Camacho cierra un ciclo hist¨®rico en el Madrid
Cuando el ¨¢rbitro levant¨® el brazo se?alando el final del partido, comenz¨® lo mejor de la noche. Las luces se apagaron, los 70.000 espectadores encendieron las bengalitas que hab¨ªan recibido al entrar en el estadio, y dos haces de luz enfocaron a los jugadores del Madrid en el centro del campo. Aquello parec¨ªa Hollywood. Y en el centro de los artistas estaba Juan Antonio Camacho, el gran capit¨¢n, que viv¨ªa sus ¨²ltimos minutos como futbolista profesional. Recibi¨® la copa de campeones de Liga; dirigi¨® la operaci¨®n de disfrute individual de todos y cada uno de sus compa?eros; fue manteado por toda la plantilla; y, al final, se qued¨® solo en el centro del campo, con la Copa en sus manos, y un castillo de fuegos artificiales llenando el cielo del Bernab¨¦u. Es imposible organizar una mejor escenograf¨ªa para una despedida.
Ayer era un d¨ªa de festejos, y lo de menos fue el partido. De hecho, los 90 minutos eran un aperitivo, y se hizo indigesto de puro aburrimiento. Los espectadores no hab¨ªan acudido ayer a ver un Madrid-Valencia; estaban all¨ª para despedir a Camacho, para ver c¨®mo recog¨ªa el trofeo de la Liga. Y la fase previa se hizo larga, muy larga. Primero, porque hubo un festejo aburrido y sin sentido, y, despu¨¦s, porque apenas hubo un par de momentos futbol¨ªsticos excitantes en una noche de calor bochornoso. El d¨ªa parec¨ªa organizado para dejar contento a todo el mundo. Antes del partido, Hugo S¨¢nchez recogi¨® el Pichichi y Buyo el trofeo al portero menos goleado, ambos de la pasada temporada -?ya era hora!-. Y apenas hab¨ªa comenzado a rodar el bal¨®n, cuando Michel, tras un rebote en Nando, marc¨® el 1-0. Otro premio, ¨¦ste m¨¢s simb¨®lico y psicol¨®gico para ayudar al hombre a superar sus malas vibraciones con algunos osados que se atreven a silbarle. A¨²n estaba el bal¨®n junto a la red, cuando Ochotorena se fue al vestuario a toda velocidad. Su premio estaba en peligro, y no quer¨ªa correr ning¨²n riesgo. Se trataba de acabar la temporada como el portero menos goleado, y si encajaba un tanto m¨¢s pod¨ªa perder la recompensa en favor de Zubizarreta. Y nadie estaba ayer como para despreciar un trofeo.
El Madrid apenas tuvo que apretar el ritmo, porque el Valencia, pese a ser el tercero del campeonato, defiende bien atr¨¢s, pero est¨¢ absolutamente negado para crear peligro. Tarda tanto en crear una ocasi¨®n de gol como un conductor en encontrar aparcamiento en el centro de Madrid.
Los detalles son lo ¨²nico resaltable; el gol anulado por mano a Hugo S¨¢nchez, tras un centro precioso de Michel; el tanto de Schuster, marcado a c¨¢mara lenta; las tonter¨ªas del ¨¢rbitro, amonestando a destiempo y sin rigor -le ense?¨® tarjeta amarilla a Nando por tocar el bal¨®n con la mano, en el centro del campo, un minuto despu¨¦s de que Hugo, sin castigo, tratase de enga?arle marcando el gol tambi¨¦n con la mano-; y la buena actuaci¨®n de Buyo y Sempere, que evitaron varios goles cantados.
Pero lo mejor fue la despedida. Camacho dijo que no hab¨ªa llegado a llorar -objetivo marcado por el diario Marca-, pero disfrut¨® como un loco. Y la gente apenas se acord¨® de que tambi¨¦n se desped¨ªan del Bernab¨¦u Maceda -un gran futbolista con mala suerte en su final- y Beenhakker. Pero es que con Camacho se iban 16 a?os del Real Madrid, un trozo muy grande de la historia del club.
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