicato de los profesionales del poder se dignifica en altos cargos p¨²blicos para ser captada luego por los consejos de administraci¨®n de las grandes empresas, que tienen el sentido com¨²n de no utilizar sus escasas dotes competitivas en el sector privado, pero s¨ª sus grandes capacidades de influencia en el sector p¨²blico para evitar la ¨¦tica mercantil en los negocios con el Estado.
?D¨®nde est¨¢ entonces la alternativa democr¨¢tica entre el extremismo de la perversi¨®n totalitaria de la igualdad y el extremismo de la perversi¨®n olig¨¢rquica de la libertad? ?C¨®mo puede esperar el poder la probabilidad de una obediencia l¨²cida como resultado de una conciencia cr¨ªtica?
Del mismo modo que la necesidad de protecci¨®n f¨ªsica de nuestro entorno ecol¨®gico est¨¢ obligando a la actual filosof¨ªa a revisar la concepci¨®n del mundo industrial a partir de sus ra¨ªces cartesianas, la imperiosa y urgente necesidad de regenera-
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ci¨®n de nuestro nicho moral exige una profunda remoci¨®n de los conceptos intelectuales que han desviado del sentido com¨²n y de su sentido pr¨¢ctico el curso original de la organizaci¨®n democr¨¢tica del poder. Hemos de nadar contra corriente hasta encontrar aguas limpias m¨¢s all¨¢ de esta desviada concepci¨®n de la democracia inventada por el sindicato termidoriano, y reproducida por el actual r¨¦gimen pol¨ªtico espa?ol, si queremos eliminar la causa que enturbia la cultura y desestima los valores.
La revisi¨®n sustancial de la organizaci¨®n y separaci¨®n de los poderes, y tambi¨¦n de la falsa doctrina democr¨¢tica que se ha constituido en Espa?a, es condici¨®n sine qua non de todo proyecto regeneracionista, porque la alianza del poder con las finanzas, cuesti¨®n estructural de este r¨¦gimen pol¨ªtico, es la causa de apertura de esta ¨¦poca de liquidez y liquidaci¨®n en la que todo se puede vender y comprar, incluso lo que antes se regalaba, se conservaba o se intercambiaba. El favor de una presentaci¨®n personal, la asistencia a una fiesta, la vida ¨ªntima, la amistad, el amor, el consejo, el conocimiento, la conciencia. ?poca ¨¦sta como aquella de Thiers y de su famoso "franceses, ?enriqueceos!", que nuestro ministerio ha remedado: .?extranjeros, enriqueceos r¨¢pidamente en Espa?a!". Nuestro personal pol¨ªtico se ve forzado a un comportamiento m¨¢s bajo del que tendr¨ªa en su vida privada, porque la maldad de las instituciones pol¨ªticas de la Constituci¨®n y de la ley electoral, creadas del mismo modo golpista y con el mismo fin de sindicaci¨®n termidorianos, le obligan a degradarse.
El 18 de brumario consisti¨® en un paseo a caballo de Bonaparte organizado desde dentro por el liberal Sieyes, miembro del Directorio que andaba en busca de una espada para acabar con un sindicato termidoriano que se hab¨ªa suicidado, como gerente de su Estado liberal, al rechazar la revisi¨®n constitucional pedida por los ciudadanos.
La desobediencia pol¨ªtica del 14-D ha expresado la protesta preconsciente de la sociedad contra un r¨¦gimen liberal que no permite el juego aut¨¦ntico de las instituciones fundamentales de la democracia ni que las grandes aspiraciones de los ciudadanos den contenido al debate pol¨ªtico. M¨¢s que una protesta contra el Gobierno, que lo ha sido, el decembrismo espa?ol ha dictado sobre todo una lecci¨®n pol¨ªtica. La lecci¨®n de silencio que los pueblos dan al poder cuando no tienen a su disposici¨®n las instituciones de expresi¨®n y de gobierno. Los decembristas han negado su confianza a las instituciones pol¨ªticas de la transici¨®n y han afirmado su solidaridad con la ¨²nica idea que, seg¨²n la tesis del fil¨®sofo norteamericano Rawls, legitima hoy al Estado democr¨¢tico: la de asegurar, siempre que no peligren las libertades, la mejora econ¨®mica del grupo social m¨¢s necesitado sin tener en cuenta los perjuicios que esta mejora pueda causar a las dem¨¢s categor¨ªas.
El 14-D nos remite a la cota cero de la base moral del poder. ?sta es la "utilidad de la verg¨¹enza" nacional puesta de manifiesto ese d¨ªa. Para pasar del actual r¨¦gimen termidoriano a un sistema democr¨¢tico es preciso reconvertir la desobediencia decembrista en fundamento de gobierno, en respeto y confianza al m¨¦rito de unas instituciones constitucionales dotadas de lo que las actuales carecen: "astucias de la raz¨®n" que desahoguen las peque?as y viciosas ambiciones de la clase pol¨ªtica haci¨¦ndola trabajar, sin saberlo, en virtuosos y grandes objetivos colectivos. El primero de ellos, hacer de este reino liberal algo m¨¢s que una m¨¢quina de fabricar gobiernos y algo menos que un para¨ªso de especulaci¨®n.
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