La m¨¢s absoluta invalidez
Los Cobaleda ten¨ªan trap¨ªo, pero no resuello. Los Cobaleda parec¨ªan de mantequilla. No al saltar a la arena. Los Cobaleda, preciosos de estampa, nada m¨¢s salir de la oscuridad del toril galopaban codiciosos, embest¨ªan fieros a los capotes, rebufaban amenazadores y, de repente, ?catapum!, les sobreven¨ªa la m¨¢s absoluta invalidez.La ciencia veterinaria deber¨ªa estudiar este caso cl¨ªnico de los toros que aparecen en los ruedos gallitos y, de repente, ?catapum!, se vuelven gallinas. Del torazo feroz a la gallina clueca pasaban los Cobaleda en dos minuto, 30 segundos. La metarnorfosis del toro ferozen gallina clueca es uno de los aconteceres m¨¢s habituales que ofrece la moderna tauromaquia.Hasta que sali¨® un sobrero, en quinto lugar, no empez¨® la corrida verdadera. Muerto el sobrero media hora m¨¢s tarde, la corrida verdadera se acab¨®, porque sali¨® otro Cobaleda aquejado de la invalidez absoluta, le sustituy¨® otro sobrero que ni dijeron de qui¨¦n era, y rrsult¨® que estaba amoruchado.
Cobaleda / Espl¨¢, Morenito, Soro
Cuatro toros de S¨¢nchez Cobaleda, con trap¨ªo, inv¨¢lidos; sobreros: 5% de Antonia Julia de Marca, con trap¨ªo, manejable; 6?, de procedencia desconocida, morucho Luis Francisco Espl¨¢: bajonazo (silencio); estocada ladeada (silencio.). Morenito de Maracay: pinchazo, estocada, rueda de peones y descabello (silencio); pinchazo y estocada (oreja). El Soro: media muy tendida trasera ca¨ªda, rueda de peones y descabello (silencio); estocada ladeada tirando la muleta (palmas).Plaza de Vista Alegre, 20 de agosto. 2? corrida de feria.
Entre aficionados circulaban distintas versiones. Algunos aseguraban que el sobrero lo hab¨ªan tra¨ªdo de una vaquer¨ªa de Calahorra. Sin cartel que no indique a qui¨¦n pertenece el toro, se incumpl¨ªa el reglamento, pero ese no era el ¨²nico incumplimiento, ni el peor. El hist¨®rico coso bilba¨ªno estaba convertido en plaza de pueblo.
El primer sobrero se dejaba pegar pases y Morenito de Maracay se los peg¨®, muchos, voluntariosos, desligados cuando ensay¨® redondos y naturales, gustosos unos cuantos, y con tanta vehemencia lo circulares, las fren¨¦ticas revueltas para escapar de la jurisdicci¨®n del toro y el pase de pecho final, que arm¨® un alboroto. Cort¨® una oreja, ganada a ley, si no se analiza.
Y no se analiza. Pues la corrida no era de an¨¢lisis sino de juzgado de guardia. Al no haber toro, no hubo lidia. Tarnpoco faenas de muleta, porque a los Cobaleda les era imposible seguirla medio tranco sin desfallecer. Los cuatro primeros deber¨ªan haber vuelto al corral y el presidente -!Don Carmelo!- prefiri¨® aligerar el tr¨¢mite de los prmeros tercios, convirti¨¦ndolos en pantomimas.
Los segundos tercios, en cambio, no fueron de tr¨¢mite. Se trataba de la que llaman "corrida de los banderilleros" y los espadas se vieron obligados a satisfacer por lo menos esta parte del cartel. El Soro se erripe?¨® en banderillear al sexto, que no era toro de banderillas, ni de nada, s¨®lo buey de carreta, y a¨²n eso, por recomendaci¨®n. El Soro le puso tres palitroques al sexto. El Soro ten¨ªa ayer muchas dificultades para banderillear y varias veces dej¨® los palos en la negra arena. Morenito de Maracay, salvo en un quiebro espeluznante, tampoco estuvo fino. Si el banderilleo consistiera en lo que el Soro y Morenito hicieron ayer, no ser¨ªa arte; ser¨ªa tambi¨¦n un suceso de juzgado de guardia. Espl¨¢, en cambio, interpret¨® la suerte con orden y concierto; es decir, con seguridad, t¨¦cnica, est¨¦tica y torer¨ªa. Y luego liquid¨® a sus inv¨¢lidos absolutos en un "plis-plas", como manda la decencia.
Babelia
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