Tracas de fiesta, fuegos de muerte
La explosi¨®n de San Juan pone de relieve la irresponsabilidad de la Administraci¨®n y las deficiencias del sector pirot¨¦cnico
Mar¨ªa Jos¨¦ Llorca Juan tiene 16 a?os y ha terminado segundo de BUP. Quienes la conocen cuentan que esta joven, de belleza mediterr¨¢nea, es risue?a y de buen car¨¢cter. Vive en San Juan, un pueblo de 10.000 habitautes cercano a Alicante que desde hace dos d¨¦cadas vive del turismo gracias a su anta?o preciosa playa. El 12 de agosto, Mar¨ªa Jos¨¦ vivi¨® uno de los d¨ªas m¨¢s felices de su vida al ser proclamada reina de las fiestas de San Juan. La joven asisti¨® embelesada a las tracas que se dispararon en su honor. Apenas siete noches despu¨¦s, Mar¨ªa Jos¨¦ vivi¨® la jornada m¨¢s dram¨¢tica de su vida, de la mano de las tracas de feria que explotaron en el hipermercado Pryca, adonde ella hab¨ªa acudido con su madre.
El accidente se cobr¨® ocho vidas, entre ellas la de Josefa Juan, madre de la reina de las fiestas Convaleciente todav¨ªa, Mar¨ªa Jos¨¦ es quiz¨¢s la persona que ha vivido con m¨¢s intensidad, con m¨¢s crudeza, la cara y la cruz de la pirotecnia. Tracas de fiesta pero tambi¨¦n fuegos de muerte.Las explosiones pirot¨¦cnicas han causado ya una larga lista de accidentes y muertes en Espa?a durante los ¨²ltimos a?os. Alrededor de 40 muertos, seg¨²n las fuentes consultadas, se han registrado en la pasada d¨¦cada. Pero nunca la cat¨¢strofe hab¨ªa causado tanto impacto como la del s¨¢bado 19 de agosto en San Juan Centenares, quiz¨¢s miles de personas, formaban un febril hormiguero en aquella tarde en un hipermercado, ajenos a la proximidad de la tragedia. Un veh¨ªculo propiedad de la familia Rigal unos intermediarios pirot¨¦cnicos, se iba a convertir en una bomba, en el detonante del p¨¢nico, de la desolaci¨®n.
La Guardia Civil y las autoridades gubernativas ignoran todav¨ªa el origen de los explosivos y la causa concreta que provoc¨® el estallido de decenas de kilos, -una cifra a¨²n por determinar-, de tracas, cohetes, p¨®lvora, as¨ª como el destino al que se dirig¨ªa Rigal. El habitual paisaje del hipermercado fue borrado por el panorama del infierno. M¨¢s de una docena de coches destrozados, cristales rotos, carritos de la compra chamuscados, botellas esparcidas encontr¨® la polic¨ªa cuando lleg¨® al aparcamiento de Pryca poco despu¨¦s de las 20.45 del s¨¢bado 19.
Junto a los restos de la explosi¨®n, cinco personas yac¨ªan ya muertas sobre un asfalto recalentado por las altas temperaturas de aquel d¨ªa. Otras tres morir¨ªan camino de los hospitales. Tres m¨¢s contin¨²an debati¨¦ndose entre la vida y la muerte con el cuerpo abrasado por las quemaduras. Apenas media hora antes de la explosi¨®n los diarios alicantinos Informaci¨®n y La Verdad y el monasterio de la Santa Faz cercano al hipermercado recib¨ªan avisos telef¨®nicos de colocaci¨®n de bombas. Todav¨ªa no se ha podido averiguar el origen de las llamadas.
Entre llantos y sollozos, entre la indignaci¨®n y la impotencia familiares y amigos de las v¨ªctimas se preguntan ahora c¨®mo es posible que un polvor¨ªn ambulante se encontrara aparcado a aquellas horas en la puerta de un hipermercado. Interminables informes y atestados de la Guardia Civil, voluminosos expedientes administrativos, largos pleitos jur¨ªdicos y pol¨ªticos aguardan ahora a los damnificados con unas indemnizaciones en juego que pueden ascender a centenares de millones de pesetas.
Como tantas veces ocurre en las cat¨¢strofes, quiz¨¢s no exista una causa ¨²nica que explique el accidente de San Juan. El siniestro del hipermercado pone sobre el tapete un escenario de fondo que se llama econom¨ªa sumergida -una pr¨¢ctica muy extendida en el Pa¨ªs Valenciano-, saca a la luz las lamentables condiciones de trabajo y de seguridad en muchos talleres pirot¨¦cnicos; denuncia la incompetencia y la negligencia de unas autoridades incapaces de impedir que un veh¨ªculo particular transporte cientos de kilos de materiales explosivos, apunta a la responsabilidad de una Administraci¨®n que ordena el cierre de Pirotecnia Levantina, para la que trabajaban los Rigal, pero no ejecuta la orden.
Del mismo modo, el tenebroso rostro de la cat¨¢strofe altera la sonrisa autosatisfecha de un pueblo como el valenciano acostumbrado a la cultura del fuego, de un pa¨ªs que ha convertido las tracas en un s¨ªmbolo, en una tarjeta de identidad.
Los sindicatos han denunciado los peligros que entra?a una industria como la pirot¨¦cn¨ªca, que agrupa a 35 empresas en Valencia; seis, en Alicante; y cinco, en Castell¨®n, sin encontrar eco en los responsables administrativos, auton¨®micos y centrales que ahora se pasan la pelota de las responsabilidades.
La responsabilidad sobre apertura y cierre de estos establecimientos corresponde a los gobiernos civiles, as¨ª como el control sobre el transporte de materiales explosivos, pero la obligacion de informar t¨¦cnicamente en aspectos laborales e industriales recae sobre la Generalitat. Pero todav¨ªa no se han puesto de acuerdo. Una farragosa relaci¨®n de reglamentos, art¨ªculos y disposiciones s¨®lo sirve, en una macabra broma, como cortina de humo de las responsabilidades.
Las otras v¨ªctimas
Pero, entretanto, la conciencia de que los muertos tambi¨¦n est¨¢n divididos por categor¨ªas comienza a cundir en San Juan, en Alicante y en todo el Pa¨ªs Valenciano. Las autoridades debieron respirar tranquilas cuando supieron, ya en la madrugada del 20 de agosto, que no se trataba de un atentado de la organizaci¨®n terrorista ETA.
El presidente de la Generalitat, Joan Lerma, organiz¨® su traslado desde Mallorca, donde se encontraba de vacaciones, a Alicante cuando las primeras noticias brindaban confusi¨®n sobre el origen del siniestro. Permaneci¨® unas horas en Alicante durante el domingo 20 y regres¨® a la isla balear. El delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Eugenio Burriel, sigui¨® las investigaciones por tel¨¦fono desde su retiro estival en la isla de Menorca.. El ministro del Interior, Jos¨¦ Luis Corcuera, todav¨ªa no ha abierto la boca.
Multitud de causas,
Trabajar, eso s¨ª los investigadores para intentar establecer las causas del suceso, aunque quiz¨¢s no lleguen nunca a lograrlo. Pero t¨¦cnicos de la Consejer¨ªa de Industria y expertos de la Guardia Civil han resumido con rigor la situaci¨®n: "Un coche cargado de cientos de kilos de p¨®lvora, tracas y cohetes act¨²a como una bomba, es una olla a presi¨®n y cualquier m¨ªnimo chispazo en medio de un aparcamiento repleto de veh¨ªculos y de dep¨®sitos de gasolina puede provocar la cat¨¢strofe".
Joaqu¨ªn Rigal Vic¨®, de 22 a?os de edad, y su acompa?ante en el coche, Jos¨¦ Mu?oz Molina, de 23 a?os, est¨¢n muertos. El padre del conductor, Joaqu¨ªn Rigal Mart¨ªnez, de 54 a?os, casado y con cuatro hijos, sin contar al fallecido, se lanz¨® al vac¨ªo desde un sexto piso de Alicante en la ma?ana del martes 22 de agosto. Los Rigal trabajaban en sus horas libres como intermediarios entre Pirotecnia Levantina y otras f¨¢bricas de Alicante y comisiones de fiestas o ayuntamientos de toda la provincia. Los trabajadores de Pirotecnia Levantina, que instaron a la Consejer¨ªa de Trabajo a que paralizara las actividades de la f¨¢brica el pasado 3 de agosto, han manifestado que los Rigal sol¨ªan transportar cientos de kilos de p¨®lvora y explosivos.
El fiscal del caso, Felipe Briones, y portavoces de la Guardia Civil se?alan que estos fallecimientos complican extraordinariamente el esclarecimiento de los hechos. Por otra parte, el gobernador civil de Alicante, Pedro Valdecantos, admite que la investigaci¨®n en los seis; talleres legales de la provincia y, en los centros de trabajo sumergidos encuentra dificultades. Nadie quiere dar la, cara. Entretanto, el presidente de la Asociaci¨®n de Pirot¨¦cnicos, Valencianos, Jos¨¦ Brunch¨², defiende la seguridad en las empresas legales del sector y afirma ser el primer interesado en acabar con el trabajo sumergido y con la falta de control.
Pero miles de valencianos saben, por experiencia propia, c¨®mo se transporta el material pirot¨¦cnico en cualquier fiesta. Es decir, en veh¨ªculos que no est¨¢n preparados y que atraviesan multitudes que esperan el ruido de la mascletb o el disparo del castillo. Cualquiera, en una comprobaci¨®n realizada por este peri¨®dico, puede encargar unas docenas de kilos de tracas y cohetes en una pirotecnia sin mayores garant¨ªas ni requisitos. Legalmente hasta los ni?os pueden comprar petardos o masclets durante las Fallas de Valencia, las Hogueras de Alicante o los Moros y Cristianos de Alcoy.
?l bot¨®n de muestra de un cierto esp¨ªritu colectivo de los valencianos lo sirvi¨® a la perfecci¨®n el alcalde de Elche, Manuel Rodr¨ªguez Maci¨¤, cuando manifest¨® p¨²blicamente a este diario que la seguridad del disparo de la palmera de la Nit de l'Alb¨¤ de Elche estaba garantizada. Los encargados del disparo el domingo 13 de agosto y de la confecci¨®n de la palmera no eran otros que Pirotecnia Levantina, cuyas actividades hab¨ªan sido paralizadas 10 d¨ªas antes.
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