Madurez
Fue Amory Blaine, personaje de Scott Fitzgerald, el que afirm¨® rotundamente "odio un sistema que permite que el m¨¢s rico se lleve siempre a la m¨¢s bella". Extrapolando podemos afirmar, sin temor a grandes equivocaciones, que hace tiempo que no nos comemos una rosca, que en tanto que colectividad que genera un Producto Interior Bruto determinado, hace a?os que no levantamos cabeza. Primero fu¨¦ una transici¨®n pol¨ªtica ejemplar -sobre todo ejemplar en Latinoam¨¦rica-; despu¨¦s el triunfo democr¨¢tico de los socialistas y a partir de ah¨ª el lento declive hacia la madurez. Los a?os adolescentes son ya recuerdo. De la solidaridad, al feroz individualismo; de la generosidad, a la acumulaci¨®n; de la participaci¨®n a la especulaci¨®n. Siete u ocho a?os de gesti¨®n socia lista, coincidente con una coyuntura econ¨®mica internacional algo m¨¢s favorable, han cambiado radical mente el sentimiento sociol¨®gico nacional. El criterio arm¨®nico y equilibrado de la vida vino a ocupar el lugar que correspond¨ªa a las pasiones y a la intensidad vital.
Con todo hay detalles que mere cen respeto y que, probablemente, desmuestran alg¨²n rescoldo del ardor juvenil: por ejemplo la compro baci¨®n de que hay prohombres patrios que, se aferran a la poltrona con una pasi¨®n tan encomiable como distante de la l¨²cida iron¨ªa manifestada cuando disfrutaban c¨®modamente de la misma. Tampoco es desde?able la conclusi¨®n a la que han llegado buena parte de nuestros dirigentes sobre la funci¨®n de los sindicatos. Tras la reconversi¨®n si der¨²rgica y naval, le llega el turno a la ideol¨®gica. No se puede por me nos de elogiar el anhelo por desmitificar el poder y su ejercicio cotidiano. Ni Bakunin ni por supuesto Fanelli, hab¨ªan conseguido tanto en tan poco tiempo por propagar la convicci¨®n de que el poder corrompe, material y espiritualmente. Son guapos, listos y triunfadores pero a¨²n conservan algo de rebeld¨ªa.
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