Se acab¨® la fiesta
APENAS CUATRO d¨ªas despu¨¦s de que Carlos Solchaga hiciera sonar los primeros clarines del ajuste, el Gobierno ha aprobado una serie de medidas dr¨¢sticas con el objeto de reducir la demanda interna y facilitar lo que el propio Ejecutivo califica como el aterrizaje suave de una econom¨ªa recalentada. La demanda interna espa?ola est¨¢ creciendo al 7% anual. Con las medidas anunciadas -que se traducir¨¢n en la retirada del mercado de medio bill¨®n de pesetas el Gobierno espera reducir ese crecimiento a una tasa del 4%. Hay expertos que sostienen, sin embargo, que ese ritmo deber¨ªa descender todav¨ªa m¨¢s para conservar los equilibrios generales.Pero mientras que es muy probable que el abanico de decisiones adoptadas presionen a la baja la demanda interior, provocando as¨ª un efecto beneficioso sobre los precios y una disminuci¨®n de las tensiones inflacionistas, no es seguro que act¨²e con la misma contundencia sobre el d¨¦ficit del sector exterior, otro de los desequilibrios b¨¢sicos de la actual econom¨ªa espa?ola. Las previsiones iniciales, que hab¨ªan situado el d¨¦ficit por cuenta corriente para este a?o en unos 2.000 millones de d¨®lares, se corrigieron m¨¢s tarde al alza y se cifraron en unos 5.000 millones. En estos momentos, los pron¨®sticos m¨¢s serios se?alan que esa cantidad puede superar los 8.000 millones al final del a?o.
Algunas de las medidas adoptadas el viernes, en especial la elevaci¨®n de los coeficientes de caja de los bancos, as¨ª como la subida el d¨ªa anterior de los tipos de inter¨¦s del Banco de Espa?a supondr¨¢n un encarecimiento del dinero y, en consecuencia, una revaluaci¨®n de la peseta. Y aunque, de acuerdo con las condiciones de la entrada de la peseta en el Sistema Monetario Europeo, esa apreciaci¨®n no deber¨¢ superar el 6% sobre el tipo de cambio b¨¢sico respecto del marco alem¨¢n, lo cierto es que la falta de competitividad de nuestras exportaciones no ayudar¨¢ ciertamente a mejorar el enorme d¨¦ficit comercial. En algunos pa¨ªses se han probado otras f¨®rmulas para actuar sobre el consumo sin necesidad de acudir a medidas monetarias puras. Entre ellas est¨¢, por ejemplo, la regulaci¨®n de las ventas a plazo, un sistema directo de desestimular el consumo sin provocar efectos secundarios no deseados.
En cualquier caso, el paquete de medidas de ajuste adoptado deber¨¢ tener necesariamente un car¨¢cter provisional, porque dos de las m¨¢s importantes -la elevaci¨®n del coeficiente de caja y la elevaci¨®n de las retenciones de las rentas del capital- van en contra de las corrientes de fondo de los mercados europeos. La primera choca, en efecto, con el proceso de liberaci¨®n del sistema financiero que culminar¨¢ con el mercado ¨²nico en 1993, y la segunda contradice la tendencia general hacia la reducci¨®n de las retenciones como consecuencia de la progresiva homogeneizaci¨®n de los mercados de capital.
Inconvenientes y contraindicaciones aparte, lo cierto es que era urgente adoptar medidas para frenar el crecimiento descontrolado de la econom¨ªa y, en ese sentido, es muy positivo que el Gobierno se haya decidido a iniciar el ajuste sin m¨¢s dilaciones. De nuevo hay que lamentar el que no se haya producido un amplio debate sobre la situaci¨®n (parec¨ªa que est¨¢bamos en el mejor de los mundos posibles) y la ausencia de un di¨¢logo social prolongado, que en estas circunstancias se revela m¨¢s necesario que nunca. Ning¨²n plan para ajustar la demanda interna tendr¨¢ una eficacia prolongada si no va acompa?ado al mismo tiempo de un control en el crecimiento de los salarios, y ello no es posible sin negociar con los sindicatos. Como era de esperar, la primera reacci¨®n de los dirigentes sindicales a las medidas del Gobierno han sido negativas. Ahora se va a pasar la factura de la ruptura social del pasado oto?o. Ser¨¢ muy dif¨ªcil que se consiga el apoyo de las organizaciones sindicales a un impopular plan de estabilizaci¨®n cuando en los momentos de prosperidad fueron ignoradas sus demandas. Nunca es tarde, sin embargo, cuando el objetivo final justifica los esfuerzos y las concesiones de cada parte. La concertaci¨®n social se muestra, de nuevo, imprescindible para cualquier pol¨ªtica econ¨®mica que no se haga desde el despotismo ilustrado.
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