Nicaragua, revoluci¨®n entre dos aguas
El sandinismo cumple su primera d¨¦cada en el poder bajo el signo de la democratizaci¨®n y la crisis econ¨®mica
ENVIADO ESPECIAL Una de las reuniones semanales del Consejo de Ministros espa?ol en 1978 fue interrumpida bruscamente por el ministro de Exteriores de entonces, Marcelino Oreja, para comunicar lo que ¨¦l cre¨ªa que era una noticia trascendental: hab¨ªa estallado la revoluci¨®n en Nicaragua. Sus colegas, que aguardaban o¨ªr sobre la explosi¨®n de una bomba de neutrones o la declaraci¨®n de la tercera guerra mundial, rompieron a re¨ªr, incr¨¦dulos de que la revuelta de unos muchachos en un peque?o pa¨ªs de Centroam¨¦rica pudiera tener la menor importancia.
La insensibilidad acerca de lo que ocurr¨ªa en una de las muchas rep¨²blicas bananeras en manos de un tirano sanguinolento no era s¨®lo atribuible a los ministros espa?oles de entonces. Pocos parec¨ªan imaginar en aquel momento, ni siquiera el propio Gobierno de Estados Unidos, que se encontraban tal vez ante el acontecimiento de mayor envergadura ocurrido en Am¨¦rica Latina desde la revoluci¨®n cubana. El 19 de julio de 1979, poco antes de las nueve de la ma?ana, se rindi¨® la Guardia Nacional al servicio de Anastasio Somoza, el pueblo se apoder¨® del bunker del dictador y una Junta Provisional de Gobierno se instal¨® en Managua, envuelta ya en los colores rojo y negro del Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional (FSLN). La segunda revoluci¨®n socialista de habla hispana, la primera de la historia en el territorio continental americano, hab¨ªa triunfado.
Un dirigente del FSLN, Edmundo Jarqu¨ªn, actual embajador de Nicaragua en Espa?a, hab¨ªa recibido pocos d¨ªas antes instrucciones de hacer los preparativos para la llegada a la capital de los miembros del nuevo Gobierno (Violeta Chamorro, Daniel Ortega, Sergio Ram¨ªrez, Alfonso Robelo y Mois¨¦s Hass¨¢n) y de los nueve comandantes sandinistas (Daniel Ortega, Umberto Ortega, Tom¨¢s Borge, Bayardo Arce, Luis Carri¨®n, Jaime Wheelock, Henry Ruiz, Carlos N¨²?ez y Carlos Tirado). Los nueve, unidos pocos a?os atr¨¢s por consejo de Fidel Castro, detentar¨ªan a partir de esa noche todo el poder real.
Ingenua o h¨¢bilmente, pocos Gobiernos quisieron ver ese d¨ªa la victoria de unos j¨®venes de ideolog¨ªa marxista que pretend¨ªan repetir en Nicaragua la experiencia de Cuba, de donde recibieron ayuda y asesoramiento militar. S¨®lo en el ¨²ltimo momento, el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter respald¨® maniobras desesperadas para dejar en Nicaragua un Gobierno sin sandinistas y, finalmente, para infiltrar elementos modera dos en las filas de los nuevos dirigentes.
El relevo en el poder
Ambas alternativas fracasaron. El somocismo sin Somoza, re presentado por el Gobierno de Francisco Urcuyo present¨® su renuncia el d¨ªa 17 de julio, despu¨¦s de s¨®lo unas pocas horas de mando. Miguel Obando y Bravo, que todav¨ªa no era cardenal, fue el encargado de recoger la banda presidencial de manos de Urcuyo cuando ¨¦ste sigui¨® los pasos hacia el exilio emprendidos el mismo d¨ªa 17 por el dictador derrocado. Obando guard¨® con cuida do esa banda para entreg¨¢rsela dos d¨ªas despu¨¦s a los mismos comandantes a los que hoy castiga diariamente con su cr¨ªtica. Tampoco funcion¨® m¨¢s de un a?o la convivencia entre los sandinistas y los representantes de la burgues¨ªa democr¨¢tica. Pasa do ese plazo, Violeta Chamorro y Robelo se fueron del Gobierno.
Se fue tambi¨¦n Ed¨¦n Pastora, el legendario y pol¨¦mico guerrillero que tom¨® el Palacio Nacional. Se fueron cientos de propietarios agr¨ªcolas y empresarios, a los que se les incautaron sus tierras e industrias. Se fueron miles de campesinos disconformes con la reforma agraria. Se fueron miles de j¨®venes que se negaban a acudir al servicio militar obligatorio y profesionales sin posibilidades de ejercer.
La revoluci¨®n se radicaliz¨®. Estados Unidos, ya con Ronald Reagan en la Casa Blanca, tambi¨¦n se radicaliz¨®, y cre¨® la contra. Se desat¨® una guerra que provoc¨® 50.000 muertos y cundi¨® el hambre.
Nicaragua se convirti¨® en una verdadera obsesi¨®n para Estados Unidos, que emple¨® contra ella todo tipo de recursos pol¨ªticos y militares, sin importarle su legitimidad. Esa guerra desigual provoc¨® la sanci¨®n del Tribunal de La Haya, al mismo tiempo que el r¨¦gimen sandinista consegu¨ªa uno de los movimientos internacionales de solidaridad m¨¢s amplios que nunca se hayan conocido en el mundo.
Todav¨ªa hoy, al cumplirse los 10 a?os de aquella fecha que convulsion¨® Centroam¨¦rica, arrastran penosamente sus sandalias entre el polvo de una Managua fantasmag¨®rica, a la que el terremoto dej¨® sin calles, sin casas, sin ciudad, grupos infatigables de internacionalistas que ven en Nicaragua su ¨²ltima posibilidad de redenci¨®n.
Ya no es lo mismo
Pero ya no es lo mismo. Aquella revoluci¨®n rom¨¢ntica que quer¨ªa ser democr¨¢tica y pluralista; aquel movimiento original que pretend¨ªa liberar sin dogmas, acabar con el capitalismo sin caer en el comunismo, ya no existe. El r¨¦gimen sandinista se qued¨® a medio camino de todo y es hoy un sistema indefinido que busca s¨®lo y a cualquier precio la supervivencia econ¨®mica, y la permanencia en el poder.El m¨¢s hist¨®rico de los dirigentes sandinistas vivos, el ministro del Interior, Tom¨¢s Borge, reconoc¨ªa hace pocos meses que ni ¨¦l ni sus compa?eros creyeron nunca en la democracia que promet¨ªan. "Lo hicimos por razones t¨¢cticas", dijo en una entrevista. Durante a?os, el Gobierno sandinista ejecut¨® a la perfecci¨®n la pol¨ªtica del palo y la zanahoria, lo que fue decepcionando a sus aliados, arruinando al pa¨ªs y cansando a la poblaci¨®n. Un d¨ªa abol¨ªan la censura, y al otro cerraban el Diario de la Prensa; un d¨ªa ped¨ªan colaboraci¨®n a los. empresarios, y al otro nacionalizaban un ingenio azucarero.
Movimientos t¨¢cticos todos ellos con el fin de ganar tiempo hacia la meta final: la construcci¨®n del socialismo. Nadie se fijaba demasiado en el mundo democr¨¢tico porque los sandinistas ten¨ªan enfrente algo peor: el intervencionismo de una superpotencia y una oposici¨®n a la que los a?os fueron descubriendo cheques firmados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana.
El dinero norteamericano no le sirvi¨® a la contra para ganar la guerra, pero tampoco los sandinistas consiguieron cumplir con sus prop¨®sitos. Los experimentos socialistas fracasaron; el campo dej¨® de producir, las empresas nacionalizadas -alrededor de la mitad de la actividad econ¨®mica pas¨® a manos del Estado- se hundieron. Nicaragua invirti¨® in¨²tilmente la ayuda recibida en los primeros a?os y acumul¨® una crisis econ¨®mica de la que su mejor exponente fue un ¨ªndice de inflaci¨®n del 35.000% al finalizar el a?o 1988.
De nada serv¨ªan las proclamas sandinistas sobre la dignidad nacional recuperada cuando un maestro ganaba 3.000 pesetas al mes, un m¨¦dico 10.000 y todos los dem¨¢s nicarag¨¹enses sal¨ªan a la calle cada d¨ªa con la incertidumbre de d¨®nde conseguir el arroz y los frijoles. Con realismo, Daniel Ortega tuvo que confesar a principios de este a?o que hab¨ªa que poner fin a las pretensiones iniciales, y hab¨ªa que democratizarse e intentar un socialismo como el de Suecia.
Esquipulas 2
Bajo la presi¨®n y la supervisi¨®n de los presidentes centroamericanos, el Gobierno nicarag¨¹ense fue abriendo progresivamente sus espacios democr¨¢ticos en el marco del proceso de Esquipulas 2. La culminaci¨®n de esa democratizaci¨®n deben ser unas elecciones libres en febrero del pr¨®ximo a?o, en las que los sandinistas van a encontrar una oposici¨®n m¨¢s respaldada y m¨¢s organizada que la que tuvieron en las elecciones de 1984.En las filas sandinistas reina una cierta decepci¨®n por las promesas incumplidas; en la oposici¨®n, las sospechas por las que volver¨¢n a incumplirse. En ambos bandos se aprecia la coincidencia en que para construir una democracia como la de Costa Rica no hubieran hecho falta 10 a?os de guerra y de sufrimientos.
Al apagarse las 10 velas que celebran el aniversario a de la revoluci¨®n sandinista se apaga tambi¨¦n la posibilidad de un modelo de revoluci¨®n democr¨¢tica, de revoluci¨®n viable. Queda hasta ahora una experiencia con sabor agridulce que no puede penetrar en los caminos del socialismo ni opta definitivamente por la democracia occidental.
Los sandinistas saben que el ¨²nico ¨¦xito claro que pueden celebrar hoy es el de permanecer en el poder despu¨¦s de 10 a?os de acoso norteamericano. Con el m¨¦rito, quiz¨¢, de haber tenido la humildad y la generosidad de reconocer sus propios fracasos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.