La c¨¢tedra dijo no

JOAQUIN VIDAL Julio Aparicio caus¨® sensaci¨®n con el borrego, luego el novillo encastado le impuso respeto y su presentaci¨®n ante la c¨¢tedra madrile?a acab¨® en fracaso. La c¨¢tedra madrile?a dijo no. Algo amostazada estaba la c¨¢tedra con esa presentaci¨®n, tan cuidada, en la que el novillero llevaba por delante a todo un matador de toros en plan de tapadera o comparsa, y se reservaba para ¨¦l solito la bomboner¨ªa de Torrestrella. Algo amostazada estaba la c¨¢tedra y m¨¢s que se amostaz¨® al contemplar la anemia del primer novillito. La acorazada de picar hizo una comparecencia testimonial y el individuo tocado de castore?o que la ense?orea, contuvo su habitual furor combativo para comportarse con el novillito an¨¦nuco como una madre.

Por este motivo pudo tomar d¨®cilmente la muletilla graciosa que le ofrec¨ªa el debutante. La tom¨® bien y el debutante se la ofreci¨® mejor. Naturales despaciosos, redondos desmayados iban ganando la admiraci¨®n de la c¨¢tedra, y cuando el debutante, Julio Aparicio en el estrado, marcaba ayudados con la mano izquierda y convert¨ªa la tauromaquia en un embrujo, la admiraci¨®n se hac¨ªa asombro, estupor, pasmo. Los catedr¨¢ticos se daban codazos y conven¨ªan que all¨ª hab¨ªa torero, si se hac¨ªan la ilu si¨®n de que tambi¨¦n hab¨ªa toro.Habr¨ªan de corroborarlo des pu¨¦s, dependiendo de lo que-sa liera. Y lo que sali¨® no era toro precisamente (ni deb¨ªa serlo), tampoco el novillo cuajado habitual en estos pagos, pero ten¨ªa es tampa, tambi¨¦n nobleza, sobre todo casta, y ah¨ª le doli¨®. La casta preocupa a los toreros queb.radizos, y la inquietud super¨® al estro. Con la casta no deb¨ªa de haber contado Julio Aparicio, que ve¨ªa venir noble-boyante la em bestida, aunque tambi¨¦n vivazseria. Demasiado para su sensible esp¨ªritu. No se acopl¨® ni con el vareado negrito, ni con dije capuchino bragao gir¨®n, capricho de los verdes campos de Medina Sidon¨ªa, donde romp¨ªa corazones entre las vaquillas locuelas.

Para Curro V¨¢zquez sal¨ªan torazos de aparatosa caja, serios y bien armados. Tambi¨¦n inv¨¢lido6 y nobletones, lo que no dejaba de ser un consuelo para el matador, y le daba opci¨®n a explayar su mejor torer¨ªa. Es decir,que no acept¨® de ninguna manera el papel de comparsa y se goz¨® -e hizo gozar a la c¨¢tedra- interpretando el toreo puro. La mejor faena se la hizo al segundo, con muletazos hermos¨ªsimos, sensacionales los ayudados, y dominando la situaci¨®n, a pesar de que a veces se presentaba azarosa, en forma de coladas y otros peligros. Tambi¨¦n dio lidia artistica al primer toro, que se quedaba corto. En cambio estuvo Curro V¨¢zquez por debajo de la nobleza del tercero, al que empez¨® a torear con ayudados por alto magistrales, sigui¨® bien en redondo, y luego la faena fue decayendo.

Decay¨® la faena como deca¨ªa la tarde. A Julio Aparicio le quedaban pocos cr¨¦ditos y los acab¨® de perder cuando le hac¨ªa remilgos al sexto. La c¨¢tedra le puso un suspenso y se fue de all¨ª comentando lo que habr¨ªan dado tantos novilleros por verse en Las Ventas con Torrestrellas as¨ª de guapos, en lugar de los catafalcos que les suelen solatar, y encima han de estar agradecidos.