Las virtudes del PSOEIGNACIO SOTELO
En una conferencia de prensa celebrada este verano en El Escorial, un periodista amigo, tan inteligente como avezado, crey¨® cumplir con el deber de colocar al entrevistado entre las cuerdas, pregunt¨¢ndole qu¨¦ aspectos consideraba positivos en la pol¨ªtica realizada por los socialistas. En el ambiente de la sala, que dominaba la presencia se?era del maestro Aranguren, present¨ªa tan rid¨ªculo subrayar alg¨²n rasgo positivo, que podr¨ªa sonar a lisonja inoportuna, en v¨ªsperas de elecciones, como hacerme eco de las cr¨ªticas que se esperaban de un intelectual que se pretende de izquierda, por prudente y moderado que se presente.Me ha gustado siempre, tal vez por temperamento y fidelidad al oficio, una vieja tradici¨®n del PSOE, hoy por desgracia desaparecida, pero que todav¨ªa llegu¨¦ a conocer; prescrib¨ªa que en congresos y asambleas se pidiera la palabra s¨®lo para criticar a los ¨®rganos directivos. Poner ¨¦nfasis en lo que se hace bien implica, por una parte, perder un tiempo precioso, cuando hay tantas cosas de que hablar que necesitan ser mejoradas; por otra, sonrojo para el que alaba y mucho m¨¢s para el que se ve obligado a escuchar los elogios. Tal como se castiga hoy la menor opini¨®n discordante, qu¨¦ largos ser¨ªan los silencios si todav¨ªa se aplicara esta norma.
El que insista, dentro y fuera del partido, en los aspectos negativos -se trata de ir mejorando una pol¨ªtica que por definici¨®n es siempre mejorable -no quiere decir que sea ciego para los elementos positivos. Tampoco hay espect¨¢culo comparable al de una noche de cielo estrellado y, sin embargo, no lo sacamos a colaci¨®n cada vez que tenemos buenas razones para quejarnos de otros muchos, verdaderamente insoportables.
Censuro este o aquel aspecto de la realidad espa?ola, y no falta el buen hombre que me corta dolido con un "algo bueno tendremos los espa?oles". Sin duda, como todos los dem¨¢s pueblos, pero no hay discurso que me revuelva m¨¢s las tripas que el que canta las virtudes de los de casa. Me dan cien patadas todas las formas de mirarse al ombligo y exclamar admirado: pero qu¨¦ grandes somos los de este pueblo, quinta, equipo, partido, profesi¨®n, regi¨®n, naci¨®n. Actitud que, como bien puso Larra de manifiesto, nada tiene que ver con la inversa y complementaria del patrioterismo localista, para la que todo lo extranjero es bueno y todo lo propio malo.
Incita poco a enumerar los elementos positivos percibir todav¨ªa vivo y coleando un rasgo de nuestro pasado inmediato que nos viene de lejos: los que est¨¢n a favor, lo est¨¢n de cuerpo entero, sin permitir el menor resquicio para la cr¨ªtica, y los que est¨¢n en contra, no dejan t¨ªtere con cabeza. La cr¨ªtica tiene sentido en un ambiente social en que se da por supuesto la existencia de elementos positivos, que no hay que mencionar continuamente, a partir de los cuales se se?alan los negativos. El adanismo de empezar siempre de cero, porque nada vale, impide que se perfilen metas asequibles; s¨®lo desde el reconocimiento de la labor realizada cabe enmarcar las cr¨ªticas y proponer nuevos objetivos.
La mayor debilidad de la oposici¨®n de derecha proviene, precisamente, de su catastrofismo. El lector de un diario madrile?o, que cada d¨ªa en portada acusa al Gobierno de un desafuero distinto, al que hace responsable hasta de la pertinaz sequ¨ªa, dificilmente encontrar¨¢ explicaci¨®n para el hecho de que tan p¨¦simos gobernantes puedan muy bien obtener la mayor¨ªa absoluta por tercera vez. Si para dar cuenta de hecho tan sorprendente recurre a un elitismo antidemocr¨¢tico y considera al pueblo tan cerril que vota a
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los que se r¨ªen de ¨¦l, semejante argumentaci¨®n se condena a permanecer en minor¨ªa, donde, en verdad, deber¨ªa quedar todo elitismo que se precie.
Si no es f¨¢cil proyectar a la vez este doble mensaje -vivimos en el peor de los mundos -posibles, nada funciona y todo va manga por hombro y, sin embargo, el objetivo es impedir que los socialistas consigan otra vez la mayor¨ªa absoluta-, m¨¢s dificil todav¨ªa es arg¨¹ir desde la derecha contra las virtudes de la mayor¨ªa absoluta. El valor primario de la izquierda es el cambio social, aun a costa de la estabilidad; el de la derecha, la gobernabilidad, que supone relaciones estables y gobiernos fuertes, con autoridad.
No imagino gigante capaz de convencer a un electorado conservador tienden a serlo todos en circunstancias normales y lo es el espa?ol muy en especial en las actuales de que lo mejor que pudiera ocurrir es sustituir a un gobierno fuerte que, por tener mayor¨ªa absoluta, gobierna con tanta autoridad que hasta se le acusa de arrogante, y que, para m¨¢s se?as, no le ha dado quebraderos de cabeza y s¨ª algunas sorpresas agradables, por uno mucho m¨¢s d¨¦bil que saldr¨ªa de una coalici¨®n de los socialistas -no hay modo de quit¨¢rnoslos de encima- con los nacionalistas perif¨¦ricos, que, pese a tener posiciones reciamente de derecha, no han contado nunca con la simpat¨ªa de la gente de la meseta. Una derecha, en el fondo, centralista, y que, como todas las derechas del mundo, en principio nada tiene en contra, y s¨ª mucho a favor de gobiernos fuertes que dispongan de amplias mayor¨ªas parlamentarias, pensar¨¢ que antes de que los socialistas se al¨ªen con los catalanes mejor es que conserven la mayor¨ªa absoluta.
A la enumeraci¨®n de los aspectos positivos de la pol¨ªtica socialista en estos siete a?os, todos bien conocidos y hasta banales, Aranguren salt¨® recalcando que ninguno de los mencionados era de izquierda. En efecto, si lo tiene muy dificil la derecha para enhebrar un discurso cr¨ªtico convincente, para la izquierda todo son facilidades, si no fuera por un obst¨¢culo, al parecer infranqueable. Una buena parte de los espa?oles ha puesto la mira en un objetivo personal que cree alcanzable si las cosas siguen como est¨¢n. Adem¨¢s, pese al paro, al trabajo eventual y a la destrucci¨®n de la naturaleza, en los pa¨ªses del Este y en otros del Tercer Mundo que hicieron experimentos las cosas est¨¢n much¨ªsimo peor.
La izquierda tiene todos los argumentos; lo malo es que en la actual coyuntura pocos son los que est¨¢n dispuestos a escucharlos. Mientras no vengan tiempos mejores, entretiene sus ocios discutiendo si los del PSOE se han hecho tan derechosos porque han sabido acoplarse a la sociedad espa?ola o ¨¦sta ha terminado tan esc¨¦ptica y ego¨ªsta porque la pol¨ªtica que los socialistas han puesto en marcha no permit¨ªa otros frutos; en fin, si son galgos o podencos.
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