Clar¨ªsima pel¨ªcula belga y otra oscur¨ªsima cubana
Renace la pol¨¦mica con 'El maestro', de Marion Hansel, y 'Papeles secundarios', de Orlando Rojas
Ayer hubo en San Sebasti¨¢n un aut¨¦ntico d¨ªa de festival de cine. Se proyectaron dos pel¨ªculas literalmente opuestas, una tras de otra. El maestro, pel¨ªcula escrita y dirigida por la joven cineasta belga -triunfadora en el Festival de Barcelona de hace dos a?os- Marion Hansel, es pura diafanidad: casi no se puede decir m¨¢s con menos. Pero Papeles secundarios, dirigida por el cineasta cubano Orlando Rojas, es pura oscuridad: no se puede decir menos con m¨¢s. Este tipo de vaivenes generan aqu¨ª controversia y dan vida a un festival donde -como en todos actualmente- abunda el cine muerto.
Pas¨® el elemental y floreciente negocio de la batman¨ªa. Pas¨® el m¨¢s sofisticado y menos rentable comercio del abismo submarino. Es decir, pas¨® la cara y la cruz del riesgo econ¨®mico en el cine. Y ayer entramos en San Sebasti¨¢n en otro territorio m¨¢s f¨¦rtil y delicado de este arte: la cara y la cruz de su riesgo est¨¦tico.La cara la ofreci¨® una pel¨ªcula titulada El maestro, escrita y dirigida por la belga Marion Hansel; basada en un relato del italiano Mario Soldati; hablada en idioma ingl¨¦s; rodada en Italia; interpretada por el escoc¨¦s Malcolm McDowell, el armenio franc¨¦s Charles Aznavour y la italiana Andrea Ferreol; y financiada por dinero espa?ol procedente del Festival de Barcelona, donde en 1987 Marion Hansel se llev¨® los millones del premio Europa con su pel¨ªcula Noces barbares. De la aportaci¨®n espa?ola, que es el dinero, puede decirse que es dinero bien empleado.
Es un filme bello, porque sigue al pie de la letra la ley de la transparencia y de la econom¨ªa, no del mercado, sino de la expresi¨®n: dice muchas cosas con muy pocos elementos. De otra manera: lo que pretende y lo que logra Marion Hansel en El maestro coinciden.
Se trata de un relato lineal, trazado en dos, tiempos que se suceden sin interferirse ni erosionarse rec¨ªprocamente -Vicente Aranda debiera estudiar el gui¨®n de este filme y comparar sus resultados con los del suyo en Si te dicen que ca¨ª- y que al final conducen a una pel¨ªcula tal vez menor, quiz¨¢s peque?a, pero en todo caso muy limpia, coherente, sencilla, realizada sin ning¨²n engolamiento, casi sin esfuerzo aparente.
En El maestro, Charles Aznavour, viejo cantante de viejas melod¨ªas sentimentales, nos devuelve el recuerdo de sus glorias de actor, como aquella de El paso del Rhin, de Andr¨¦ Cayatte; Malcolm McDowell nos hace olvidar con un ejercicio de sobriedad sus exageraciones en la exagerada Naranja mec¨¢nica de Stanley Kubrick; y la maravillosa Andrea Ferreol, con muchos m¨¢s a?os y muchos menos kilos, nos recuerda que fue lo mejor de aquella indigesta Gran comilona de Marco Ferreri.
A pie de pantalla
Y, en las ant¨ªpodas de El maestro, el filme cubano Papeles secundarios, coproducci¨®n del ICAIC habanero y de la TVE madrile?a, escrita por Osvaldo S¨¢nchez y dirigida por Orlando Rojas: no se pueden contar menos cosas con mayor sobrecarga de elementos.Tal como est¨¢n tomadas, a pie de pantalla, por este espectador, reproducimos las notas que inspir¨® la proyecci¨®n de Papeles secundarios. Dicen textualmente:
"Puesta en escena demasiado sobrecargada. Busca insistente y obsesiva de un clima espeso, sobreangulado, retorcido y m¨®rbido. Excelente fotograf¨ªa de colores muy contrastados que buscan efectos luminosos tenebristas. Demasiado efectista a veces. Ritmo de secuencia premeditadamente on¨ªrico, pero sin verdadero sue?o dentro. Aires de 8 y 112 de Fellini y de Comienza el espect¨¢culo de Bob Fosse. ?Buscados o casuales? Media hora de proyecci¨®n y no me he enterado todav¨ªa de qu¨¦ va la historia. Seg¨²n el programa de mano, Juan Luis Galiardo es un director teatral que busca su rehabilitaci¨®n intelectual y art¨ªstica. Nada de esto se ve en la pantalla: es tan solo un se?or de mediana edad que dirige teatro e intenta ligar de manera complicad¨ªsima con la chica -buen¨ªsima actrizque quiere un papel en su obra. La b¨²squeda excesiva de originalidad -originalismo como rutina- perturba y rompe la fluencia, que es fatigosa, camina a tropezones y fuera de tiempo. No se percibe una verdadera creaci¨®n de tiempo, ese tiempo aut¨®nomo que necesita una alegor¨ªa de esta especie. La sobrecarga de ornamentos lo es tambi¨¦n de s¨ªmbolos, pero s¨ªmbolos dif¨ªciles de descifrar: puede que esta falta de sentido tenga alg¨²n sentido en Cuba, pero vista desde aqu¨ª ese sentido no se ve por ning¨²n lado.
Fatiga mucho, cada vez m¨¢s. Hay indicios de que lo que ocurre en la pantalla es parab¨®lico y se refiere a algo, aqu¨ª indescifrable, de la historia cubana actual. Hay ecos lejanos del vanguardismo teatral posrevolucionario. ?Jos¨¦ Triana? No hay sensaci¨®n de misterio, sino de secreto. La cita inicial de Kafka es negada por el desarrollo: Kafka expresa lo oscuro con extrema claridad, pero en la pantalla aqu¨ª s¨®lo se ven actos claros expresados oscuramente. Im¨¢genes fuertes y poderosas: la magn¨ªfica escena (le la chica en el retrete. Hora y cuarto de proyecci¨®n: comienzo a orientarme un poco, pero ya es tarde. Despu¨¦s de hora y media decriptopel¨ªcula ya es fatal e irremediablemente tarde".
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