El giro pol¨ªtico
Desde la transici¨®n -para ser m¨¢s exactos terminol¨®gicamente, desde la transacci¨®n- no se hab¨ªa contemplado una campa?a electoral m¨¢s sucia, maniobrera, confundente y m¨¢s claramente denunciadora del mal estado de nuestra seudodemocracia, que d¨ªa a d¨ªa enferma de falta de autenticidad y est¨¢ en su UVI particular, rodeada de tubos y sondas, queriendo disimular su grave dolencia.En lugar de lo que formalmente parecer¨ªa previsible, precisamente por este estado de emponzo?amiento o, dicho meteorol¨®gicamente, de empantanamiento, sin embargo funciona el sistema. Este sistema seudodemocr¨¢tico necesita para funcionar de la trampa, de la corrupci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, de la manipulaci¨®n informativa o propagand¨ªstica y del fraude. Hay quien piensa que si un d¨ªa la democracia bien y rectamente entendida llegara a sus l¨®gicas consecuencias el sistema que hoy se defiende no funcionar¨ªa. El mercado econ¨®mico monopolista u oligopolista no resiste la democracia en serio, necesita de una cobertura aparentemente democr¨¢tica que recubra con un id¨¦ntico monopolio-oligopolio de las castas pol¨ªticas la descarada defensa de sus intereses, estructurados econ¨®micamente en el mismo esquema.
Mas si malo fue el comienzo de la campa?a, peor ha sido el desarrollo y el broche final del Ministerio del Interior con un comportamiento olig¨¢rquico filtrando a los selectos confidentes los datos electorales. Ha sido todo un hallazgo en el esperpento del espect¨¢culo de las apariencias.
La pol¨¦mica es vieja, aunque en cada una de las ocasiones antiguas o nuevas se formule distintamente. La lucha por la igualdad social, por las dignas condiciones de vida, por la seguridad vital en la satisfacci¨®n de las necesidades m¨¢s elementales, se antepon¨ªa, para unos, a la lucha por las libertades pol¨ªticas y c¨ªvicas, consideradas ¨¦stas como meras reivindicaciones formales. Para otros, s¨®lo la conquista aut¨¦nticamente pol¨ªtica de todas estas libertades y su profundo desarrollo, nacido del pleno ejercicio de ¨¦stas, pod¨ªa conducir democr¨¢tica y pac¨ªficamente al objetivo igualitario y a la consecuci¨®n de la justicia rectamente entendida.
Aqu¨ª y hoy, hay todav¨ªa quienes piensan, quiz¨¢ reduccionistamente, que el problema estriba exclusivamente en la necesidad de dar a nuestra pol¨ªtica s¨®lo un profundo giro econ¨®mico y social. En verdad que ello es necesario, lo que ocurre es que ese imprescindible giro econ¨®mico y social en Espa?a y en Europa exige tanto en el fondo como en la forma, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª, un profundo y coet¨¢neo giro pol¨ªtico. No s¨®lo un anecd¨®tico cambio de un Gobierno o la sustituci¨®n de parte de sus ministros.
A la luz de lo ocurrido, la realidad nos exige un inaplazable an¨¢lisis cr¨ªtico sobre el estado de madurez, de sensibilidad, de eficacia o de inutilidad, de nuestro proceso democr¨¢tico, del desprecio o del respeto de las reglas de juego democr¨¢tico, emanadas de nuestra Constituci¨®n y de su pr¨¢ctica cotidiana. Los defensores del sistema democr¨¢tico parlamentario hemos de hacer tambi¨¦n una cierta perestroika, pues no es oro todo lo que reluce.
Hemos de repensarnos cada d¨ªa la situaci¨®n de progresi¨®n o regresi¨®n de la aplicaci¨®n de los valores constitucionales y de su protecci¨®n, el papel real de las instituciones y su uso, el cometido de los controles democr¨¢ticos y su posible oxidaci¨®n o arrumbamiento.
Como se comprueba, la democracia parlamentaria no est¨¢ tampoco a salvo del burocratismo, la corrupci¨®n, la tentaci¨®n totalitaria y la privatizaci¨®n por castas o nuevas clases.
El giro social y econ¨®mico es sencillamente la plasmaci¨®n real, no te¨®rica, del Estado social y democr¨¢tico de derecho, al que, en cuanto le privemos de uno de esos sustantivos que lo definen, le castramos esencialmente, sea cual fuere el elemento definidor que del mismo desaparezca.
Mas ello es absolutamente imposible de alcanzar por el viciamiento y por el vaciamiento que sufre hoy la propia situaci¨®n pol¨ªtica, que se ha de contemplar desde la inadecuaci¨®n con los objetivos constitucionales del propio sistema de partidos, desde la imperfecta ley electoral, los encorsetados reglamentos de las C¨¢maras, la ley reguladora del control aristocr¨¢tico de los medios de comunicaci¨®n del L¨ªder-Partido-Gobierno- Estado, el estatuto sindical; la estrecha interpretaci¨®n, bien poco autonomista, de las haciendas y r¨¦gimen legal de los municipios, y, sin agotar el censo de deficiencias, hasta por la recelosa lectura de los principios esenciales de la autonom¨ªa de nacionalidades y regiones.
El giro econ¨®mico y social que representa en su pr¨¢ctica el respeto y cumplimiento del cap¨ªtulo III del t¨ªtulo I de la Constituci¨®n no es indisociable o aut¨®nomo respecto de la interpretaci¨®n, aplicaci¨®n y del recto funcionamiento del cap¨ªtulo II, del que no puede ser marginado como si se tratara de temas independientes. La interrelaci¨®n de lo social con lo aut¨¦nticamente democr¨¢tico y con el aspecto legal y leg¨ªtimo del Estado de derecho no admiten parcelaciones y pretericiones, ni en el espacio ni en el tiempo.
Con la plasmaci¨®n de las libertades pol¨ªticas y de los derechos fundamentales se construye al tiempo democracia, libertad, justicia e igualdad, mas con la consecuci¨®n de la protecci¨®n social, jur¨ªdica y econ¨®mica del ciudadano y el progreso econ¨®mico y social de la colectividad se hace realidad viva y aut¨¦ntica la democracia, la igualdad jur¨ªdica, la seguridad y la justicia, dentro de la protecci¨®n del pluralismo pol¨ªtico, como expresi¨®n del derecho a la dignidad individual.
Es absolutamente ingenuo creer que con un derecho a la informaci¨®n censurado, manipulado, restringido y torcido o sectorialmente empleado como el que hoy sufrimos, desde los medios te¨®ricamente estatales, privatizados por el Gobierno, va a poder desarrollarse alguna acci¨®n pol¨ªtica o alguna acci¨®n sindical seria, eficaz y democr¨¢tica.
Es, m¨¢s que ingenuo, imposible creer que con una utilizaci¨®n partidista y gubernamental del aparato del Estado, de la Administraci¨®n, se va a poder equilibrar la l¨®gica tendencia de la econom¨ªa libre de mercado a la perdurabilidad de un sistema intr¨ªnsecamente injusto, cuando el Gobierno ha tomado como eslogan el ser fuerte y duro con los d¨¦biles, y servil y d¨¦bil con los poderosos.
Es falaz y malicioso querer aparentar, con un sistema de financiaci¨®n incontrolada y privilegiada de ciertas pol¨ªticas bien concretas, que se dan las condiciones m¨ªnimas para la defensa y b¨²squeda de la igualdad en el pluralismo y en el recto ejercicio de los derechos de asociaci¨®n, participaci¨®n, expresi¨®n y acci¨®n pol¨ªtica.
Es realmente irresponsable, porque conduce, de hecho y de derecho, a la irresponsabilidad y a la impunidad creer o proclamar que con la burla permanente de los mecanismos e instituciones de control c¨ªvico, pol¨ªtico y jur¨ªdico de la acci¨®n de gobierno se vive una situaci¨®n que merezca el nombre de democr¨¢tica.
Es exigible, cada d¨ªa m¨¢s, un serio giro pol¨ªtico, con sus l¨®gicas consecuencias de una profunda revisi¨®n legislativa, para salir de esta cada d¨ªa m¨¢s insoportable situaci¨®n de apariencia democr¨¢tica en que se va degradando la situaci¨®n y esfumando la colectiva ilusi¨®n de muchos ciudadanos.
El mejor tributo a la v¨ªa democr¨¢tica est¨¢ en su permanente y constructiva cr¨ªtica, y su mayor insulto, en el torcido uso para consolidaci¨®n de un sistema cada d¨ªa m¨¢s olig¨¢rquico y de nada ilustrado despotismo.
En esta tarea de lucha por alcanzar el giro pol¨ªtico, econ¨®mico y social, la mayor responsabilidad de radical intransigencia constitucional le corresponde a la izquierda, es decir, a la izquierda real, no a la te¨®rica y bien instalada en la apariencia y en el fraude, pues esa izquierda seria es la ¨²nica que puede hacer una lectura de la Constituci¨®n como verdadero instrumento de progreso, y no como hoy lo hace la izquierda oficial, como un puro mecanismo de poder al servicio de la corrupci¨®n y de los intereses de siempre.
Hay que impulsar un profundo giro pol¨ªtico, legislativo, institucional, pues en la imperante lectura constitucional y en la bien concreta pol¨ªtica legislativa de su desarrollo hasta hoy sufridas hay fundamentos suficientes y bastantes de recelo ante el poder sindical y la participaci¨®n ciudadana como para hacer ineficaz muchos de los esfuerzos de los sindicatos y de las capas populares. Si no se puede hacer socialismo sin socialistas, menos a¨²n se puede hacer democracia sin dem¨®cratas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.