Malos tiempos para los 'sprinters'

L. G., La condici¨®n de sprinter o velocista se adquiere a edad muy temprana en el ciclismo. La tradici¨®n en este deporte, en el que la bibliograf¨ªa no es demasiado amplia, define al sprinter como un especialista lineal, como un hombre extraordinariamente r¨¢pido en un kil¨®metro gracias a una elevada potencia muscular procedente de un contexto anat¨®mico igualmente grande. No hay sprinters peque?os o, por lo menos, no son frecuentes.
El sprinter tiene por obligaci¨®n ganar la etapa en el ¨²ltimo metro, en competencia directa con sus colegas. Ha de ser reservado hasta ese momento, cuidado con mimo, para que no le falte punta de velocidad. En una prueba tan larga como un Tour esa circunstancia es dif¨ªcil, porque no se puede sustraer a los velocistas de las etapas de monta?a, de la propia velocidad del pelot¨®n, de las ca¨ªdas, o del desgaste progresivo. La situaci¨®n se agrava en casos de equipos que han basado su estructura en un sprinter, sin ¨¦l pierden raz¨®n de ser. Estos especialistas semejan un enorme jarr¨®n de porcelana china: son grandes y majestuosos, pero fr¨¢giles.
Vida miserable
La vida de un sprinter en el Tour es miserable, porque el propio dise?o de la carrera -larga, tediosa , confeccionada para el desgaste- les resulta contraindicado. Su fragilidad se hace descarada en las etapas de monta?a: quedan descolgados al primer puerto, se desparraman por la carretera como hormigas y luchan por no llegar fuera de control.
Tradicionalmente (y esto no est¨¢ escrito tampoco en ning¨²n libro), los velocistas se valen de muchas tretas para superar su impotencia ante la monta?a. Son h¨¢biles para sujetarse a las motos, a los coches, para solicitar ayuda del p¨²blico. No es infrecuente que un velocista sea remontado durante muchos kil¨®metros, como tampoco que aproveche cualquier lugar id¨®neo para subirse al coche del equipo y camuflarse en su interior hasta que pueda volver a la carretera. Los coches de equipo se avisan unos a otros sobre aquellos lugares donde se le puede "echar una mano" al sprinter. Otra soluci¨®n m¨¢s correcta es "montarse en un autob¨²s", frase acu?ada en el ciclismo y que define al grupo de corredores cuyos miembros colaboran con el ¨²nico fin de llegar dentro del control. Para que el autob¨²s funcione bien hace falta que tenga un buen conductor, es decir un corredor experto que sepa llevar un c¨¢lculo preciso del tiempo y la velocidad media, para estimar cuando conviene apretar el acelerador del grupo.
Sin embargo, la vida de los sprinters se est¨¢ haciendo cada vez m¨¢s dura en el Tour. Y es que las novedades t¨¦cnicas de los comisarios van en su contra. Ahora hay comisarios camuflados entre el p¨²blico y, adem¨¢s, tienen un helic¨®ptero que sigue la carrera de punta a rabo mientras en su interior avezados comisarios vigilan a los corredores con potentes prism¨¢ticos. "As¨ª no hay quien corra", han repetido algunos de ellos a sus directores
El Tour s¨®lo ha vivido un sprint en 12 etapas. Bien poca cosa. Corren malos tiempos para los velocistas.
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