Lazaroni
Sebasti¨¢n Lazaroni es el joven entrenador de un pa¨ªs que es reserva espiritual del f¨²tbol mundial: Brasil. La selecci¨®n brasile?a acu?¨® un estilo que tiene que ver con la sensibilidad de pa¨ªs y que ha creado complicidad universal porque lleg¨® a triunfo sin renunciar a la alegr¨ªa. Hace cuatro campeonatos mundiales que su equipo nacional no gana pero, que se sepa nadie dej¨® de admirar a sus jugadores ni de querer a su peculiar juego.Daniel Samper, colombiano enfermo de amor por el f¨²tbol amigo m¨ªo y se desprende que republicano, no dud¨® en escribir: "Pel¨¦ es el ¨²nico rey en el que creo".
Jorge Rosso, un desconocido de ustedes, lleg¨® m¨¢s lejos en m pueblo. Fue el d¨ªa que Brasil jug¨® contra Italia la final de mundial de M¨¦xico en 1970. Un grupo grande de hinchas del f¨²tbol hab¨ªamos colocado silla delante del televisor del bar Victoria, por riguroso orden de llegada. Brasil ya hab¨ªa marcado su cuarto gol cuando Jorge Rosso, alucinado de belleza nos ley¨® el pensamiento a todos:
- Dios existe, dijo.
No era para menos.
Lazaroni es un hombre estricto que quiere armar una selecci¨®n "pura", "profesional", "disciplinada". Una selecci¨®n, deduzco, que maneje valores japoneses, s¨®lo que con jugadores brasile?os.
Palabras como "sacrificio", el abandono de su tradicional l¨ªnea zonal de marcaje y la figura de un l¨ªbero son caracter¨ªsticas de este nuevo Brasil que nos muestra la Copa de Am¨¦rica, y que, en esta ocasi¨®n, tiene a este pa¨ªs como escenario. Hasta aqu¨ª nada que alegar en contra; excepto que a m¨ª no me gusta. Lo que cuesta entender son las justificaciones de Lazaroni cuando intenta explicar esta transformaci¨®n declarando que "esto es lo moderno" o que "as¨ª se juega en Europa".
Siempre cre¨ª que a un pa¨ªs es imposible contrariarle su sensibilidad. Creo tambi¨¦n, que imitar a los innovadores no significa innovar.
Me dicen que el d¨ªa que Brasil juegue en serio nadie le podr¨¢ ganar. Me temo que entonces no ser¨ªa Brasil; pienso que jugando en broma no les fue tan mal y me imagino a los austriacos tomando la decisi¨®n de ser alegres y bailando samba como unos pose¨ªdos.
No es f¨¢cil, Lazaroni.
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