24 horas con el juez de guardia
La mayor¨ªa de los detenidos est¨¢n acusados de robo y son adictos a las drogas
En el equipaje del suramericano N. R. V. M., de 43 a?os, los agentes de la aduana de Barajas hallaron unos pantalones y una toalla que pesaban 10 kilos. Acusado de tr¨¢fico de coca¨ªna, el viajero se convirti¨® en uno de los 58 detenidos que ese d¨ªa pasaron por el juzgado de guardia de la plaza de Castilla de Madrid. La mayor¨ªa, acusados de robo y con "se?ales de adicci¨®n hipod¨¦rmica en ambos brazos", seg¨²n el reconocimiento forense. Tras finalizar los dos turnos de declaraciones, ma?ana y tarde, el juez consider¨® que hab¨ªa sido "una jornada normal".
El oficial de guardia entra en el cuarto con cara de pocos amigos: "Un suramericano que tra¨ªa 10 kilos de coca¨ªna impregnados en la ropa", dice mientras deja sobre la mesa el atestado. El juez ojea el escrito y comenta algo sobre "un traje almidonado"; mira a la abogada de oficio, que ha asistido a 28 detenidos, y decide que ver¨¢ al acusado m¨¢s tarde, cuando llegue del colegio de abogados un letrado que se haga cargo del caso desde un principio.De los 58 detenidos que han prestado declaraci¨®n en el d¨ªa, cuatro quedan en prisi¨®n. De los que salen en libertad, excepto uno, al que se le archivan las diligencias, todos los dem¨¢s estar¨¢n pendientes de juicio. De los 12 extranjeros presentados por la polic¨ªa al juez de guardia, uno es expulsado. Debido al retraso judicial y a que muchas de estas personas carecen de domicilio fijo, las citaciones -a juicio- no ser¨¢n atendidas, con lo que el nombre del encausado pasar¨¢ a engrosar las listas policiales de b¨²squeda y captura. As¨ª se refuerza lo que algunos juristas llaman proceso de "criminalizaci¨®n". Lo ideal ser¨ªa, comenta el juez, "imponer penas adecuadas en juicios r¨¢pidos".
El factor determinante para el ingreso en prisi¨®n lo constituye la violencia y la presencia de testigos que reconozcan al acusado. As¨ª figura en el atestado que la polic¨ªa remite al juez referido a una pareja de adictos acusados de robo con violencia. El hombre, joven, pantal¨®n estrecho, playeras, asegura que ¨¦l no ha podido cometer "ese atraco", pero a medida que las preguntas le hacen ver la evidencia de que pasar¨¢ a prisi¨®n dice: "Por lo menos no mande a la c¨¢rcel a mi mujer, ella s¨ª que no ha hecho nada". A. M. G., la mujer, no llega a la veintena, y afirma "estar esperando a que me llamen de un hospital para ver si me desintoxico porque estoy embarazada". Entre los detenidos hay seis mujeres. Todas son j¨®venes y s¨®lo dos no parecen tener problemas con las drogas. D. L. y M. S. son gitanas, ambas embarazadas de muchos meses, llegan acompa?adas del hijo peque?o de una de ellas. Se dedican a la venta ambulante, visten con ropas estampadas y est¨¢n visiblemente acaloradas. La polic¨ªa las acusa de haberle robado la cartera a otra mujer.
Sospechosos
En el momento en que oyen la acusaci¨®n las dos coinciden en decir: "Eso que pone ah¨ª es bien cierto mentira". Ellas dos, junto a T. P. y N. L., saldr¨¢n en libertad. Las ¨²ltimas, relacionadas con el peque?o tr¨¢fico de drogas, seg¨²n el atestado policial. A N. L. las horas que han permanecido detenida no han conseguido arruinarle el aspecto del todo; en cambio, le han producido todos los temblores del s¨ªndrome de abstinencia.El hecho de "parecer sospechoso" figura como motivo de la detenci¨®n en algunos atestados policiales, dice un juez, que resalta la necesidad de hacer a los detenidos "imputaciones precisas" y no proceder en base a intuiciones gen¨¦ricas de sospecha, ya que, afirma: "Si no se prueba, s¨®lo se acusa y, pese a todo, se detiene, tal detenci¨®n se convierte en una forma de sanci¨®n sumaria, at¨ªpica y, por tanto, ilegal", concluye el mismo juez. Cada d¨ªa pasan por el juzgado de guardia de Madrid entre 40 y 70 detenidos. Las cifras se reducen algo los lunes y se disparan cuando se producen operaciones policiales de tipo masivo.
El s¨®tano que alberga los calabozos tiene el aspecto de una c¨¢mara frigor¨ªfica. Un pasillo con el techo muy alto y celdas a los lados. El cuarto de la guardia tiene un televisor que miran varios guardias civiles y funcionarios. En un cartel se puede leer: "Se recuerda a los miembros de las fuerzas de seguridad la prohibici¨®n de entrar portando armas de fuego".
Hacia la mitad del pasillo una celda parece haber sido reconvertida en sala de declaraciones. A la puerta est¨¢ la mesa del oficial de guardia del juzgado, tiene los atestados ordenados y hace pasar, uno a uno, a los detenidos. Dentro, el mobiliario es breve: armario y mesa con sill¨®n para el juez en pr¨¢cticas; una silla y una m¨¢quina para el escribiente, otra silla para el abogado y una banqueta para el detenido.
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