Muere a los 84 a?os Ram¨®n Areces, fundador de El Corte Ingl¨¦s y una de las primeras fortunas espa?olas
Ram¨®n Areces muri¨® ayer tarde en Madrid y su funeral se celebrar¨¢ el pr¨®ximo viernes en la madrile?a Bas¨ªlica de San Francisco el Grande. El empresario protagoniz¨® un ¨¦xito sin comparaci¨®n posible. Fue el mayor comerciante de la Espa?a contempor¨¢nea y amas¨® una fortuna incalculable, adem¨¢s de granjearse la admiraci¨®n de varias generaciones de empresarios y de profesionales de la econom¨ªa. Los 84 a?os de su larga vida fueron, sin embargo, de una singular aspereza. Disip¨® su soledad entreg¨¢ndose al trabajo, del que s¨®lo empez¨® a apartarse en 1970, a los 65 a?os, cuando la muerte de la mujer a quien amaba, Esther Romero de Joseu, marquesa de Casape?alver y viuda de Koplowitz, y una hemiplejia le envejecieron abruptamente. A pesar de todo, sigui¨® asumiendo hasta hace poco la responsabilidad de las grandes decisiones estrat¨¦gicas en El Corte Ingl¨¦s y no dej¨® de impulsar su ¨²ltima obra, la Fundaci¨®n que lleva su nombre.Ram¨®n Areces Rodr¨ªguez naci¨® en septiembre de 1904 en el pueblo asturiano de Grado. Su familia se dedicaba a la agricultura y de sus primeros a?os quedan difusos retales biogr¨¢ficos en los que no faltan los negocios precoces que se atribuyen a todos los magnates. En cualquier caso, la aventura de su vida comenz¨® en 1919, cuando a los 15 a?os se embarc¨® en el buque Afonso XII para emigrar a Cuba.
Aprendiz en La Habana
En La Habana le esperaba parte de su familia. Su t¨ªo materno, C¨¦sar Rodr¨ªguez, era el encargado de los almacenes El Encanto, propiedad de una familia espa?ola. Su hermano mayor, Manuel, ya estaba empleado en el establecimiento y ascendi¨® un grado cuando lleg¨® Ram¨®n para relevarle con la escoba y los recados. Ram¨®n Areces carec¨ªa de formaci¨®n, ya que apenas hab¨ªa acudido a la escuela, pero algo m¨¢gico debi¨® ocurrir cuando entr¨® en contacto con el comercio. "Desde los 15 a?os crec¨ª y me eduqu¨¦ en un gran almac¨¦n, consagrando mi vida a este trabajo". Hombre de pocas palabras y absolutamente reacio a contar su vida, Areces resumi¨® tina vez con esta escueta sentencia lo que sucedi¨® desde entonces.
En El Encanto, abigarrado bazar colonial, coincidi¨® con otro asturiano, medio pariente (era primo de su t¨ªo), que en una ¨¦poca posterior y ya de vuelta en Espa?a hab¨ªa de ser su gran rival en los negocios: Pep¨ªn Fern¨¢ndez, el hombre de Galer¨ªas Preciados. El Encanto, el curioso crisol tropical en el que se forjaron los dos prohombres, recog¨ªa algunas de las t¨¦cnicas comerciales nacidas en Estados Unidos, basadas en la diversificaci¨®n y la agresividad. Fue probablemente una revelaci¨®n para el Ram¨®n adolescente. "En aquella ¨¦poca de La Habana dos ideas me obsesionaban: la vuelta a Espa?a y el posible establecimiento de unos grandes almacenes en nuestro pa¨ªs." Ese era el recuerdo del Ram¨®n ya anciano, filtrado por el r¨ªgido cedazo de las biograf¨ªas oficiales.
Antes de su regreso a Espa?a, en 1935, hizo un viaje por Estados Unidos y Canad¨¢ en compa?¨ªa de su t¨ªo. Seg¨²n algunas notas biogr¨¢ficas, aprovech¨® ese periplo para obtener una supuesta licenciatura en Ciencias Econ¨®micas en la universidad de Montreal. Lo que se puede dar por seguro es que recorri¨® todos los grandes almacenes, fundamentalmente los neoyorquinos, para mejorar las t¨¦cnicas de venta sobre las que deb¨ªa apoyarse su enorme ambici¨®n.
Ram¨®n Areces volvi¨® a una Espa?a quebradiza y preb¨¦lica. Como correspond¨ªa a sus proyectos, se estableci¨® en Madrid, la capital, donde invirti¨® sus ahorros cubanos en la compra de una sastrer¨ªa sin grandes pretensiones. No era, sin embargo, un establecimiento cualquiera. Su ubicaci¨®n era c¨¦ntrica y ten¨ªa salida a tres calles: Preciados, Rompelanzas y Carmen. Pag¨® 150.000 pesetas de las de 1935 por aquella sastrer¨ªa, en la que lo cambiar¨ªa todo excepto el curioso nombre, del que hizo su propio emblema: El Corte Ingl¨¦s. "Cuando compr¨¦ El Corte Ingl¨¦s les dije a los empleados: 'Vamos a tener la mejor casa de Madrid'. Ellos se miraron unos a otros porque lo normal es que pensaran que estaba loco. Y es que yo sab¨ªa como se hac¨ªa. Estaba acostumbrado a Norteam¨¦rica, a las grandes organizaciones". Ese es el ep¨ªgrafe de aquel momento, cuya escas¨ªsima relevancia puntual qued¨® sepultada pocos meses despu¨¦s por la rebeli¨®n militar de 1936 y la guerra civil.
La guerra, como muchos otros pasajes en la vida de Areces, es una ¨¦poca que permanece en la oscuridad. Pero el peque?o emprendedor asturiano emergi¨® de ella con empuje. En 1940 ampli¨® sus negocios con la adquisici¨®n de unos bajos que hasta entonces albergaban a los almacenes El ?guila, y que en la actualidad, tras innumerables ampliaciones, son el centro de Preciados.
En la calle Preciados se reencontr¨® con Pep¨ªn Fern¨¢ndez, su antiguo camarada en la aventura trasatl¨¢ntica. Pero las cosas hab¨ªan cambiado. Los dos asturianos ya no compart¨ªan los anaqueles de El Encanto, sino que se enfrentaban como patrones de dos almacenes con vocaci¨®n de grandes. Uno en cada acera, Pep¨ªn y Ram¨®n utilizaron los recursos obtenidos en La Habana para una dura competencia.
Muy poco despu¨¦s, en 1942, Areces alquil¨® un piso en la calle de O'Donnell y se cas¨® con Victoria Dolores Gonz¨¢lez Arroyo. No pudieron tener hijos. La muerte de su esposa, 20 a?os despu¨¦s, fue precedida de una larga enfermedad incurable. Las amarguras sentimentales hicieron que el empresario se volcara absolutamente en los negocios, donde su rival le hab¨ªa tomado una tremenda ventaja: en 1960, Galer¨ªas Preciados vend¨ªa 20 veces m¨¢s que El Corte Ingl¨¦s.
Estrategia ante su rival
Ram¨®n Areces tuvo que dise?ar una estrategia que le distinguiera de su competidor Pep¨ªn Fern¨¢ndez. Decidi¨® revestir de lujo la imagen de El Corte Ingl¨¦s. Si Galer¨ªas significaba la venta masiva y la amplitud de oferta, El Corte Ingl¨¦s deb¨ªa dirigirse hacia la atenci¨®n personalizada y los art¨ªculos selectos. Los objetivos trazados por Areces se cumplieron al pie de la letra.
El esfuerzo inversor de Ram¨®n Areces, quien siempre enarbol¨® la m¨¢xima de no endeudarse con los bancos, tuvo su recompensa. A su certera estrategia comercial y a su audaz implantaci¨®n barcelonesa se uni¨® un factor ajeno: la crisis de gesti¨®n en Galer¨ªas Preciados, al fallecer el viejo rival y compa?ero Pep¨ªn Fern¨¢ndez. Galer¨ªas empez¨® a disolverse en una err¨¢tica trayectoria que acab¨® llevando la empresa a las inseguras manos de un Ru¨ªz-Mateos ya en plena vor¨¢gine de compras y de peloteo financiero. El Corte Ingl¨¦s no volvi¨® a tener competencia.
Los ¨²ltimos a?os de Areces estuvieron marcados por su d¨¦bil salud, quebrada por la hemiplejia, y por sus pocas apariciones p¨²blicas. Ya no viv¨ªa en el piso de O'Donnell, sino en un lujoso chal¨¦ de Puerta de Hierro, donde los achaques le reclu¨ªan durante largas temporadas. En 1976 hab¨ªa creado la fundaci¨®n Ram¨®n Areces, dedicada a la investigaci¨®n, con un capital inicial de 2.000 millones de pesetas. A la Fundaci¨®n dedic¨® sus ¨²ltimos entusiasmos. Una vez el empresario asturiano habl¨® de sus sue?os: "Tengo un sue?o profundo, es decir, no sue?o dormido. Y en cuanto a los sue?os que se tienen despierto, prefiero acomodarlos a la realidad".
El hombre que vendi¨® un mundo
La desgracia personal, como siempre, se ocultaba tras los ¨¦xitos profesionales de Areces. En los a?os 60, cuando El Corte Ingl¨¦s hab¨ªa iniciado ya su despegue definitivo, conoci¨® a un empresario de origen centroeuropeo llamado Ernesto Koplowitz, que se dedicaba a las contratas p¨²blicas. Areces, ya viudo, trab¨® amistad con Koplowitz, con su esposa Esther y con las dos hijas de ambos, Esther y Alicia.Poco despu¨¦s, Koplowitz muri¨® al caer de un caballo. Y Areces, con su equipo de colaboradores m¨¢s pr¨®ximos -su sobrino Isidoro ?lvarez, Florencio Lasaga y Juan Manuel de Mingo, entre otros-, se puso al frente del negocio de contrataciones.
Ram¨®n Areces se enamor¨® de Esther, la viuda de Ernesto, y decidi¨® rehacer su vida sentimental junto a ella. Hab¨ªan hablado ya de boda cuando a Esther Romero de Joseu se le detect¨® un c¨¢ncer del que falleci¨® en 1969. Areces se hundi¨® en la peor depresi¨®n de su vida, f¨ªsicamente reflejada en una hemiplejia casi inmediata a la muerte de la marquesa de Casape?alver.
Las peque?as Koplowitz
S¨®lo le quedaba su familia directa -hermanos y sobrinos, Isidoro principalmente- y las dos peque?as Koplowitz, a las que torn¨® como ahijadas y cuyo patrimonio, basado en la empresa de su padre, se encarg¨® de acrecentar.
Areces jam¨¢s tom¨® participaci¨®n accionarial en Construcciones y Contratas, pero la dirigi¨® como si fuera suya. Incluso eligi¨® a quienes un d¨ªa hab¨ªan de tomar las riendas. Poco despu¨¦s de dar el placet a la boda de sus ni?as con dos j¨®venes primos de buena familia, llarnados Alberto Alcocer y Alberto Cortina, se los llev¨® a la empresa y, con su formidable equipo, les adiestr¨® en los secretos de la gesti¨®n.
"Puedo asegurar que nunca ped¨ª un cr¨¦dito ni tuve deudas. Uno de los puntos principales para salir adelante en la vida es saber el techo de cada uno y de cada ocasi¨®n. Nunca gast¨¦ m¨¢s de lo que pod¨ªa". ?se fue el lema del hombre que construy¨® el imperio de El Corte Ingl¨¦s, cuya facturaci¨®n ronda ahora el medio bill¨®n de pesetas al a?o. Su extraordinaria red comercial sobrevive al joven emigrante, al m¨ªtico empresario, que supo vender de todo a todos. El hombre que vendi¨® un mundo, muri¨® un domingo de julio por culpa de un coraz¨®n agotado tras una larga enfermedad.
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