Guateles gordos, mansos y derrengados
?NGEL CEBRI?N A los toros de los Guateles debieron traerlos andando, pues todos, desde el primero al sexto, sal¨ªan de chiqueros con evidentes s¨ªntomas de estar derrengados de los cuartos traseros. Oler el peto del caballo, dejarse pegar y salir sin aire, todo era uno. Labor de enfermer¨ªa, pues correspond¨ªa de esta forma a los diestros, que frunc¨ªan el ce?o ante tan adversa condici¨®n, en una plaza donde la belleza aflora por doquier. Sin embargo, cosas de la vida, donde mayor belleza debe poner la empresa, se estrell¨® con el horroroso aspecto de los toros derrengados de los Guateles.
Julio Robles, con el lote peor y m¨¢s parado, bail¨® con la m¨¢s fea. Ya es mala suerte. Ninguno de los toros embisti¨®; ?c¨®mo lo iban hacer ante tama?a invalidez! Por no moverse parec¨ªan de piedra y el segundo, adem¨¢s, se fijaba bien en el torero, con lo que eso descompone ?verdad, maestro?
Guateles / Robles, Gampuzano, Joselito
Seis toros de los Guateles, gordos, mansos, derrengados de los cuartos traseros y sospechosos de cuerno.Julio Robles: silencio en su lote. Tom¨¢s Campuzano. t¨ªmidas palmas y una oreja. Joselito: una oreja y ovaci¨®n con saludos tercio. Plaza de Santander, 21 de julio. Tercera corrida de feria.
Como ¨ªdolo local se tiene aqu¨ª a Tom¨¢s Campuzano, que conoce como pocos los gustos del respetable santanderino. Precavido y sin centrarse con su primero, ofreci¨® de cosecha propia manoletinas, mirando al tendido, y abaniqueos por la cara, que gran parte del respetable agradeci¨® de pleno.
A la salida del quinto apareci¨® el diluvio universal, dejan do los tendidos listos para el tinte. Campuzano, dulceando, porfi¨® derechazos y naturales, recortes y pases de pecho y tanto m¨¦rito le dio a la faena acu¨¢tica que hasta le otorga ron una oreja, que ya es otorgar.
Rebrincado
El torero Joselito no pudo ofrecer de su espl¨¦ndido repertorio la belleza que atesora. Otro d¨ªa sin estar en labores de enfermero podr¨¢ deleitar, dicen aqu¨ª.
Ayer su primer inv¨¢lido le llegaba rebrincado a la muleta. A la defensiva estaba el toro, a la voluntad el diestro. Ensay¨® ante el sexto impecables derechazos aislados, con evidencia manifiesta de estar ante un mulo inv¨¢lido que, como el resto del encierro, alberg¨® en los tendidos la sospecha del afeitado.
La plaza, a rebosar de p¨²blico una tarde m¨¢s, est¨¢ por ahora a la espera de ver salir por chiqueros al toro ¨ªntegro y verdadero, pues por ah¨ª comienza la aut¨¦ntica belleza de la Fiesta.
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