Las dos transiciones
El verano de 1989 hace que uno pierda el aliento y mantenga los dedos cruzados. Entre la matanza de la plaza de Tiananmen y la retirada del alambre de espino en las fronteras h¨²ngaras, es dif¨ªcil saber si tener esperanza o temor. Solidaridad est¨¢ formando Gobierno en Polonia; naturalmente, un Gobierno de esperanza. Sin embargo, la lucha de los nacionalismos en la Uni¨®n Sovi¨¦tica se est¨¢ complicando, ya sea con las revueltas callejeras de Azerbaiy¨¢n como con la propuesta ley electoral en Estonia. ?D¨®nde terminar¨¢ todo? ?Cu¨¢les son las fuerzas que act¨²an en este proceso de transici¨®n?Dos fuerzas se destacan y se hallan en pugna entre s¨ª. Una es la que exige democracia, derechos pol¨ªticos y el gobierno de la ley. Curiosamente, esta exigencia ha llegado a la imaginaci¨®n de gente de todo el mundo en un momento en que las grandes democracias, y en especial EE UU, se han vuelto silenciosas, miran hacia adentro. Hoy y
la democracia no es un conjunto importado de valores occidentales, sino una exigencia espont¨¢nea, ante todo interna, en China y la URSS, los pa¨ªses de Europa del Este y muchas naciones en desarrollo. La libertad de expresi¨®n de la glasnost se redescubre en aquellos lugares donde estuvo mucho tiempo ausente o nunca existi¨®. Las elecciones se celebran con gran entusiasmo, al menos por parte de los activistas. Muchos, la mayor¨ªa, son en realidad m¨¢s silenciosos; incluso dudaron en ir a las urnas en la experiencia h¨²ngara, que sigue por buen camino.
Hay muchos motivos para que esto sea as¨ª, pero el m¨¢s importante es que para crear confianza en las instituciones democr¨¢ticas se necesita algo m¨¢s que una elecci¨®n repentina. Ante todo, cuesta mucho crear el tipo de confianza que lleva a los pa¨ªses a la senda que combina la democracia con la prosperidad. Durante todo el tiempo estamos hablando de dos transiciones. La gente quiere libertad y un nivel de vida decente. En efecto, resulta m¨¢s f¨¢cil dar un poco de libertad que proporcionar pan, carne y, naturalmente, aparatos de televisi¨®n y coches. La transici¨®n pol¨ªtica no conduce por s¨ª sola a la transici¨®n econ¨®mica. Por el contrario, para empezar, todo parece peor en t¨¦rminos econ¨®micos, de modo que la gente utiliza sus derechos pol¨ªticos reci¨¦n conseguidos para expresar las injusticias que padecen, a trav¨¦s de huelgas, manifestaciones, quejas y un creciente sentimiento de desilusi¨®n.
El conflicto entre las transiciones pol¨ªtica y econ¨®mica es profundo, y Espa?a constituye uno de los pa¨ªses que lo ha experimentado en carne propia durante los ¨²ltimos 15 a?os. Espa?a tambi¨¦n ha sido afortunada en contar con l¨ªderes que arriesgaron su reputaci¨®n pol¨ªtica por la necesidad de llevar al pa¨ªs al flujo central de la econom¨ªa, y adem¨¢s estaban preparados a pagar el precio. Las transiciones econ¨®micas atraviesan inevitablemente un valle de l¨¢grimas. Durante un tiempo, los salarios no podr¨¢n variar, pero los precios subir¨¢n. Durante un tiempo, los ajustes en la industria conducir¨¢n al desempleo. Durante un tiempo, los ahorros deber¨¢n superar al consumo. ?Cu¨¢l ser¨¢ este tiempo? ?Ser¨¢ muy larga este valle de l¨¢grimas?
Tal vez no exista una regla general, pero, a juzgar por la experiencia espa?ola (o de la RFA), ser¨¢n por lo menos unos tres a?os. Los Gobiernos pueden considerarse afortunados si son reelegidos despu¨¦s de cuatro a?os de reajuste econ¨®mico. Muchos, en Latinoam¨¦rica y en otras partes, no lo fueron. La historia de Europa oriental a¨²n est¨¢ abierta.
El liderato es m¨¢s importante en tiempos de transici¨®n que en ¨¦pocas normales. En efecto, son necesarios dos l¨ªderes simult¨¢neamente para estabilizar la democracia y llevar a cabo la transformaci¨®n econ¨®mica: un l¨ªder pol¨ªtico y un reformador econ¨®mico. Adenauer y Erhard, Gonz¨¢lez y Boyer. Gorbachov fue y es desafortunado porque, si bien tiene a su alrededor algunos te¨®ricos en econom¨ªa, no cuenta con ning¨²n reformador pr¨¢ctico en quien apoyarse. Hay que tener la esperanza de que alguno aparezca en Polonia.
Sin embargo, el liderato nunca lo es todo. Son necesarios muchos para llevar a cabo las dos transiciones. Se necesitan muchos ciudadanos para mantener las instituciones democr¨¢ticas y para convertirlas en realidades vivas a partir de constituciones de papel. Se precisan muchos actores econ¨®micos para crear prosperidad, consumidores, productores, empresarios. No surgen de repente. Fue siempre una ilusi¨®n creer que una vez quitada la tapa a la presi¨®n autoritaria, surgir¨ªan necesariamente la democracia liberal y la econom¨ªa de mercado. Muchas posibilidades peores se esconden en los pa¨ªses liberales que empiezan a experimentar transiciones. La libertad es siempre una lucha y no una necesidad hist¨®rica.
Estos comentarios pueden parecer poco esperanzadores, y tambi¨¦n puede notarse algo de escepticismo. Pero eso no es todo. Tal vez resulte comprensible que los europeos del Este pasados a Occidente se dirijan a Friedrich von Hayek para asesoramiento econ¨®mico: quieren reemplazar un sistema por otro y resolver de inmediato todos los problemas. Naturalmente, pensar en t¨¦rminos de sistemas es parte del problema de la intolerancia. Aquellos que buscan una transici¨®n eficaz es m¨¢s aconsejable que se dirijan al economista americano Albert Hirschinan, quien hace muchos a?os argument¨® (con respecto a pa¨ªses en v¨ªas de evoluci¨®n) contra un "crecimiento equilibrado". Tal vez un "crecimiento desequilibrado" no sea algo tan malo, coment¨®. Empecemos por alguna parte, tal vez con la agricultura, con algunos astilleros o incluso con un peque?o sector cooperativo.
Nada de esto evita que la euforia pol¨ªtica se enfrente con un valle de l¨¢grimas econ¨®mico. La euforia puede convertirse f¨¢cilmente en pesar, y se requiere mucha esperanza -y ayuda de nosotros, los m¨¢s afortunados- para ver c¨®mo la r¨¢pida transici¨®n pol¨ªtica a la democracia sobrevive a la lentitud de la transici¨®n econ¨®mica a la prosperidad.
Traducci¨®n: C. Scavino.
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