?La gran ocasi¨®n?
La exigencia de los servicios de telecomunicaciones es un rasgo de modernidad en el nuevo Estado industrial. El autor considera que la crisis originada en el desajuste entre oferta y demanda ofrece la oportunidad de encontrar soluciones que aborden ventajas estrat¨¦gicas para el pa¨ªs. La creaci¨®n de un ambiente espec¨ªfico para el desarrollo de la industria es una de ellas, y Espa?a tiene mercado y potencial para contar con un grupo industrial propio.
La existencia, consolidaci¨®n y desarrollo de industrias s¨®lidas y competitivas, sobre todo en sectores de tecnolog¨ªa avanzada y de r¨¢pida evoluci¨®n, requieren un ambiente espec¨ªfico, fuera del cual las industrias no existen o tienden a desaparecer.Desde la publicaci¨®n, hace m¨¢s de 20 a?os, del libro El nuevo Estado industrial, de J. K. Galbraith, las condiciones ambientales quedaron establecidas y desde entonces aceptadas expresa o t¨¢citamente como un lugar com¨²n por acad¨¦micos, economistas y pol¨ªticos de los pa¨ªses desarrollados.
De hecho, pocos conceptos de la econom¨ªa han tenido tanta aceptaci¨®n y vigencia como el de la definici¨®n del ¨¢mbito de desarrollo del nuevo Estado industrial, cuyo m¨¢s significativo y actual ejemplo puede constituirlo la denominada "¨ªndustria de la informaci¨®n", que incluye el sector de las telecomunicaciones e inform¨¢tica, entre otros.
En Espa?a no siempre ni en todos los sectores de la actividad econ¨®mica se han dado hist¨®ricamente las condiciones ambientales para el establecimiento de industrias desarrolladas. As¨ª se explica la d¨¦bil estructura industrial de nuestro pa¨ªs.
Hoy, el sector de las telecomunicaciones, uno de los m¨¢s genuinos y caracter¨ªsticos del "nuevo Estado industrial", re¨²ne en Espa?a quiz¨¢ por primera vez en su historia todos los factores que conforman el paradigma ambiental. En consecuencia, la posibilidad de construir una s¨®lida y competitiva industria en este sector debiera ser una cuesti¨®n de decisi¨®n pol¨ªtica y, naturalmente, de tiempo.
Nuestro pa¨ªs, inscrito hace ya tiempo en la ¨®rbita de los pa¨ªses desarrollados, caracterizados todos ellos por la convergencia de sus modelos industriales, la organizaci¨®n oligopolista de los sectores de alta tecnolog¨ªa, la planificaci¨®n de la demanda como exigencia previa al desarrollo tecnol¨®gico, etc¨¦tera, cuenta adem¨¢s con recursos financieros y profesionales (tecnoestructura en lenguaje de J. K. Galbraith) para asumir la tarea de desarrollar un grupo industrial en el sector de telecomunicaciones cuyo alcance cualitativo (tecnolog¨ªa) y cuantitativo (dimensi¨®n) debiera ser una variable s¨®lo dependiente de la capacidad de gesti¨®n de la tecnoestructura y el volumen del mercado.
Por otra parte, precisamente por falta de ambiente, Espa?a no ha podido crear una tradici¨®n empresarial suficiente. Sobre todo una tradici¨®n industrial aut¨®ctona, que es la que vertebra una econom¨ªa moderna y crea la base de una cultura tecnol¨®gica.
Respuesta de Amper
En estas circunstancias, el grupo Amper est¨¢ intentando dar una respuesta a esta exigencia y quiz¨¢ ha llegado la hora de asumir su contribuci¨®n estrat¨¦gica al desarrollo del "nuevo Estado industrial espa?ol de las telecomunicaciones".
Recientemente, el Ministerio de Industria, en l¨ªnea con el paradigma citado, ha procedido en el mercado de defensa a apoyar materialmente la idea de convertir al grupo Amper en la respuesta industrial espa?ola en dicho sector. Esta iniciativa requiere, sin embargo, que el impulso institucional vaya acompa?ado del control y planificaci¨®n de la demanda.
Si bien, por lo general, hasta ahora este modelo de desarrollo industrial no se ha cuestionado en la medida en que el mismo crece y se hace l¨®gicamente m¨¢s aut¨®nomo tecnol¨®gica, financiera y pol¨ªticamente, diversos sectores comienzan a discutir sus l¨ªmites. Para ello se utiliza como argumento la limitada capacidad de competir tecnol¨®gicamente en un medio tan evolucionado.
Sin embargo, Espa?a es hoy uno de los pocos pa¨ªses desarrollados cuya demanda de telecomunicaciones no est¨¢ soportada por tecnolog¨ªa propia. Siendo el octavo mercado del mundo, lo que constituye una privilegiada posici¨®n desde este punto de vista, la oferta industrial se encuentra bajo casi exclusivo control extranjero, no s¨®lo tecnol¨®gico, sino incluso financiero.
Esta situaci¨®n de dependencia financiera y tecnol¨®gica extranjera en un sector tan estrat¨¦gico no admite comparaciones con pr¨¢cticamente ning¨²n pa¨ªs de nuestro entorn¨®.
No obstante, y pese a que la posici¨®n del pa¨ªs tiende a deteriorarse -el d¨¦ficit comercial del sector, anta?o inexistente, alcanza hoy un nivel preocupante y creciente-, desde diversas tribunas e instituciones parece anteponerse el servicio de telecomunicaciones a su industria sectorial, como si fuera necesario contraponer ambos temas.
Esta renuncia al modelo del nuevo Estado industrial" y a sus instrumentos, tales como la planificaci¨®n a largo plazo orientada a satisfacer los servicios potenciando la industria propia, no solamente implica apostar por un pa¨ªs cada vez m¨¢s divergente de su'entorno de desarrollo industrial, sino que es de temer que ello traiga consigo adem¨¢s un desarrollo inadecuado e insuficiente de los servicios que se pretenden.
De hecho, no se conoce ning¨²n pa¨ªs con un servicio de calidad de telecomunicaciones sin una desarrollada industria local asociada al mismo. Si hay m¨²ltiples ejemplos de lo contrario: todos los pa¨ªses subdesarrollados, libres del "nuevo Estado industrial", est¨¢n condenados a un "viejo Estado de servicios", tal vez con la salvedad puntual de los nuevos ricos del petr¨®leo en el ¨¢rea del Golfo.
Pr¨®ximos a una campa?a electoral, quiz¨¢ ser¨ªa interesante analizar si nuestra extraordinaria demanda de telecomunicaciones debe sustentarse en la industria nacional o en las importaciones y a¨²n m¨¢s, si acaso, tan dulce momento de la demanda no debiera aprovecharse para impulsar y consolidar definitivamente un moderno, s¨®lido y competitivo grupo industrial de tecnolog¨ªa y capital espa?oles.
Con respecto a la primera cuesti¨®n debe descartarse por completo que con una adecuada planificaci¨®n a largo plazo la industria instalada en Espa?a no pueda atender satisfactoriamente la demanda.
Finalmente, respecto a la existencia o no de un grupo industrial espa?ol, conviene tener en cuenta que protecci¨®n y competencia s¨®lo se convierten en polos excluyentes en el ardor de los debates.
En los hechos, como lo muestra la historia industrial de los pa¨ªses desarrollados, se trata m¨¢s bien de momentos en el desarrollo de la econom¨ªa y en la adaptaci¨®n de las pol¨ªticas industriales a coyunturas y oportunidades. Para llegar a ser competitivos hay que alcanzar un cierto nivel de destreza y fortaleza.
Apoyos iniciales
Esto s¨®lo es posible mediante una inteligente combinaci¨®n de apoyos iniciales y carencia de sobreprotecci¨®n.
En este marco, los proteccionismos arcaicos del pasado reciente son tan disfuncionales como la idea de que se puede crecer en un sector estrat¨¦gico sin contar con un momento de protecci¨®n inicial.
Espa?a tiene mercado y potencial para contar con un grupo industrial propio en el sector. ?Por qu¨¦ pa¨ªses con un mercado menor -incluso mucho menor- y no mayor destreza para la gesti¨®n tecnol¨®gica, tales como Finlandia, Suecia, Dinamarca, Holanda, Canad¨¢, Israel, cuentan con industrias l¨ªderes en el mercado internacional y Espa?a no? Quiz¨¢ porque ni siquiera lo hemos intentado.
Todav¨ªa nos quedan unos pocos a?os para decidir al respecto. ?Aprovechamos la ocasi¨®n?
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