La candidata
AL PRESENTAR su candidatura al Congreso, Carmen Romero ejerce un derecho individual que nadie podr¨¢ discutir. Cualquier consideraci¨®n ulterior sobre tal iniciativa deber¨¢ partir de ese reconocimiento. Pero en ella subyace una posible contradicci¨®n: por una parte, al presentar su candidatura afirma su autonom¨ªa como mujer y como militante socialista, lo, que sin duda favorecer¨¢ la captaci¨®n de un segmento del voto femenino en general y del influido por ideales feministas en particular, pero, por otra, para conseguir ese efecto se sirve irremediablemente de su notorio como mujer del presidente del Gobierno. Tal antinomia est¨¢ en la naturaleza de las cosas, no en la subjetividad de las personas; Carmen Romero no podr¨ªa evitarla sino renunciando voluntariamente a un derecho leg¨ªtimo. Nadie puede exigirle eso.Con m¨¢s o menos reticencias, la mayor parte de los partidos y de sus dirigentes ha observado una actitud respetuosa, como se merece, sobre la decisi¨®n de Carmen Romero. Con la excepci¨®n, bien significativa, de la derecha. conservadora y de algunos l¨ªderes andalucistas, que han competido entre s¨ª a la hora de disparatar sin tasa. La comparaci¨®n de Carmen Romero con Imelda Marcos o con Evita o Isabelita Per¨®n constituye la manifestaci¨®n m¨¢s mostrenca de esa pasi¨®n por el m¨¦todo anal¨®gico a que con frecuencia se reduce la capacidad dial¨¦ctica de ciertos antiguos admiradores de do?a Carmen Polo de Franco.
Una sustancial diferencia entre las cuatro se?oras citadas y Carmen Romero es que ¨¦sta era una destacada militante socialista y ugetista mucho, antes de que su marido, un abogado laboralista sevillano, pudiera pensar en la posibilidad de llegar a ser primer ministro. Otra diferencia es que, en las ant¨ªpodas de los comportamientos de esas damas, Carmen Romero ha mantenido una posici¨®n discreta, soslayando figu rar m¨¢s all¨¢ de lo estrictamente inevitable en los actos p¨²blicos en que participaba su famoso marido y rehusando jugar el papel de contrapunto floral (o humano) a que destinan los especialistas en imagen electoral a los c¨®nyuges de los personajes p¨²blicos. Adem¨¢s, bastantes, candidatos, del PSOE y de otros partidos, cuentan con una experiencia militante, antes y despu¨¦s de la muerte de Franco, menor que la suya.
Con todo, es leg¨ªtimo plantearse la oportunidad de la iniciativa. En toda sociedad democr¨¢tica existen unas pautas t¨¢citas de comportamiento que en ocasiones implican la renuncia, voluntaria a leg¨ªtimos derechos individuales en aras de valores intangibles. Por ejemplo, nadie podr¨¢ exigir legalmente al director de un peri¨®dico independiente que renuncie a su eventual militancia pol¨ªtica, pero ser¨ªa adecuado, que lo hiciera de modo voluntario; nadie podr¨¢ impedir que un ex ministro se gane Ia vida con ciertas actividadades l¨ªcitas vinculadas a las relaciones p¨²blicas, pero pocos dudan de la utilidad de que renuncie a ello por propia voluntad.Carmen Romero pudo haberse presentado a las elecciones de 1971, 1979 o 1982, y no lo hizo. Al decidirse a ello una d¨¦cada despu¨¦s, era inevitable que levantase pol¨¦mica.
Un debate sereno sobre la idoneidad de la candidatura de Carmen Romero hubiera sido deseable, porque hubiera remitido a las normas de conveniencia pol¨ªtica por las que se rigen de hecho las principales democracias del mundo. ?Es leg¨ªtimo reemprender una actividad pol¨ªtica desde una situaci¨®n -con todos los matices del caso- objetivamente privilegiada? ?Qu¨¦ influye m¨¢s en la presencia de Carmen Romero en la campa?a electoral su militancia pol¨ªtica o su papel personal al lado del l¨ªder socialista?
A dar respuesta a estos interrogantes debla haber se dirigido cualquier pol¨¦mica sobre el tema; sin embargo tal como ha sido planteada por quienes la han suscitado, la candidatura de Carmen Romero lo ¨²nico que ha conseguido es derivar el debate pol¨ªtico hacia terrenos personales -a veces rozando la injuria- muy marginales respecto a lbs problemas muy marginales tales de los ciudadanos espa?oles. Por desgracia, es bastante probable que haya que esperar a otra campa?a electoral para que se discuta en profundidad sobre aspectos tales como la econom¨ªa, el paro, los servicios p¨²blicos, la vivienda, la justicia, la calidad de vida o la sanidad y lo que cada opci¨®n pol¨ªtica entiende de ellos.
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