Madrid, amigo fugaz
Medio mill¨®n de turistas ha pasado a toda prisa por la ciudad en lo que va de verano
Resulta que a los madrile?os nos encanta ir a la Casa de Campo para beber cervezas, que la ciudad no exist¨ªa antes del siglo XVII y que, encima, tiene mill¨®n y medio de habitantes m¨¢s de lo que dice el censo. Que el viaducto se llama puente de Segovia y que el Museo del Prado duplica el n¨²mero de cuadros de la tarde a la ma?ana. Menos mal que el medio mill¨®n de turistas que ha visitado la ciudad en lo que va de verano -sobre todo con el programa Madrid amigo, que regala una noche de hotel y una visita- no est¨¢ para precisiones. Ni siquiera pueden deshacer las maletas. Un poquito de flamenco, una vuelta por la Ciudad Universitaria y una parada para las compras.
Alex Pezzoli comienza a saborear el sopor de la siesta nada m¨¢s subir al autob¨²s. A las cuatro de la tarde, con 39 grados en la calle, poco parecen importarle las sugerencias biling¨¹es del gu¨ªa de turno' "A la izquierda, la facultad de Ingenieros; a la derecha, la de Medicina pura". Alex, un veneciano de 14 a?os que lleg¨® a la ciudad con cinco amigos, vuelve en s¨ª cuando el autob¨²s de la visita panor¨¢mica (2.050 pesetas por barba) sigue dando interminables vueltas alrededor de la Ciudad Universitaria. "?Qu¨¦ tiene esto de especial?", se pregunta.
Y su ¨²nico af¨¢n es saber d¨®nde puede comprar una camiseta del Real Madrid. Todo llegar¨¢.
Diez minutos despu¨¦s, el au tob¨²s recala en el quiosco El Embarcadero, en plena Casa de Campo. "Aqu¨ª solemos venir los madrile?os durante tres o cuatro horas para tomar unas cervezas", apunta el gu¨ªa. "Observen el lago, el para¨ªso de los ni?os. Miren, miren qu¨¦ maravillosas vistas de la plaza de Espa?a".
Ni caso. Los turistas bajan en tropel del autob¨²s y se dejan guiar por el instinto de sus gargantas. El quiosco, semivac¨ªo hasta entonces, se pone como Las Ventas en pleno San Isidro.
Peque?o, pero bonito
El autob¨²s enfila ahora el Madrid de los Austrias -"antiguas casas, viejas fuentes..." y surca la mism¨ªsima puerta del Sol, "donde est¨¢ el reloj oficial de la ciudad, aunque da igual porque nunca funciona". Al pasar junto a la estructura de la drillo y cristal del mercado de la plaza de La Cebada, de recien te construcci¨®n, el gu¨ªa no se le ocurre otra cosa que decir: "A su izquierda, uno de los merca dos m¨¢s antiguos y bonitos de Madrid". Los turistas n¨²ran es tupefactos y se quedan sin sa ber que en aquel solar se encon traba hasta hace 27 a?os el me jor ejemplo de la arquitectura de hierro decimon¨®nica. El tour hace una pasada por el museo del Prado y El Retiro - un parque muy peque?o, pero muy bonito"-, da una vuelta alrededor de la plaza de toros de Las Ventas y se recrea en el estadio Santiago Bernab¨¦u, no sin antes pasar por El Viso: "La colonia m¨¢s aristocr¨¢tica de Madrid donde est¨¢ tambi¨¦n la nueva Embajada rusa. Como pueden ver, a todos les gusta el dinero...". Los turistas se comen las preguntas; apenas tiene tiempo para disparar la instamatic a ,trav¨¦s de los cristales ahumados: "As¨®mense deprisa y vean el caballo de don Quijote y el burrito de Sancho Panza". Tras dos horas de vuelo fugaz por Madrid bajo un sol de justicia, vuelven a sus hoteles sin reparar en las p¨ªldoras que han tenido que tragar. Por ejemplo, que Madrid no tienetres, sino cuatro millones y medio de habitantes. Que el viaducto se llama puente de Segovia, que la ciudad fue fundada en el siglo XVII y que el Palacio de los Deportes est¨¢ en plena Ciudad Universitaria.- Luego resulta que entre la visita panor¨¢mica y el tour de la noche, que sirve de aperitivo al tablao flamenco, los cuadros del Prado se multiplican milagrosamente como el pan y los peces: de 4.500 lienzos a 7.000.Pero los turistas como la norteamericana Nazy Borjian, de 23 a?os, tienen la mente puesta en el apartamento que ha alquilado en la costa valenciana y poco les importa lo quedigan de Madrid. "Pues ayer estuve andando por la ciudad y resulta que es m¨¢s vieja de lo que cre¨ªa". "Si?ora, cinco abanicos p 1 or 10.000 liras, que el aire acondi cionato no funciona en el alber go". Los vendedores ambulan tes parecen moscones revolo teando en la cola del museo del Prado. Dos italianos sacan un rosario y deciden matar el tiem po rezando avemar¨ªas.El autob¨²s de la visita art¨ªstica (3.150 pesetas por ver El Prado y el Palacio Real, frente a las 800 que costar¨ªa la visita p6r libre a ambos lugares) espera s¨®lo hasta la una de la tarde para regresar a la plaza deOriente. Pasado el mediod¨ªa, los turistas siguen haciendo cola bajo un sol de castigo. Apenas les queda una hora para correr por los pasillos "de la mejor pinacoteca del mundo".El culo de un retratoEl gu¨ªa se abre paso como puede entre un sinn¨²mero de j aponeses y ense?a a los turistas uno de los m¨²ltiples gui?os de Goya: "Se da el culo al retrato de Fernando VII, se agacha uno, se mira desde abajo y se puede leer la firma invertida del pintor". . Susie Harichandran, una joven neozelandesa,de piel tostada, abandona con resignaci¨®n el museo. "Tengo que volver con m¨¢s tiempo". Susie aprovech¨® una escala para hacer noche en Madrid y apuntarse al programa Madrid amigo, que le regal¨® la estancia en el hotel y el vuelo impresionista por el arte de la ciudad.
Lupe Prieto, norteamericana de Los ?ngeles, de 56 a?os y con cierto acento chicano, tambi¨¦n se queda con ganas de m¨¢s. No le acaba de convencer eso de ir como un reba?o de un lado para otro, "pero con un programa tan apretado no quedaba otro remedio". Eso s¨ª, nuca podr¨¢ olvidar lo del tablao flamenco: "Tuve que salir corriendo desde el Scala, porque me equivoqu¨¦ de parada".
Lupe repuso fuerzas con un aperitivo espartano y varios vasos de sangr¨ªa. Despu¨¦s se dej¨® llevar por los consejos del gu¨ªa: "Para sentir el flamenco hay que tocar las palmas, cerrar intermitentemente los ojos, chasquear la lengua, abrir la boca y zapatear". La noche le sali¨® por 5.200 pesetas, m¨¢s el doble de lo que cuesta la consumici¨®n el el tablao.
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