Utop¨ªa
Droga, caridad, sopa y polic¨ªa: ¨¦sta ser¨¢ para siempre la dieta de los pobres cuando la utop¨ªa termine. En un tiempo que ya pas¨® hubo unos hombres preclaros que tuvieron un sue?o. Se llamaban revolucionarios. Creyeron que el hambre de la humanidad era la m¨¢xima fuente de energ¨ªa y, formando con ella una tempestad que el viento de la historia alimentaba, trataron de romper los diques del viejo orden. Algunos d¨ªas de gloria conmovieron entonces al mundo. Exaltados por poetas, los obreros m¨¢s ardientes penetraron en los palacios y por un momento la rebeli¨®n se uni¨® a la belleza. En esta direcci¨®n comenzaron a ahondar los intelectuales: el para¨ªso en la tierra era posible. Y pronto supieron todos los desesperados del planeta que en la Uni¨®n Sovi¨¦tica los tractores lo estaban ya levantando. De ese sue?o los proletarios de cualquier pa¨ªs hicieron una patria com¨²n, la cual tambi¨¦n dio cobijo a los parias y a los visionarios. La esperanza sirvi¨® para controlar las estampidas de la sociedad tomando la violencia de los impacientes. La utop¨ªa ha muerto. El imperio comunista se est¨¢ resquebrajando. Por lo visto hoy todos los chinos quieren ser due?os de un carrito y todos los sovi¨¦ticos quieren bailar el rock. La libertad convertida en otro viento se ha llevado aquel sue?o que el desencanto ya hab¨ªa arrebatado.A partir de ahora los desesperados de la tierra deber¨¢n volver tambi¨¦n al individualismo de la Escuela de Chicago, de modo que la revoluci¨®n social se har¨¢ a navaja uno a uno en cada esquina. Usted podr¨¢ realizar la caridad comprando servilletas de papel en los sem¨¢foros, y donde no llegue el amor llegar¨¢ la polic¨ªa. Servida por el poder, la droga aplacar¨¢ cualquier rebeld¨ªa; en la trasera de las catedrales se ver¨¢ siempre una cuerda de pobres esperando una sopa; los mastines ser¨¢n reyes y todo el mundo tendr¨¢ que sonre¨ªr antes de ser asesinado. Si ya no es posible un para¨ªso en la tierra, todo est¨¢ permitido.
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