La democracia, asesinada
LA REPROBACI?N en todo el mundo contra las ejecuciones que se suceden en China es cada vez m¨¢s en¨¦rgica. Ya no se puede seguir con ese trato de favor por parte de Occidente de que ha gozado el r¨¦gimen comunista chino, sobre todo desde que se produjo en los a?os sesenta el duro enfrentamiento entre Pek¨ªn y Mosc¨². Las condenas de numerosos Gobiernos y Parlamentos son gestos positivos, pero existe cierto peligro de que todo quede en palabras. Hay poderosas fuerzas econ¨®micas interesadas en seguir haciendo negocios como si nada ocurriese. A la vez, la teor¨ªa de la sensibilidad especial de la cultura china, o asi¨¢tica, ante la vida humana, el argumento de que no deben aplicarse en este caso criterios occidentales, puede justificar actitudes de pasividad que ser¨ªan vergonzosas.La ola de terror pone fin a un per¨ªodo durante el cual los actuales dirigentes, Deng Xiao,ping y el propio jefe de Gobierno, Li Peng, se han presentado como reformadores deseosos de acabar con los m¨¦todos autotitarios y represivos de la revoluci¨®n cultural y del r¨¦gimen de Mao. Ahora, con el cuento de una contrarrevoluci¨®n, con la caza de brujas contra los agentes del extranjero, se est¨¢ volviendo a m¨¦todos t¨ªpicamente estalinistas. La mentira es doblemente insostenible en un mundo con televisi¨®n. Todos pudieron ver que el movimiento encabezado por los estudiantes era masivo y b¨¢sicamente pac¨ªfico. No se dirig¨ªa contra el r¨¦gimen socialista, sino que ped¨ªa que se aplicase la reforma democr¨¢tica prometida. Reivindicaba a los propios secretarios generales del partido comunista, Hu Yaobang y Zhao Ziyang. Los estudiantes saludaron la visita de Gorbachov, dando como ejemplo lo que ¨¦ste realiza en la URSS. Ese movimiento, con un apoyo de masas gigantesco, es el que se quiere ahora destruir aplicando un terror salvaje, con ejecuciones que ni siquiera son precedidas de procesos dignos de tal nombre. As¨ª se pretende sembrar el miedo en el pueblo y en el partido mismo para eliminar las tendencias reformistas que, dentro de la propia cumbre comunista, ten¨ªan una influencia considerable.
Desde que el 3 de junio el Ej¨¦rcito lanz¨® su ataque brutal en Tiananmen, el Gobierno chino actu¨® sin respaldar de forma legal sus medidas represivas hasta el pasado 24 de junio. La sustituci¨®n de Zhao Ziyang por Jiang Zemin como secretario general del Partido Comunista Chino indica que los elementos m¨¢s conservadores han impuesto su ley con el apoyo de Deng y Li Peng. En todo hay un viraje hacia los m¨¦todos totalitarios. Han sido desplazados o perseguidos directores y redactores de peri¨®dicos. La realidad de hoy tiene muchos parecidos con la que el propio Deng anatematizaba hace 10 a?os, al iniciar la reforma.
El mundo entero pudo ver en sus pantallas el anhelo de libertad del pueblo chino. Por eso se siente m¨¢s involucrado en lo que pasa ahora y no puede aceptar que sea algo exclusivamente nacional. Es anacr¨®nica la actitud del Gobierno chino rechazando las "interferencias" extranjeras. Estamos en una etapa hist¨®rica en que el respeto de los derechos humanos es una norma ya integrada en el derecho internacional. El deber de los Gobiernos es hacer todo lo posible, no s¨®lo declaraciones, para poner fin a las ejecuciones, destacando las sanciones econ¨®micas, bien estudiadas, para presionar sobre el Gobierno chino. El Consejo Europeo de Madrid deber¨ªa dar un paso en ese sentido, lo que repercutir¨ªa en EE UU, Jap¨®n y otros pa¨ªses. Los que condenan las ejecuciones no son "los capitalistas" de EE UU, como pretende la televisi¨®n china en su propaganda machacona. Son todas las fuerzas pol¨ªticas, y entre ellas las fuerzas de izquierda. La realidad china es un oprobio para quienes se reclaman del socialismo. Por eso la URSS, como ha pedido el acad¨¦mico Sajarov, deber¨ªa condenarla claramente. Ya lo ha hecho Hungr¨ªa, pero no deber¨ªa ser el ¨²nico entre los pa¨ªses socialistas.
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